Agroecosistemas como la chinampa y la milpa, herencia indígena milenaria de agricultura sostenible, continúan vivos y modificándose, como ocurre con la cultura en general; no pueden mantenerse estáticas ya que en cada momento de la historia se tienen necesidades diversas, consideró la docente de la licenciatura de Gastronomía y Ciencia de los Alimentos del Centro de Estudios Superiores San Ángel, Yolanda García González.
Al dictar la conferencia “El ayer y el hoy de las prácticas agrícolas ancestrales: la milpa y la chinampa”, dijo que a lo largo del tiempo han traído consigo la base de nuestra alimentación, cuyos productos siguen presentes hasta nuestros días y los hemos ligado al proceso fisiológico del ecosistema y de identidad.
En ocasión del Seminario Permanente en Agricultura, Alimentación y Sostenibilidad del Programa Universitario de Alimentación Sostenible de la UNAM, explicó que ambos sistemas son fuente de conocimiento, los utilicemos o no.
Como citadinos nos ayudaría a comprender la crónica de nuestra ciudad, aunque también son objeto de prejuicios por cuestiones del uso de agua contaminada para los cultivos.
En la actualidad se han puesto de moda; sin embargo, hay tendencias que nos llevan a caer en el peligro de considerar que aquello que estamos consumiendo no está acondicionado para nuestro organismo. Pero si conocemos cómo funcionan y de dónde provienen podríamos hacer a un lado numerosos estigmas hacia estos modos de cultivo y tener en mente su correcto empleo para que aporten beneficio a nuestra salud.
La chinampa -expuso- es una estructura que se construye expresamente dentro del agua y casi todas las hortalizas pueden cultivarse. Gracias a estos alimentos se inculca una adaptación, asimilación y sincretismo alimentarios, porque la mayoría de los que arribaron a México en el siglo XVI, por ejemplo el rábano, la familia de las coles, nabos, etcétera, fueron esenciales para reproducir el alimento lo más pronto posible, a fin de que los colonizadores no murieran de hambre, esa fue una de las regulaciones de la corona española.
A su vez, la milpa es un sistema tradicional que data también de la época prehispánica; constituye un espacio de recursos genéticos, nos aporta conocimiento, sabores, colores, texturas y salud.
En la actualidad pueden recuperar la utilidad que tuvieron en el México mesoamericano, aunque para ello se requiere de esfuerzo, como divulgar su significado, la manera en que están constituidos y establecer huertos o milpas escolares, con el objetivo de fomentar en los infantes, principalmente, la importancia de producir nuestros propios alimentos y volver a una dieta más saludable y sostenible.
También para saber quiénes somos a través de lo que cultivamos y comemos. “Como mexicanos, eso nos brindará una conciencia inmediata de nuestra identidad, pero también a los extranjeros que pudieran estar en contacto con ello para conocer y reconocer estos sistemas que perduran hasta nuestros días, a pesar de la colonización, apuntó.
García González indicó que vivimos un momento clave para el desarrollo de la alimentación en el mundo. Estamos inmersos en estos esfuerzos de sostenibilidad, contar con la enseñanza ancestral nos permitiría aprovechar los recursos inmersos en una milpa o una chinampa.
“Tenemos aún ese privilegio de ir a un tianguis y seguir encontrando esos productos, alimentarnos de esa forma y hacer nuevamente ese ciclo que beneficie al ambiente y al ser humano”, enfatizó.
Numerosos ecosistemas
De acuerdo con Rafael Rodríguez Martínez, biólogo por la Facultad de Ciencias y pasante de Literatura Dramática y Teatro por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, planteó:
Un aspecto importante de la milpa es el trabajo en equipo de organismos del suelo y hortalizas. “Hasta ahora tenemos el antecedente del ciclo del nitrógeno, que pasa por el frijol, las hojas de las calabazas que cubren el suelo, la capsaicina de los chiles que funciona como insecticida, y el maíz, uno de los productos energéticos de mayor importancia histórica, culinaria, cultural y biológica en México”.
Coincidió en que la milpa puede estar dentro o fuera de la chinampa. En este caso hay una integración que podría verse corrompida por la comercialización. “En ocasiones, el capitalismo atraviesa los intereses de las personas y si hay productores que desean mayor rapidez en su producción para solventar una ayuda económica, irrumpen en este sistema generando problemas de otra índole. Por ejemplo, de suelo que impacta a otras especies, o la entrada de organismos inoculados, como los transgénicos”.
En ocasiones, expresó, se romantiza que las chinampas en sí mismas son ecosistemas, y en realidad son numerosos ecosistemas a su interior y, en conjunto, constituyen un bioma y el cúmulo de estos conforman la biósfera.