*Corcholatas vemos, Adán ni tan a gusto sabemos…

Como alfil leal y nada carismático, Adán Augusto sigue al pie de la letra lo que su jefe-amigo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) le encarga: fungir de “corcholata” para hacerle creer al respetable que no hay tapado, mucho menos dedazo y que la competencia es totalmente democrática.

Su carrera política descansa en la sombra de AMLO y como se conocen desde hace muchos años es, hoy por hoy, el hombre más cercano y al que más confianza le tiene el “macuspano”, pese a los innumerables escándalos protagonizado por el primero y cuyas pruebas irrefutables se minimizan con la simple frase “yo tengo otros datos”.

Algunos afirman que eso tiene hasta el copete a López, como cuando a Adán se le relacionó con la diputada morenista Andrea Chávez Treviño, ex coordinadora de campaña de Adriancito, y quien coincidentemente llegó a ese escaño por la vía plurinominal.

La dama en cuestión debe tener un “talento y encanto” nato que sedujo a Adán como lo hiciera Eva en el Paraíso, a tal grado que hizo a un lado a César Yáñez, el hombre que literalmente estuvo pegado a AMLO durante varios años.

Augusto sigue casi los mismos pasos que su actual jefe, como si le viniera pisando los talones: primero fue priista, después perredista y finalmente morenista, dicen que lo chapulín se pega y vaya que se le pegó.

Estoy casi seguro que es el elegido, basta con recordar que se necesita 90% de lealtad y 10% de capacidad, y el ex secretario de gobernación lo tiene, tal vez 99% de lealtad y el otro 1% está en duda, por ello ocupó diversos cargos públicos tanto a nivel local como federal: diputado y senador por el Partido de la Revolución Democrática; gobernador y secretario de gobernación por el Partido Morena.

¿Qué lo distingue de los demás contendientes y qué propone para el futuro del país? No lo distingue absolutamente nada, es igual o peor que los demás y propone lo que le dice su jefe que debe proponer.

No hay que olvidar que, en 2015, ya como morenista, fue candidato a gobernador de Tabasco, pero perdió ante el perredista Arturo Núñez Jiménez.

Sin embargo, en 2018, logró ganar la gubernatura con el 61% de los votos, como parte de la ola morenista que arrasó en el país, logro obtenido gracias a la imagen e influencia política de su presidente, de no ser así, de nuevo la derrota lo hubiera arropado.

Siendo gobernador impulsó programas sociales, supuestas obras públicas y simuló interesarse por la seguridad y el combate contra la corrupción.

Entregó becas y apoyos a estudiantes, adultos mayores y personas con discapacidad; supuestamente fortaleció la coordinación con las fuerzas federales para reducir los índices delictivos; y la sanción a funcionarios y exfuncionarios involucrados en actos ilícitos. ¿A quién se parece?

En agosto de 2021, contra toda su voluntad, renunció a la gubernatura de Tabasco para asumir la Secretaría de Gobernación (Segob), en sustitución de la gris Olga Sánchez Cordero, no tuvo la alternativa de decir no. Desde esa posición se convirtió en el brazo derecho de Obrador, como encargado de coordinar la política interna del país, coordinación que fue en apariencia, porque todo se coordina desde La Mañanera.

Fue responsable de atender temas sensibles como migración, derechos humanos, seguridad nacional, la reforma electoral y la consulta popular para enjuiciar a los expresidentes. Asimismo, fungió como vocero del gobierno federal ante las crisis sanitaria y económica provocadas por la pandemia de Covid-19, nuevamente todo eso coordinado desde La Mañanera.

Pero viéndolo fríamente solo se desempeña como comparsa de ya saben quién y eso, pienso, lo coloca en el primero en la fila para suceder a su paisano, no en balde se declaró heredero del proyecto de López Obrador y aseguró que su propuesta es dar continuidad a la cuarta transformación (¡Qué insistencia la suya!).

Dijo que no cambiaría nada de lo hecho por el actual gobierno en materia de bienestar social, seguridad o educación, palabras que suenan en los oídos del inquilino de Palacio Nacional, como el canto de las sirenas en los de Ulises, en la Odisea.

Insisto, Adán Augusto tiene a su favor la cercanía personal e ideológica con López Obrador, su experiencia como gobernador y secretario de Gobernación y su conocimiento, a modo, de los temas nacionales e internacionales. Sin embargo, también enfrenta retos como mejorar su imagen pública, (algo que veo casi imposible), ampliar su base de apoyo y diferenciarse de los demás aspirantes, esto último no le costará nadita de trabajo, porque basta con verlo y oírlo.

Adán será el elegido por el poco y desangelado éxito que ha tenido la ex jefa de Gobierno pese a toda la ayuda que le brinda el Gobierno Federal, es el Plan B de López, por eso lo jaló desde la gubernatura de Tabasco, para posicionarlo como secretario de estado, hacerlo presidenciable e incrustarlo en la campaña electoral, disfrazada como evento para ganar la “coordinación nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta transformación”. No tiene facha de candidato y mucho menos posibilidades de ganar de manera democrática, pero para mí es el tapado destapado.

Nos leemos la próxima semana.

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