*Propaganda vs realidad
Por más que se esmeren en Presidencia y exasperen a las audiencias de los medios y las redes con la repetición matutina de sandeces, lugares comunes o simplemente negar todo como único método para querer tener la razón a como dé lugar, NO funciona, sólo desorientan a muchos y radicalizan a más.
Creer que la efectividad de la comunicación oficial se puede medir en función de la difusión o repetición de los mensajes ad nauseam como acostumbran, continúa siendo un desperdicio multimillonario de recursos y trabajo que no convence a nadie.
Uno de los factores fundamentales para la comunicación depende directamente del grado de credibilidad de la fuente, cualidad sine qua non es posible establecer el mínimo de relación para el adecuado intercambio de información.
De nada sirve, como no ha servido y los propios partidos políticos lo han reconocido, gastarse carretonadas de miles de millones de pesos en millones de spots, gacetillas, entrevistas a modo, declaraciones a medios sin que les haya servido para conseguir un voto. Está más que medido y comprobado que resultan mucho más efectivos en términos de conducta y cambio de actitud los eventos cara-a-cara durante espectáculos musicales y con personajes populares que con las parrafadas y declaraciones acartonadas.
La mejor prueba de ello fue la campañita del Fosfo Fosfo, que aunque muchos se burlaron y despotricaron de ella y ya se querían comer crudo a Samuel García y compañía a la hora de la elección, el show del fosfo le redituó a MC cerca de 16 y medio millones de votos y a un perfecto desconocido, desangelado y solo conocido a nivel local como Jorge Álvarez Máynez, le valió obtener más de 6 millones de sufragios, contra el millón que registraron en 2018 cuando fueron en coalición con Ricardo Anaya.
Pero con esos resultados MC no sólo creció su número de votos sino su presencia como partido político, su presupuesto y reafirmó su presencia en el Congreso.
Así que creer que ganar elecciones o credibilidad ante la población es sólo asunto de pesos y centavos, es estar completamente fuera de la realidad.
Hablar, declarar y seguir hablando
La costumbrita esa de declarar y hablar todos los días de Dios, formó parte del muy “personal estilo de gobernar” de Luis Echeverría Álvarez, allá en el principio de los 70 y como herencia maldita todos sus sucesores lo han adoptado como herramienta fundamental de gobierno, pretendiendo que con sus palabras pueden disimular sus equivocaciones, fallos, descuidos o de plano su incompetencia y falta de talento.
Antes de Echeverría los presidentes solo hablaban el día del Informe y ocasionalmente en un acto o ceremonia en la que fuera menester hacer una declaración o anuncio que reforzara las acciones del gobierno. La famosa imagen del “Solitario de Palacio” que acompañó por años a la Presidencia no era ni fue gratuita, las repercusiones de la palabra presidencial sí tenía consecuencias y lo mismo provocaba reacciones campesinas, de trabajadores o empresarios.
Desde que López Portillo decidió confrontar a la prensa directamente desde un informe presidencial acusándola de calumniosa, convenenciera y corrupta, la hasta entonces relación de profesionales paulatinamente se fue convirtiendo según el mandatario y los problemas coyunturales en trincheras o integración de aliados y la mejor demostración de esto fue la declaración de Emilio Azcárraga en mayo de 1982: “somos soldados del PRI y del presidente”.
Insisto, salvo en el caso de Echeverría, en aquellas épocas ni de lejos la diarrea verbal de los presidentes llegó jamás a las demenciales mañaneras de tres horas.
Ahora, tampoco les alcanzan las otras mañaneras del pueblo, donde quien menos participa es el pueblo. Se sigue recurriendo a usar plumas mercenarias o jilgueros del desprestigio para tratar de sabotear el trabajo informativo de los profesionales del periodismo que por supuesto continúan en su labor.
Insisto, creer que burlarse de un embajador, corregir a la distancia a un presidente electo o a un primer ministro es suficiente para presentar ante la comunidad internacional un proyecto o plan de gobierno que ni siquiera han pergeñado o barruntado va a acreditar un nuevo gobierno. Eso es no tener mínima idea de la seriedad con que debe manifestarse un país.
Decir que en breve presentarán proyecto o programa de trabajo cuando ni siquiera les han aprobado un presupuesto del cual los especialistas califican de poco creíble y falto de viabilidad, ante la falta de evidencias comprobables o documentadas y la baja de inversión por las calificadoras internacionales, equivale aprobarse sin presentar el examen.
Ante la posible amenaza de incursiones armadas de Estados Unidos como ya lo fue el secuestro del Mayo y el hijo del Chapo, quedó de manifiesto que no sólo es posible hacerlo, sino que aquí no ha existido el menor esfuerzo o signo de voluntad para recuperar u organizar todo lo que el crimen organizado ha destruido y continúa degradando en varios estados de México.
Y que conste que desde hace meses nuestras fuerzas armadas son las responsables absolutas de aduanas, puertos, aeropuertos y espacios aéreos nacionales.
Responder que como arma mayor para nuestra defensa está el Himno Nacional; es haber perdido no solo la seriedad, sino la razón, si es que alguna vez la han tenido.
Hablar, declarar y seguir hablando solo nos lleva a fallar, equivocarnos y seguir fallando. Convirtiéndonos en el hazmerreír continental, sitio que solo tenían acaparado Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Cristina Fernández de Kirchner, hasta que se incorporó Javier Milei.
Pero los capitalinos deberemos estar muy agradecidos con la nueva cómica local; ¡¡traerán la Quebrada a la ciudad con clavadistas y con agua!!
¡¡Dios nos bendiga!!