Nihil novum sub sole.

No hay nada nuevo bajo el sol.

Una de las maravillas que caracteriza nuestro mundo actual es la inmediatez y la abundancia para obtener información específica sobre los temas más variados o especializados que nos auxilian para tomar decisiones o emitir juicios bien soportados y sólidamente documentados.

Lo anterior viene a cuento por la estupefacción provocada por el decepcionante desempeño del presidente Joseph Robinette Biden Jr., mejor conocido por su sobrenombre de Joe Biden, frente al cavernícola, lépero y descontrolado Donald Trump, durante el debate presidencial del 27 de junio.

Desde el momento mismo de las transmisiones en vivo de ese ‘show’ varios comentaristas y analistas políticos coincidieron en valorar o de plano solicitar el rechazo o la separación de la nominación presidencial de Biden para un segundo periodo y permitir seleccionar a otro candidato antes de la Convención Nacional Demócrata que se verificará en Chicago del 19 al 22 de agosto. Sin embargo, conforme a las leyes electorales de algunos estados el candidato debe ser nominado a más tardar el 7 de ese mismo mes.

Pero si la situación por la que atraviesan actualmente los demócratas norteamericanos parece apremiante y de suma gravedad, no está de más recordar que hace 56 años, el 31 de marzo de 1968- para ser precisos-, el presidente Lyndon Johnson utilizó un discurso televisado a nivel nacional desde la Oficina Oval para anunciar que rechazaría su nominación a la presidencia por su partido.

A diferencia del presidente Biden la renuncia para un segundo periodo en la Casa Blanca no se debió a errores o pifias de Johnson, hay que recordar que la guerra de Vietnam estaba en momentos dramáticos después de tres años de combates y fue el 30 de enero de 1968, cuando el ejército norvietnamita rompió el alto el fuego anual de Año Nuevo de la guerra de Vietnam, con un asalto sorpresa a casi todos los sitios estratégicos de Vietnam del Sur. Los analistas dirían más tarde que el contraataque de los Estados Unidos convirtió la ofensiva del Tet en una derrota. Pero eso no estaba claro en ese momento. Las tropas estadounidenses y sur vietnamitas tardaron 12 días en expulsar a los norvietnamitas del distrito Cholón de Saigón y más de un mes en recuperar la ciudad costera de Hue, con una tasa de bajas superior a las que habían sufrido los estadounidenses en cualquier momento anterior de la guerra*.

Para complicar más el asunto, el 27 de febrero el Estado Mayor Conjunto solicitó formalmente a Johnson que aumentara el número de tropas desplegadas en Vietnam a 700.000 soldados, un aumento del 40 por ciento con respecto al medio millón que ya había allí. Y sin redes sociales de por medio (no existían)  la información se filtró a los medios, lo que provocó el ascenso de votos por el senador Eugene McCarthy en las primarias de New Hampshire y al día siguiente Robert Kennedy anunció a los periodistas que también podría presentarse a la contienda.  Esa tarde, la economía mundial empezó a desplomarse*.

Durante 24 años, Estados Unidos había anclado gran parte del comercio mundial vinculando las monedas extranjeras al dólar y luego garantizando a los inversores que podían cambiar cada dólar que tuvieran por oro a un tipo de cambio fijo. Para el 13 de marzo de 1968, se agotaron 200 millones de dólares de las reservas de oro del gobierno. Al día siguiente duplicaron esa cantidad y al día siguiente las pérdidas se acercaron a los mil millones de dólares, una suma tan asombrosa que los economistas advirtieron que Washington pronto tendría que devaluar el dólar, una medida que probablemente causaría una depresión mundial*.

Después de sopesar seriamente las consecuencias de su actuación fue que decidió anunciar los cambios que haría en su gobierno y su decisión de retirarse: “Su anuncio fue tan impactante que eclipsó las partes del discurso que lo precedieron. Dijo que sólo daría a los jefes del Estado Mayor Conjunto una pequeña fracción de las tropas que querían, y que después no habría más. Dijo a los inversores que estabilizaría el presupuesto que Vietnam había devastado aumentando los impuestos y recortando el gasto interno, aunque esto último fue una concesión aplastante. Y dijo a los norvietnamitas que entablaría conversaciones de paz donde y cuando quisieran, “para discutir los medios de poner fin a esta horrible guerra”*.

“Sólo entonces Johnson dijo que no se presentaría a las elecciones, una declaración destinada a asegurar a los oyentes a los que necesitaba llegar (los generales, los inversores, los norvietnamitas) que las acciones que estaba tomando no eran políticas, sino fundamentales, y que su promesa estaba garantizada por su disposición a sacrificar su presidencia por el bien de la nación”*.

Creo que la excelente descripción hecha por el doctor Kevin Boyle, profesor de historia en la Universidad Northwestern, ilustra claramente la necesidad de mantener la serenidad y la frialdad de pensamiento para tomar las decisiones que mejor convengan al país y no perderse en valoraciones de tipo político o personales.

No es ocioso recordar que después de la renuncia de Johnson y el asesinato de Robert Kennedy, el 20 de enero de 1969 Richard Milhous Nixon rindió protesta como presidente de los Estados Unidos y el 8 de agosto de 1974  anunció su renuncia al cargo. Acusado de actividades ilegales que involucraba golpear físicamente a miembros de la oposición política, robando sus memorandos, interviniendo las líneas de los opositores políticos, irrumpiendo en las oficinas de psiquiatras, bombardeando centros de pensamiento”. “Nixon y sus ayudantes fueron sospechosos de obstrucción a la justicia al planear usar a la CIA para detener la investigación del FBI”**.

Tal y como hemos observado en diferentes latitudes de nuestro planeta durante este año de elecciones mundiales, donde  los resultados de los comicios han favorecido programas, proyectos y promesas que claramente tienden a romper con el frágil equilibrio y civilizada convivencia de las naciones con posiciones extremas o radicales, no estaría de más reflexionar sobre las diferentes coyunturas que ha enfrentado en la humanidad en el pasado reciente.

No es necesario regresar a los clásicos o a siglos anteriores cuando las condiciones ambientales, científicas y tecnológicas eran por mucho, muy distantes a las nuestras donde los factores climáticos, la tecnología, la inteligencia artificial y los armamentos nucleares nos acercan cada vez más a situaciones apocalípticas como nunca antes.

 Si la reacción de los mercados logró impedir la reelección de un presidente gringo hace 56 años, imagínese usted lo que no podrán hacer con un país que pretende bailarle un zapateado a la Constitución y convertir  la designación de jueces, magistrados y ministros en un carnaval de elección popular y al mejor postor.

Mientras tanto aquí parece que se disfruta con la posibilidad de destruir el Estado de Derecho vigente, que con todas sus humanas falencias y distorsiones nos mantenían en una,  si no fraternal al menos tolerable y civilizada convivencia.

El mejor ejemplo lo podemos encontrar en el vecino Estado de Morelos donde el diario La Jornada de Morelos reveló que  la Fiscalía encabezada por Uriel Carmona Gándara, muestra un 99.6 por ciento de impunidad en los asesinatos que ocurren en la entidad, lo que la coloca en el último lugar dentro del ranking que evalúa a 32 instituciones***.

El caso de la Fiscalía General de la República es inconcebible, donde todas las denuncias contra las autoridades desde la Presidencia hasta la última de las masacres, asesinatos, robos, fraudes, contubernios y abusos de todo tipo, duermen el sueño de los justos desde hace seis años. Salvo las correspondientes a periodistas y voces críticas del régimen.

Usted cree que eso ¿se resolverá con la elección popular de los jueces o fiscales?

*https://www.nytimes.com/2024/07/02/opinion/joe-biden-lyndon-johnson-1968.html

**https://cnnespanol.cnn.com/2017/05/17/watergate-el-escandalo-que-cambio-la-politica-estadounidense

***https://www.lajornadamorelos.mx/sociedad/impunidad-en-morelos-supera-el-90/

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