El legado del arquitecto Juan O’Gorman fue el de artista visionario, con profundo amor por México, mostró su belleza más allá de los estereotipos y cuya obra es parte del circuito de Ciudad Universitaria (considerado Patrimonio Mundial de la Humanidad), aseguró Julieta Ortiz Gaitán, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Al recordarlo en el 40 aniversario de su fallecimiento (18 de enero), la experta en Historia del Arte dijo que como un seguidor de Le Corbusier puso en práctica la idea de una arquitectura austera que siguiera principios básicos, con construcciones elevadas del suelo, fachadas libres, espacio interior sin compartimentar y azoteas habitables.

“O’Gorman fue un artista muy completo de la primera mitad del siglo XX mexicano, pues además fue pintor. Como arquitecto su obra fue muy significativa porque dio inicio a la arquitectura funcionalista, que viene a hacer a un lado todo el concepto de arquitectura llena de ornamentos”, enfatizó la investigadora.

Bajo estos principios construyó grandes proyectos, entre ellos 26 escuelas primarias en la Ciudad de México, su propia casa en San Jerónimo (la cual fue demolida años después), el reconocido Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo (sus grandes amigos) y la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria (CU).

Nació en 1905 en Coyoacán, fue hijo del irlandés Cecil Crawford O’Gorman y hermano del reconocido historiador Edmundo O’Gorman. Estudió arquitectura en la Academia de San Carlos y la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Se sumó a la construcción de CU, la cual marca un hito en la arquitectura al integrar la plástica con arquitectura, pintura y escultura. Con su obra “La Representación Histórica de la Cultura” definió el paisaje de esta casa de estudios, donde mostró su amor por el legado cultural de México, sin estereotipos, afirmó la especialista.

Su creación mide casi cuatro mil metros cuadrados y cada cara del edificio narra una etapa histórica de nuestro país; 99 por ciento del mural está realizado con 150 tipos de piedras de diferentes clases y colores, y solo para el color azul se utilizó vidrio triturado.

“Es una obra de arte y él fue por toda la República consiguiendo piedras de colores para recubrir la Biblioteca, pues pensaba -y no se equivocaba- que para un mural que estaba a la intemperie debía usar una técnica resistente a la lluvia, el aire, la contaminación, y por eso optó por los mosaicos que son teselas, una técnica antiquísima”, recordó la investigadora.

Ortiz Gaitán destacó que aún es posible admirar parte de su trabajo público en avenida Universidad y Eje Central: el mural “Canción a la Patria”, en donde fueron oficinas de la entonces Secretaría de Comunicaciones y Transportes, edificio afectado por los sismos de 1985 y 2017. Actualmente se estudia la manera de rescatar este legado.

Además, O’Gorman ayudó en la planificación del Museo Anahuacalli y, pese a su éxito y reconocimiento, en 1937 dejó la arquitectura para dedicarse por completo a la pintura, por lo que elaboró el “Retablo de la Independencia” así como el “Retablo de la Revolución (Sufragio efectivo no reelección)”, que se encuentra en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, manifestó.

También se puede apreciar una réplica de “La conquista del aire por el hombre”, en el Aeropuerto de la Ciudad de México, única parte reconstruida de la obra que el artista creó en 1937 donde representó a Hitler y a Mussolini como serpientes, por lo que las autoridades mexicanas le pidieron cambiarlo; ante su negativa fue desmontada, recordó la investigadora.

La experta en lenguajes artísticos relacionados con el nacionalismo y la identidad, resaltó su visión a futuro, la cual quedó plasmada en su pintura donde mostró lo aprendido en la Academia de San Carlos para manifestar sus inquietudes sociales y nacionalistas.

“Pese a que su papá era muy buen pintor al temple, O’Gorman siempre dijo que su verdadero maestro había sido Diego Rivera, también por su afinidad con Diego y Frida en sus ideales socialistas, y no solo eso, sino el gusto que tenían por revalorar todo lo mexicano en cuanto al arte y la cultura”, subrayó la universitaria.

Además de los grandes murales, de su obra de pequeño formato destacan piezas como “Recuerdo de los Remedios” (1943) o su “Autorretrato” (1950), este último donde plasmó su dualidad de arquitecto y pintor. También hay múltiples obras y dibujos de su hija y de su esposa, algunos de los cuales se pueden contemplar en el Museo de Arte Moderno, o apreciar impresiones en catálogos del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Instituto Nacional de Antropología e Historia o Fomento Cultural Banamex.

Estas piezas, añadió Ortiz Gaitán, son más difíciles de apreciar por ser privadas, varias de ellas por encargos, que pertenecen a familias. Sin embargo, la grandeza de su creación de gran formato, especialmente la que se aprecia en Ciudad Universitaria, motivó que el trabajo de O’Gorman sea considerado Patrimonio Artístico de México y que su obra en la Biblioteca Central forme parte de la zona central de Ciudad Universitaria, considerada Patrimonio Mundial de la Humanidad.

La experta universitaria expuso que al final de su vida, sus óleos expresan una gran angustia en sus formas, motivos y paisajes oníricos, muy fantasiosos, y fue de los primeros que anticipó el desastre ecológico que estamos viviendo al poner en sus piezas las fábricas envenenando el paisaje, en lo que llamaba el futuro de la sociedad capitalista.

“Poco a poco se dio cuenta de cómo la urbanización sin planeación avanzaba indistintamente y ver cómo se deterioraba el ambiente y, como estaba en contra de la sociedad de consumo y capitalista, veía las fábricas cómo contaminaban con sus chimeneas; se daba bien cuenta de lo que estaba pasando, y nadie le hacía caso, pero lo valioso del arte es que quedan los testimonios de la obra”, reflexionó Ortiz Gaitán.

En sus últimos días el artista se encontraba deprimido pues su casa de San Jerónimo, la cual estaba insertada en la lava y tenía numerosos motivos con mosaicos, fue destruida por quien compró el inmueble; a esto se sumó el fallecimiento de Frida Kahlo y Diego Rivera, por lo que sentía que su vida iba en declive y también que era incomprendido por varios de sus colegas debido a sus posturas ideológicas, hechos que lo llevaron a decidir el fin a su existencia.

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