*Ni a cuál irle
Tal vez las próximas elecciones presidenciales en México sean las más desangeladas de las que tenga memoria, las dos candidatas y el único candidato no acaban de convencer, por el contrario, siguen causando decepción y animadversión por parte del electorado, que ve en ellos, no una buena alternativa para suceder al actual presidente, sino como una opción para elegir al menos peor o votar por el o la que pueda cortar la continuidad del actual gobierno.
Se esfuerzan, si a eso se le puede llamar esfuerzo, por hacer creer a los mexicanos que tienen una popularidad descomunal, que son capaces de convocar a multitudes, que lo mucho o poco que han hecho como servidores públicos es suficiente o rebasa las expectativas de alguien que ha cumplido con su deber y que durante su administración todo ha marchado viento en popa a diferencia de como lo hizo su antecesor o antecesora.
Niegan el acarreo, aluden a la voluntad personal de sus simpatizantes para tratar de demostrar que estos últimos están por iniciativa propia y no por haber sido coaccionados para hacer acto de presencia.
El selecto grupo que los rodea y los acompaña lo conforman generalmente los mismos de siempre (unos impuestos, otros por pago de cuotas de poder, unos más porque son amigos entrañables y los menos, porque poseen cualidades especiales que le sirven al candidato para entronarse, pero una vez obtenido el triunfo son desechados).
La cuestión es que la mentada democracia, de la que se habla durante cualquier campaña política por insignificante que sea, se desdeñada desde las misma entrañas del poder.
¿Podría destacar algún mérito de Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum, el otro no lo recuerdo, creo que es Jorge Álvarez (Movimiento Ciudadano se lo sacó de la manga sólo para mosquear al tan mosqueado proceso electoral de 2024)? Por mucho que hayan hecho cosas buenas no alcanzan los méritos suficientes para sentarse en la silla presidencial.
No es necesario descalificarlos o hablar mal de ellos porque precisamente son ellos los que se encargan de hacerlo como trillada táctica para posicionarse en el gusto del respetable.
¿Alguno ganaría la contienda con el solo hecho de restregarnos sus logros y su trabajo realizado a lo largo de su vida política (la personal no nos interesa, solo a ellos, para denostar al rival o como diría el despistado del Palacio: a sus adversarios)? ¿De qué otra forma llamarían la atención si no es mediante el escándalo?
Los millones de spots que escuchamos y vemos todos los días en los medios de comunicación jamás serán suficientes para vendernos su imagen, casi angelical e impoluta, ni la infinidad de promesas que todos los días hacen para persuadirnos de que realmente son, casi casi, el o la gobernante que cualquier nación quisiera tener y hasta perpetuar.
Si lo anterior no fuera suficiente recurren a la elaboración de encuestas, que no son otra cosa que una violación descarada del proceso electoral porque, se quiera o no, influyen en el ánimo y en el voto del ciudadano al escuchar, todos los días, que tal o cual lleva infinidad de puntos de ventaja o que, si las votaciones fueran el día de hoy, fulano o perengano, ganaría.
Conforme transcurre la contienda y se saben los resultados, estos son muy diferentes a los que señalaron varias encuestadoras. Otros dirán que alguna fue certera por aproximarse, con increíble precisión, a los resultados finales, sin aclarar que, durante meses, inclusive años, nombraron a un ganador, lo cual influye en infinidad de despistados, que a su vez les comentan a sus allegados que no tiene caso votar porque se sabe “desdenantes” quién ganará y es imposible remontar ese resultado.
El proceso democrático no deja de ser una utopía para propios y extraños o será que tal vez tengo una idea muy diferente de lo que significa democracia y que lo que me enseñaron en el colegio fue una burda mentira y no significa “sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”, como se asienta en el diccionario; sino al contrario, es un absoluto cochinero en donde se revuelcan un sinfín de lambiscones para hacerse de poder y encumbrar, de cualquier manera posible, sin importar los medios, a una persona que seguirá fastidiando, durante seis años, a un país cuyos ciudadanos le toleran todo a cambio de casi nada, y otros tantos ven la manera de ingresar a la lista de los más ricos y enquistar a parientes y amigos en la jugada, por los cuales votarán las masas en las próximas elecciones.
Es la historia sin fin, el teatro de todos los días, en donde no están todos los que son ni son todos los que están, sino por lo general aquellos a los que solo les interesa su beneficio personal engañando a la gente, detractándola, pasando por encima de ella o lo que es peor: borrándola de la faz de la tierra para encumbrarse y decir que, sin ellos, estaríamos completamente perdidos.
Juguemos a la democracia, hagamos caso a las encuestas, dejémonos influenciar por los medios de comunicación y comunicadores, apoyémonos en nuestro instinto visceral y finjamos que somo demócratas, sigamos diciendo que muy pronto todo va a cambiar, que ahora sí el que viene será el bueno, aunque solo baste una dádiva para, de un día a otro, vender nuestro voto al mejor (im)postor. Sinceramente no hay a cuál irle.
¡Hasta la próxima!