El concurso CanSat de la UNAM se internacionaliza. En esta competición los participantes diseñan, construyen y ensayan la puesta en marcha de un satélite en una estructura similar a una lata de refresco, que lleva como tripulante un huevo.
Ahora, por primera vez trasciende las fronteras. Será iberoamericano y buscará incluir a jóvenes de América Latina, España y Portugal, informó Alejandro Farah Simón, investigador del Instituto de Astronomía (IA) y secretario de Educación y Divulgación, del Programa Espacial Universitario (PEU), entidad responsable del evento.
“Es una oportunidad para las universidades de la región que empiezan en la carrera espacial, además de ser una pauta para que los chicos estén mejor preparados para dar el paso a eventos mundiales”, subrayó.
Hasta ahora, el PEU ha organizado una primera edición (2017-2018) dirigida a alumnos de nivel bachillerato y licenciatura de esta casa de estudios, y una segunda a nivel nacional (2018-2019), que incluyó a estudiantes de licenciatura y posgrado de instituciones educativas de todo el país.
En su tercera edición (2019-2020), la invitación es para estudiantes de Iberoamérica, quienes deberán conformar equipos de cuatro a siete integrantes; sólo dos de ellos podrán ser de posgrado. La convocatoria está abierta desde el 14 de octubre y hasta el 13 de diciembre de 2019, y se puede consultar en la página del PEU (www.peu.unam.mx).
“La idea del CanSat es aprender haciendo. Lo llamamos ‘curso-concurso’ porque a lo largo del evento se ofrecen pláticas sobre cómo hacer este tipo de proyectos. Los jóvenes adquieren conocimientos de forma lúdica y se les abren puertas a muchos ámbitos académicos e industriales. En CanSat se asimila de forma diferente cómo desarrollar un proyecto espacial”, afirmó Farah.
El porcentaje de éxito en la última competencia fue de 40 por ciento, pues de 70 equipos, 27 llegaron al lanzamiento, y entre 10 y 15 por ciento cumplieron cabalmente la misión, es decir, hicieron telemetría, y su astronauta, el pequeño huevo, sobrevivió al impacto. Muchos alumnos se inscribieron en el concurso por segunda vez y mejoraron su posición.
Farah Simón comentó que todos los componentes de los pequeños satélites son reusables; el objetivo es que sean reciclados y de bajo costo. “En la convocatoria explicamos que entre más económico, ligero y con mayor transmisión de datos, es mejor”.
Misión CanSat
La misión del concurso CanSat es poner un satélite enlatado a 400 metros de altura, en una coordenada específica en el centro de un campo de futbol; luego se libera y tanto en la subida como en el descenso tiene que mandar la telemetría de presión, temperatura y velocidad.
Cuando está de regreso, a 200 metros del suelo se divide en dos partes: una con la carga primaria (el huevo), que tiene que abrir un sistema de autogiro que disminuye la velocidad (como unas hélices sin motor) para amortiguar la caída. Conforme cae, el segundo objetivo es llegar lo más cerca al centro de la cancha de futbol.
Una vez que toca el suelo, tiene que mantener la telemetría e informar a qué distancia y dirección cayó la carga secundaria, que es la otra parte del satélite, que también se debe salvar.
Los estudiantes que participen deberán estar inscritos en cualquier institución de enseñanza de nivel superior de Iberoamérica. Pueden ser de diferentes escuelas y el asesor de cada equipo debe ser un académico activo de la institución en la que estudie al menos 50 por ciento de los participantes del equipo.
Aunque la mayoría de los jóvenes son de carreras como ingeniería y física, el concurso no se limita a estas disciplinas. “En el último concurso nacional, con un asesor del área de electrónica, ganaron unas chicas de biología”, recordó Farah. Y entre los concursantes de ediciones pasadas ha habido alumnos de actuaría, computación, biología, psicología y filosofía.