*La Guerra que ya llegó

Las declaraciones zafias e insolentes del senador estadounidense John Neely Kennedy, referentes a que de no ser por Estados Unidos en México estaríamos comiendo alimento para gatos de una lata detrás de un restaurant, desató las respuestas más tibias y torpes por parte del gobierno nacional al no responder en términos enérgicos, serios y con datos sólidos.

El embajador mexicano Esteban Moctezuma Barragán, se limitó a decirle “vulgar, desinformado y racista”. La Jefa de Gobierno de la CDMX, inopinada y oficiosamente lo calificó de “racista e ignorante”, lo que supongo debe haberle provocado un shock al parlamentario yanqui. Lo que no señaló la cancillería, el embajador ni la espontánea funcionaria, fueron los argumentos sólidos y documentados para contradecir a Kennedy; por la simple y sencilla razón que no los tienen.

Las declaraciones del pelmazo norteamericano no fueron gratuitas, desde marzo de 2021 ante un Comité del Congreso, el general Glen D. Van Herk, Jefe del Comando Norte de EU, declaró que los problemas que enfrenta la frontera sur de ese país (México), como la migración, son impulsados por desastres naturales, la pandemia de COVID-19 y las organizaciones criminales que controlan entre 30% y 35% del territorio de México*.

En esa ocasión, por toda respuesta en la mañanera se aseguró: "no es cierto lo que se sostiene, pero respetamos las opiniones de todos; nosotros vamos a seguir teniendo buenas relaciones con el gobierno de Estados Unidos, no nos vamos a pelear con Estados Unidos". Y quedaron en la creencia que ya se habían refutado las aseveraciones del militar y resuelto el problema.

 Pero es precisamente con base en esos datos que representantes y senadores norteamericanos han mantenido una presión continua y demandado acciones mucho más enérgicas y drásticas de las agencias norteamericanas como la DEA, CBP, FBI, CIA, NSA y del propio Ejército norteamericano para designar a los cárteles de la droga organizaciones terroristas, que según sus informes oficiales (sólo) por consumo de Fentanilo ha causado el año pasado la muerte de 110.236 personas**.

Dos años después (marzo 2023), el secretario de Estado,  Antony Blinken, en una audiencia ante un comité del Senado, reiteró lo dicho por Van Herk, sobre el dominio de los cárteles de la droga en México y precisó que “el 96% del volumen que entra en EE UU procedente de su país vecino lo hace por los puestos fronterizos oficiales. El jefe de la diplomacia estadounidense también quiso puntualizar que el Fentanilo es un problema que “va en aumento” en México y cada vez deja más víctimas en esa nación”.

Por su parte la Casa Blanca recomendó usar las sanciones económicas del Departamento del Tesoro, para que así los narcos “no puedan usar a su familia o a sus amigos para ocultar sus activos fuera del alcance del Gobierno estadounidense”**.

Ahora sí. Hablemos en serio.

Hemos comprobado durante años que el quedarnos en la mera disputa de declaraciones, desmentidos y aseveraciones cínicas no nos han resuelto nada en ambos lados de la frontera, por eso me permito referir aquí el excelente artículo del Dr. Herfried Münkler, sobre “Las guerras del siglo XXI”, publicado en la página oficial de la Cruz Roja Internacional***.

 Münkler comienza por recordarnos que Karl von Clausewitz, describió “la guerra como "un verdadero camaleón”, que cambia permanentemente y adapta su apariencia a las variables condiciones sociopolíticas en que se libra” y explicó esta metáfora distinguiendo tres elementos de la guerra: la violencia intrínseca de sus componentes (el populacho); la creatividad de los estrategas (los generales) y la racionalidad de quienes toman las decisiones políticas (los políticos o gobernantes).

Aunque todo mundo nos fuimos con la finta de que la guerra es asunto de militares y ejércitos por la invasión a Ucrania. Al parecer se nos olvidó que “desde el 11 de septiembre de 2001, somos conscientes de que una simple navaja, si se la emplea para secuestrar un avión y estrellarlo contra edificios o ciudades, puede servir para hacer temblar los cimientos de una superpotencia”. Los comandos terroristas pudieron “preparar los ataques sigilosa y tranquilamente, y transformar luego los aviones en cohetes y el combustible en explosivo. Mohammed Atta y sus cómplices atacaron a Estados Unidos empleando como armas la propia velocidad de este país, desde la concentración y la intensidad del transporte aéreo hasta los medios informativos, que transmitieron la catástrofe del 11 de septiembre de 2001 al mundo entero en tiempo real”***.

En las nuevas guerras, la fuerza se ha convertido en una fuente de ingresos para quienes poseen armas y están dispuestos a usarlas, ya sea para procurarse medios de subsistencia, ya sea, con frecuencia, para enriquecerse. De modo que, en las nuevas guerras, reaparece el viejo axioma: la guerra se alimenta de la guerra, y por eso hay que alimentarla con la guerra***. Nada de abrazos y estupideces.

Así, las nuevas guerras se caracterizan por la emergencia de jefes militares que controlan un territorio por la fuerza de las armas a fin de explotar sus recursos naturales, desde petróleo y minerales hasta metales preciosos y diamantes, o de expedir licencias para su explotación. Paralelamente, no sólo se advierte una proliferación de los mercenarios –la mano de obra bien remunerada de estas guerras– sino un uso creciente de niños soldados, que han demostrado ser un medio de guerra económico y eficaz.

La indiferencia de estos niños al peligro, su brutalidad y crueldad con los adversarios, los problemas que plantea el hecho de tener que luchar contra ellos, en particular a las fuerzas internacionales de mantenimiento de la paz, el hecho de que basta proporcionarles drogas y alimentos para tener garantizada su obediencia, son factores que han hecho de los niños soldados uno de los instrumentos favoritos de los jefes militares. Y, desde otro punto de vista, la pobreza y el desamparo que reinan en muchas partes del Tercer Mundo han alcanzado tales proporciones que para poder alimentarse con regularidad o, cuando esto no es posible, para conseguir lo que necesitan mediante el pillaje, muchos niños están dispuestos a alistarse al servicio de un jefe militar. Según ha calculado la ONU, hay en el mundo unos 300.000 niños soldados, definidos como niños de ocho a catorce años, incorporados permanentemente en las filas de una parte beligerante, que llevan armas y las usan en su nombre***.

La guerra privada y por su propia cuenta no se ha vuelto sólo atractiva a causa de la desintegración del Estado en muchas partes del denominado Tercer Mundo, sino también, y especialmente, por la facilidad con que las economías de guerra civil son capaces de explotar los flujos de bienes y capitales en el mercado mundial.

Además del petróleo y de materias primas de importancia estratégica, como las menas y los minerales, el oro y los diamantes, los jefes militares utilizan sobre todo bienes ilícitos o provistos de certificados fraudulentos para financiar sus guerras y amasar con frecuencia enormes fortunas. El narcotráfico y, cada vez más, la trata de mujeres jóvenes también resultan sumamente lucrativos, debido a la fuerte demanda en los países ricos. Las entidades económicas de los países de la OCDE no están exentas de toda culpa por lo que respecta a la renaciente rentabilidad de la guerra***.

Ya continuaremos con este asunto, pero si quiero dejar muy claro que este país está en guerra desde hace más de 20 años y no se puede culpar a personas, instituciones o a la mala suerte.  Ha sido la voracidad, la corrupción, la inmoralidad y la irresponsabilidad de nuestros gobernantes los que no han puesto en esta situación que como ya vimos muchos ni siquiera vislumbrábamos

*https://politica.expansion.mx/mexico/2021/07/08/autoridades-se-reunen-

**https://elpais.com/internacional/2023-03-23/blinken-afirma-que-los-carteles-de-la-droga

***https://www.icrc.org/es/doc/resources/documents/misc/5tedfy.htm