En Quintana Roo el PRI pierde el registro local, lo que quiere decir que el pueblo le quitó el derecho a participar en las próximas elecciones para renovar a los diputados locales y presidentes municipales.

En otras palabras, desaparece como organismo político en esa entidad, aunque a nivel nacional conserva su derecho a participar en elecciones de diputados federales, senadores y presidente de la República.

En alguna época de los últimos 20 años el PRD llegó a convertirse en segunda y tercera fuerza política federal, porque en casi todos los estados tenía presencia significativa, pero ahora este organismo político paulatinamente desaparece de la escena electoral, con peligro de ser borrado totalmente en todo el país.

Esto se demuestra con el resultado de los comicios del domingo pasado en Durango, Quintana Roo, Hidalgo, Tamaulipas, Oaxaca y Aguascalientes y donde solo en las dos últimas entidades logró conservar el derecho a seguir participando en luchas políticas locales, mientras en las primeras cuatro lo perdió.

En el mismo escenario se encuentran el PVEM y PT, aliados de Morena, y de acuerdo con los primeros conteos preliminares, ambos organismos políticos desaparecen de la lucha electoral en Aguascalientes y se enfilan en perder el mismo derecho local en Hidalgo, Tamaulipas y Durango.

Y por el mismo camino anda el partido Movimiento Ciudadano, organismo que si bien gobierna en las posiciones políticas más importantes de Nuevo León y Jalisco, en el resto de las entidades federativas va a la baja, como se demostrará al final del conteo de votos en las seis entidades del domingo pasado.

Así las cosas, todos estos partidos, aun con sus alianzas con los únicos inapelables partidos con mayor presencia nacional, Morena y PAN, son los grandes perdedores.

Pero morenistas y panistas no se deben dar por satisfechos con los resultados, porque, a fuerza de ser sinceros en la reflexión política, más de la mitad de los electores de las seis entidades mandaron el mensaje de que los desprecia al no acudir a las urnas a manifestar su voluntad, lo que se traduce en un absoluto e inapelable triunfo del abstencionismo.

Esa es la auténtica realidad de lo ocurrido en los seis estados.