Mensaje del Director General del Instituto Politécnico Nacional Mario Alberto Rodríguez Casas en la sesión solemne con motivo del 50 aniversario del Movimiento Estudiantil de 1968, en el Palacio Legislativo de San Lázaro.

“A nombre del Instituto Politécnico Nacional quiero expresar nuestro más profundo agradecimiento a esta Honorable Cámara de Diputados por la iniciativa de colocar en Letras de Oro la leyenda “Movimiento Estudiantil de 1968”, para honrar su 50 aniversario.

El acto que hoy nos congrega es un justo reconocimiento a las mujeres y hombres que lucharon por las libertades democráticas, por un mejor país, en el que puedan expresarse una diversidad de voces.

Sin duda, el 2 de octubre ha tenido enormes repercusiones en la vida nacional, y representa un parteaguas en la historia de México por la cuantía incalculable de su legado.

El movimiento de 1968 inició con una manifestación contra la represión; trascendió hasta convertirse en un hecho político de alcances nacionales y desencadenó el nacimiento de una sociedad más madura y consciente del valor de sus derechos, sobre todo, el derecho ineludible a la libertad de expresión.

Las causas de su resistencia fueron, también, inspiradas por otros acontecimientos significativos en el mundo. Recordemos unos cuantos hechos de ese año en otras latitudes.

El mayo francés, en que los estudiantes universitarios de París, se enfrentaron al duro gobierno del general De Gaulle y cuestionaron a la sociedad de su tiempo, sus valores y estilo de vida.

La primavera de Praga, impulsada por una renovada vida intelectual preparó las condiciones sociales para que, la entonces Checoslovaquia, construyera su identidad nacional y defendiera su pertenencia a Europa.

La Revolución Cultural China que reconocería en sus jóvenes a quienes podrían conducir una revolución dentro de la revolución.

La guerra de Vietnam y sus efectos en la legitimidad del gobierno norteamericano, así como el surgimiento de corrientes ideológicas contraculturales que lucharon por la paz, y el respeto a la naturaleza y el arte.

Muchas coincidencias están presentes en esos movimientos. Gobiernos y sociedades necesitaban repensarse y reencontrarse en un pacto social.

En México el Movimiento Estudiantil de 1968, encabezado por jóvenes politécnicos y universitarios, compartía muchos de los ideales de la juventud de otros países y aspiraba a construir una nación con nuevas concepciones del gobierno y la vida política, que condujera a una vida sin violencia, con justicia, diálogo, respeto y tolerancia.

Recordar ese movimiento nos da la oportunidad de reflexionar acerca de la gran responsabilidad que el Estado y la sociedad mexicana ha conferido tanto al Instituto Politécnico Nacional, como a nuestra institución hermana, la Universidad Nacional Autónoma de México, para formar, de manera integral, a los mexicanos que son y serán la fortaleza de este país.

El Politécnico encarna desde su creación, las causas y anhelos de las clases más desprotegidas del México post revolucionario. El general Lázaro Cárdenas del Río, con visión de Estadista, concibió un desarrollo nacional cuyo pilar fundamental era la educación, particularmente a través del Instituto Politécnico Nacional, alineando las escuelas y los aprendizajes con las áreas estratégicas prioritarias para el crecimiento económico, como la petrolera, la energética, la de salud y las comunicaciones.

El Politécnico, entonces, significó para los hijos de obreros, campesinos y jornaleros, la oportunidad de alcanzar mejores condiciones de vida, fomentando en ellos una mentalidad de progreso, demostrando que una forma de vida cualitativamente distinta era posible con una educación que llegara a todo el pueblo.

Por esa razón, cuando en diferentes momentos de la historia los politécnicos vimos amenazada nuestra gran casa de estudios, la respuesta fue contestataria.

Ejemplos de ello los encontramos en el descontento manifestado al presidente Manuel Ávila Camacho, cuando en 1942 se promulgó la Ley Orgánica de Educación Pública, que dejó de lado al Politécnico Nacional y en la indefinición el reconocimiento de los estudios realizados por sus alumnos. Esa huelga fue también duramente reprimida por la policía, resultando en trágicas muertes que aún hoy lamentamos.

En 1956 otra vez los politécnicos nos inconformamos por la entrada del ejército a nuestras instalaciones para clausurar el internado y los comedores estudiantiles. Acciones que coincidieron con los movimientos sindicales de los maestros, los telegrafistas, los ferrocarrileros y otros sectores que demandaban mejores salarios y democracia sindical.

La toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre de 1968, y los crueles enfrentamientos en la toma del casco de Santo Tomás, Zacatenco y las vocacionales como la 7 de Tlatelolco, realizada entre los días 21 al 24 de septiembre, fueron la antesala de lo que estaría por venir.

La lección que los estudiantes de 1968 dejamos a México, continúa haciendo eco en la memoria y en la conciencia de todos nosotros. Mucho ha cambiado el país, y también mucho hemos cambiado nosotros desde entonces.

Cincuenta años después somos testigos de la evolución de la vida política de nuestra nación. Tenemos diversidad política, alternancia, instituciones ciudadanas, libertades que no soñábamos, tolerancia y respeto por los que piensan diferente.

En este recinto tan significativo, estamos honrando un movimiento estudiantil que se reprimió, y del que hoy, con total apertura, queremos rescatar su herencia.

El camino no termina aquí, tampoco hay marcha atrás. El Estado mexicano debe mantener un proyecto nacional donde toda la sociedad encuentre posibilidades de un desarrollo más dinámico y equitativo. Sus instituciones requieren de una legitimidad social condicionada a una mayor transparencia, eficacia, eficiencia, así como a resultados tangibles.

A las instituciones educativas públicas como el Instituto Politécnico Nacional, corresponde trabajar con mayor ahínco para brindar a nuestros jóvenes espacios educativos, de investigación y vinculación de alta calidad y excelencia académica.

Una formación para la vida, sobre la sólida base del conocimiento científico y tecnológico, el deporte, el arte y la cultura, en escenarios turbulentos y poco predecibles, es la mejor forma de potenciar el desarrollo nacional.

Sabemos que el crecimiento económico de cada país estará sustentado, en buena parte, en su capacidad para innovar a través de la generación de nuevo conocimiento, así como de una efectiva relación entre las universidades y el sector productivo.

La habilidad para crear, adaptar y adoptar nuevas tecnologías, es hoy por hoy un elemento estratégico para incidir en los mercados, incrementar la competitividad, fomentar la innovación y asegurar el crecimiento económico junto con nuestra inserción en la economía mundial.

El Politécnico se actualiza y trabaja en un modelo educativo acorde a los desafíos científicos y tecnológicos de la sociedad del conocimiento y de la Cuarta Revolución Industrial, e irá de la mano con el Estado mexicano para mantener su liderazgo en la educación e investigación tecnológica que México requiere.

Para el Instituto el reto de la Cuarta Revolución Industrial, o Industria 4.0, requiere de estrategias que nos permitan formar Talento 4.0, a través de una educación acorde a los requerimientos, planificada, administrada y reproducible, es decir, una estrategia que garantice resultados en el corto plazo con una visión de largo aliento.

En la educación está la oportunidad de gestar el capital intelectual y social que requiere una sociedad mexicana más desarrollada, equitativa e incluyente.

Con la honrosa representación de la comunidad politécnica, ratifico el compromiso del Politécnico Nacional por continuar, sin pausa ni tregua, sirviendo a México mediante un proyecto educativo a la altura de sus necesidades. Tenemos un rumbo claro y sabemos cómo hacerlo. Somos una comunidad madura, con capacidad crítica y apertura al diálogo, responsable e interesada en la vida pública, y en los destinos de nuestro país.

Esta es la mejor forma de honrar la memoria, valorar el sacrificio y la lucha de quienes en 1968 nos demostraron que hay más de un futuro posible. A ellos, les debemos toda una vida de trabajo y lucha, porque con su sacrificio mostraron también el orgullo de ser politécnicos.

¡Para los caídos y participantes en el movimiento estudiantil de 1968, gratitud, honor y gloria!

Para las generaciones actuales y futuras, nuestro absoluto compromiso, solidaridad y amor por México poniendo siempre, pero siempre: “La Técnica al Servicio de la Patria”.

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