*Jugando a la democracia

A las elecciones del pasado 2 de julio las quieren pintar de democráticas cuando la realidad es que se podrían jactar de todo, menos de democráticas, comenzando por el inicio de la campaña de dos de las candidatas, que de manera descarada arrancaron su campaña antes de tiempo.

Independientemente del resultado y de que si votaron tantos millones por una candidata y otros tantos por la otra, lo cierto es que la trampa y el engaño estuvieron a la orden del día, aunado, como siempre, al desinterés mostrado por más de una tercera parte del electorado que no pudo o no se le dio la gana votar, y a la intromisión persistente y cínica del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que cada que pudo brindó apoyo a su candidata Claudia Sheinbaum, lo que puso en desventaja a los otros contrincantes que más que pelearse contra ellos mismos, tuvieron que nadar contracorriente cada que se daban a conocer los resultados, a veces disparatados, de las encuestas y que marcaban como favorita a la candidata del partido oficial.

El resultado para la vencedora estaba más que cantado, para la perdedora se prestaba a un riguroso cuestionamiento que no cuadraba con los datos que le presentó su equipo de campaña o que le hicieron creer algunos de sus allegados y que crearon en millones de mexicanos la ilusión y la gran posibilidad de sacar a Morena del poder y acabar, de una vez por todas, con el segundo piso de la cuarta transformación.

Supongo que en la democracia el piso es parejo para todos los que aspiran a ocupar un puesto de elección popular, aunque se sabe de antemano que siempre el partido político gobernante hace todo lo posible y se allega de recursos públicos para apuntalar a su candidato y asegurarle el triunfo a costa de lo que sea, de quien sea y de la manera que se pueda, sin pensar, claro está, si el método empleado es democrático o no.

El porcentaje del electorado que votó en las elecciones federales de México en 2024 fue de aproximadamente 60 a 61.5% de mexicanos en posibilidad de votar, lo que representa un nivel de participación menor que en las elecciones de 2018, en las que participaron 63.4% de los ciudadanos en la Lista Nominal de Electores (LNE).

De lo anterior se desprende que Xóchitl Gálvez obtuvo el 28% de los votos, mientras que Claudia Sheinbaum obtuvo el 59% y Jorge Álvarez Máynez el 11%, aproximadamente.

La “democracia” la ejercieron casi el 61% de los ciudadanos en posibilidades de votar, mientras que alrededor del 40% ni siquiera se dignó a acercarse a las urnas haciéndole el feo a la tan cacareada democracia.

Tenemos a un presidente mentiroso y entrometido en un proceso electoral haciendo lo prohibido; a un Instituto Nacional Electoral sometido, a unas candidatas y a un candidato que lejos de enaltecer la democracia se la pasaron entre dimes y diretes, y cuya reputación no alcanzaba, ni de chiste, para poder ser una digna o digno aspirante a la presidencia.

Constaté la desfachatez de los líderes de los partidos políticos valiéndose de la mentira, del escándalo y de prácticas antidemocráticas para apuntalar a sus respectivos candidatos y, en algunos, asegurarse una curul en el próximo sexenio, vi a un electorado indeciso, convenenciero y en gran parte ignorante, haciendo uso de un voto no razonado, dejándose llevar más por la conveniencia, el miedo y de la información que pescaban a través de los medios de comunicación y de los líderes de opinión, eso sin contar la participación que pudiera tener el crimen organizado en el pasado proceso electoral.

Lo cierto es que nos encanta jugar a la democracia y auto engañarnos con que el resultado obtenido en las pasadas elecciones es porque así lo quiso el pueblo, independientemente del resultado obtenido.

Se sabe que es una mentira más que pone en circulación el gobierno en el poder para hacernos creer que todo se hizo como mandan los cánones, que la ganadora la escogió el pueblo, cuando mucho más de la mitad de los electores no votó por ella.

Pero bueno, basta un voto de diferencia para obtener el triunfo, para quejarnos durante un sexenio del mandatario en turno, para recriminarle a los que no votaron que no se quejen porque gran parte de la situación en la que se encuentre el país es su culpa por no votar.

¿Cuál democracia, cuál participación ciudadana, si en 2024 bajó con respecto a 2018 y 2012? Bendita sea nuestra ceguera.

Hasta la próxima,

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