*La Guerra que ya llegó (II)

Tal y como se precisó en la primera parte de este trabajo, los conflictos armados desde hace décadas dejaron de ser exclusivos de los ejércitos; los terroristas, las guerrillas, los narcotraficantes, los contrabandistas, los tratantes de personas y toda la gama de grupos de insurrección, resistencia, criminalidad o comercio ilegal que va desde animales hasta joyas, pasando por materias primas, personas y las propias armas pueden provocar lo que los expertos denominan “Conflictos de Baja Intensidad” (CBI).

Aunque desde su definición se advierte que el término CBI puede ser un eufemismo; “para las personas directamente afectadas, la amenaza es inmediata y vital. Mientras que para los no directamente involucrados se aprecia como un conflicto sutil, indirecto y de largo plazo; pero potencialmente se puede convertir algo mucho más serio.

Las acciones que tienen lugar en un CBI son distinguibles de una guerra convencional, más por sus diferencias de clase que por el grado de intensidad”*.

En el caso de México, el dominio de los cárteles del 35% del territorio se ha manejado y se sigue tratando como un conflicto de baja intensidad, aunque como ya señalamos existan regiones enteras asoladas, amenazadas y atacadas por delincuentes, las acciones no han escalado al nivel de un conflicto bélico propiamente dicho, salvo cuando la detención y posterior liberación de Ovidio Guzmán (el Ratón), en que una ciudad capital completa fue atacada multitudinariamente a fuego vivo por los sicarios del narco.

No hubo enfrentamiento con el Ejército, la policía, la Guardia Nacional o cualquier agrupamiento de seguridad porque el Jefe Supremo ordenó la inmediata liberación del sujeto y no se ejerció acción judicial en contra de los pistoleros e incendiarios, que esos sí, atacaron a población civil, destruyeron vehículos e incendiaron casas, negocios y todo lo que sirviera para liberar a su patrón.

Ahora bien, ¿por qué si en México el Ejército cuenta con la tecnología y los medios necesarios para detener y encarcelar a las diferentes catervas de narcos, extorsionadores y criminales de toda laya no actúa? Pues simple y llanamente porque no se los han ordenado.

No está de más recordar que en 1994, las fuerzas castrenses mexicanas tenían perfectamente ubicados y rodeados a un contingente enorme de los miembros del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional con el farsante del sub-comediante Marcos al frente, y si no fueron detenidos o masacrados fue porque al igual que en el caso de el Ratón, la orden de Los Pinos fue: retrocedan.

De igual manera, cuando el Ejército recuperó las instalaciones de Ciudad Universitaria tomadas por el Mosh y compañía,  después  de un año, sin necesidad de lastimar o asesinar a nadie, fueron devueltas a las autoridades universitarias, a pesar del enorme daño que le hicieron a millares de estudiantes, profesores, investigadores y trabajadores.

Nadie pide políticas de exterminio, genocidio o las zarandajas que se han dicho en palacio, pero si exigimos responsabilidad y programas de seguridad a los que tenemos derecho desde el día en que nacimos.

Las políticas de atacar a los cárteles y a las bandas por la vía económica como se ha sugerido desde Washington hace décadas, tampoco se ha puesto en práctica por motivos desconocidos, ya que se cuenta con los elementos, la metodología y las herramientas necesarias para detectar grandes flujos de dinero y más para mantener grupos tan grandes como los del Cártel de Sinaloa o el  Jalisco Nueva Generación.

Está más que estudiado y documentado que la lealtad, la bravura y el entusiasmo de los grupos paramilitares o mercenarios dura lo que dura su beneficio económico.

“Desde la Edad Media los mercenarios si no recibían la paga,  los jefes adoptaban la forma incivilizada de hacer la guerra contra la población, a la que sometían a pillajes y saqueos, incendiaban granjas y caseríos, mataban a los hombres y violaban a las mujeres, a fin de que todos comprendieran que era mejor pagar escrupulosamente que ser sometido a esa forma extrema de cobrarse una deuda”**.

Así que el no aplicar la máxima de que si se acaba el dinero, se acabó la confianza, la fidelidad y la bravura, es simple y sencillamente porque no quiere; un mercenario sin paga se convierte en un cheque al portador para muchos interesados en utilizarlos. ¿O será que todavía no lo saben?

Y en el colmo de lo inverosímil ¿qué tienen que hacer los subsecretarios de gobernación, los alcaldes, los regidores y las autoridades entrevistándose con los narcos o los cabecillas del crimen en los distintos municipios?

¿Cómo es posible que corran millones y millones de pesos en zonas alejadas del país para pagar la nómina de los narcos, se organicen fiestas de fantasía, se contraten bandas y grupos famosos, se reúnan por centenas camionetas, camionetitas, camionetotas, automóviles de súper lujo, se hagan consumos de derroche y las haciendas locales, la UIF, las fiscalías, los órganos de inteligencia civil y militar, los policías locales no se enteren de nada? Nadie sabe nada. Como en el Monje Loco: Nadie sabe… nadie supo.

Y mientras tanto… Que siga la fiesta, y el crimen.   

*https://www.globalsecurity.org/military/library/policy/army/fm/100-20/10020int.htm

** https://www.icrc.org/es/doc/resources/documents/misc/5tedfy.htm