*Estrategos y tákticos

Según S.L. Mensbolt, la planeación es parte de la actividad humana, ya sea individual o de un grupo de individuos que fijan una meta determinada y poseen la voluntad y la inteligencia necesarias para obtenerla, esto es, la habilidad de hacer sacrificios en aras de lograr algo que consideran más importante que lo que se sacrifica.

Toda planeación siempre tiene dos niveles: la estratégica y la táctica. En los ejércitos griegos, los generales eran conocidos como "estrategos" (de estrato o capa superior). Mientras que el "takticos" era un comandante de nivel inferior al estratego. La planeación estratégica, es la que realizan los altos dirigentes y la planeación táctica es la que realizan los mandos intermedios y se subordina a la planeación estratégica.

La planeación estratégica la elaboran necesariamente los más altos niveles de las instituciones. Implica conocimiento de todas y cada una de las diferentes áreas de la institución y visión panorámica. La planeación táctica deriva de la planeación estratégica y la elaboran los niveles operacionales y consiste en ajustar lo general a las particularidades de cada caso, al retrato individual.

La planeación a alto nivel de dirigencia o estratégica se enfoca en formular los lineamientos generales que orienten en la mejor forma posible, la acción, los esfuerzos y recursos disponibles de cualquier carácter y naturaleza. Mientras que la planeación operativa o táctica, se enfoca en organizar y aplicar los recursos en los programas, acciones o encuentros que de acuerdo a la situación y las circunstancias, contribuyan en la forma más efectiva a lograr el fin propuesto.

Ninguna planeación esta completa sin planeación estratégica, la que no es un estilo de planear, sino la racionalización de la acción de los altos directivos, cuya calidad depende de la calidad de estos y de los enfoques que le den. Como tampoco ninguna planeación esta completa, sin la racionalización táctica u operativa, sin que en los frentes en los que se ejecuta la acción, se adecuen los lineamientos generales, que trazaron los mandos superiores, a las particularidades del aquí y ahora, de lo real, que siempre es cambiante y diferente.

Las aclaraciones anteriores las trae a colación, que solo se ve planeación estratégica sin planeación táctica. Un afán de gobernar en base a lineamientos generales a los que no les hacen los ajustes y adecuaciones pertinentes a cada caso. Se instruye extirpar el cáncer sin el cirujano que distinga lo malo de lo bueno y que corte lo que debe cortar y respete lo que debe salvar.

En lo general el diagnóstico y la receta del presidente Andrés Manuel López Obrador son correctos. Hay corrupción en todo el sistema social del país y se debe extirpar. Incluso, como ya lo reconoció el presidente, hay corrupción hasta dentro de los investigadores, en el CONACyT. Para solo mencionar que el problema salpica hasta a lo que se creería que sería lo más limpio.

Pero la solución es mucho más complicada que el diagnóstico. Porque por un lado se debe identificar a las lacras que se deben extirpar y se encuentran incrustadas y mezcladas entre los individuos que si aportan y retribuyen lo que cuestan. Para darle a cada quien lo que se merece. Castigar a los que se portan mal y premiar a los que se portan bien. Alentar los buenos comportamientos y desalentar los malos.

Para lo cual lo primero es destapar a los mafiosos perniciosos, que son verdaderas sanguijuelas de los recursos públicos que en vez de beneficiar perjudican al país, a los compañeros y a la actividad, para desalentarlos. Y distinguirlos de los que si cumplen para protegerlos y alentarlos y que los malos usan como parapeto.

Unos cumplen sus compromisos y retribuyen dando resultados, con trabajo útil y valioso para la sociedad. Mientras que otros afianzan su posición en base a relaciones oscuras, compromisos inconfesables y complicidades de grupo que traicionan a la sociedad plural. Para decirlo de otra forma. Unos son mafiosos enemigos de la sociedad y otros le cumplen a la sociedad. Unos son valiosos y otros son una enfermedad de la institución y la organización social.

Lo interesante es que la posición más sólida y firme casi nunca es la de los valiosos, sino la de los mafiosos. Porque los buenos se dedican a trabajar y no a grillar, mientras que los que no trabajan ocupan su tiempo en grillar, amafiarse y pensar maldades. Se hacen expertos en ocultarse y parapetarse tras el trabajo de los buenos y los fines superiores y lo deseable de la institución, en todo lo que ellos no respetan, sino explotan. En poner por delante los beneficios que ellos no aportan sino estafan. En presumir los logros de los que si trabajan y desquitan y en esconder y negar el lastre y lo perjudicial que son ellos.

Y en buscar la forma en que los recortes, castigos y remedios generales recaigan sobre los valiosos y cumplidos, pero desorganizados y desconcertados, para que ellos conserven sus posiciones y canonjías. Extirparlos es una cirugía que no se puede hacer de lejos. Sino con una lucha cuerpo a cuerpo, que se debe dirigir desde cada trinchera. No se pueden tirar las manzanas podridas o corruptas, sacudiendo al árbol. Porque así solo se tiran manzanas buenas. Alguien que las distinga se debe subir al árbol para arrancar una por una.

Si Andrés Manuel no cuenta con buenos operativos, con takticos eficaces, esta batalla se va a volver un Galípoli.

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