*Voto de castigo

Parece que estoy viendo las elecciones de 2018 cuando el actual presidente era el candidato de Morena y todo indicaba (como lo fue) que arrasaría a sus contrincantes. Me remonto más de dos décadas atrás y lo mismo sucedía con Vicente Fox, que aplastaría al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Labastida Ochoa y acabaría con 71 años de priato.

Ambas elecciones y ambos triunfos traían una enorme esperanza para el pueblo mexicano porque en las dos contiendas el derrotado era el PRI, los mexicanos cifraban sus esperanzas tanto en Vicente Fox Quesada como en Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pero a lo largo de sus sexenios esas esperanzas se desvanecieron y era la misma gata, pero revolcada. El sexenio de Obrador aún no termina.

Como hace casi 6 y 24 años, infinidad de mexicanos deseaban vehementemente que el gobierno de ese entonces se terminara de una buena vez y que los dos presidentes en turno se largaran con toda la bola de corruptos que se aferraban a su alrededor. Ambos sabían que los votos obtenidos respondían más a un hartazgo por el pésimo desempeño y actuar del gobierno en funciones, que por la simpatía de los que resultaron ganadores. No aplicaron aquel adagio que a la letra dice: “más vale malo por conocido, que bueno por conocer” y los no conocidos resultaron igual de malos que sus antecesores.

En el complejo entramado de la democracia moderna, el "voto de castigo" se puede ver como una fuerza significativa que le da forma al paisaje político y redefine las dinámicas electorales.

Este fenómeno político parece que se volverá a manifestar en 2024 porque los electores, insatisfechos con el desempeño de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), su principal líder y varios de sus representantes, expresarán su descontento a través del sufragio, retirando, hasta donde sé, el apoyo de más de 9 millones de ciudadanos decepcionados que en 2018 le dieron el voto a AMLO como opositor.

Aunque en esta ocasión las figuras principales son dos mujeres, una de las cuales resultará triunfadora, no veremos nada nuevo bajo el sol, por el contrario, se le habrá dado paso a la añeja decadencia política y será evidente que la corrupción y las mentiras seguirán prevaleciendo en el siguiente sexenio.

En mayor o menor medida la equidad de género, más que beneficios, ha traído a la escena política el nuevo rostro de la corrupción. Basta con ver como se echan en cara, ambas candidatas, innumerables delitos que supuestamente han cometido y sólo se limitan a decir que, de ser cierto, denuncien y presenten pruebas.

La mentira siempre como encubierto estandarte de promesas que, en su mayoría, jamás se van a cumplir. Por ello, surge el voto de castigo, para reflejar una forma de responsabilidad electoral por parte de los ciudadanos que perciben que el partido en el poder no ha cumplido con sus expectativas o ha llevado a cabo políticas que contradicen sus valores o intereses, aunque este tipo de voto no necesariamente se dirige hacia un partido de oposición específico, sino que puede manifestarse como una abstención o como un apoyo a opciones alternativas, incluidos partidos emergentes o movimientos independientes y ya sabemos cuál es el resultado: el surgimiento de partidos parásitos como el Verde, el del Trabajo, el de la Revolución Democrática y el de Movimiento Ciudadano que quiere posicionarse en el gusto de la ciudadanía y como tercera fuerza política, aunque su dirigente sea un ex presidiario.

Los resultados electorales pueden llevar a cambios significativos en la composición del gobierno, aunque por lo menos en dos ocasiones he visto que las malas mañas y los vicios se han heredado con la entrada de nuevos partidos o la redistribución del poder entre los existentes.

Mucha gente no está convencida ni con Claudia ni con Xóchitl, pero no hay opciones y los resultados del voto de castigo de nuevo enviarán un mensaje claro a los partidos políticos sobre las expectativas y demandas de los electores, pero ni con eso los susodichos reflexionan sobre sus políticas y acciones.

Lo que menos les interesa es corregir su curso para recuperar la confianza perdida de los electores.

Los líderes no están atentos a las señales que emiten los votantes y están lejos de ver y de reconocer que el apoyo electoral no es estático y debe ganarse y mantenerse a través del servicio público efectivo y la representación fiel de los intereses del pueblo. Despistados al fin.

Hasta la próxima.

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