Todavía está fresca en la memoria del pueblo, sabio y mucha pieza, el contenido de uno de los discursos con que avanzó los primeros años de su gobierno el presidente Andrés Manuel López Obrador, relativo a la inseguridad y el salvajismo con que se comportaban los delincuentes, incluidos los de cuello blanco…
Don Andrés pronunciaba frases como: “En México ya no hay masacres; ya no hay reguero de cadáveres como antes, ni cuerpos colgados en las avenidas de las ciudades, como ocurría antes, cuando, además, la orden era mátalos en caliente”…
Todo eso decía el mandatario y reforzaba su promesa de pacificar al país con aquello de que acusaría a los malosos con sus “mamás y abuelos”, al tiempo que hacía historia con la ya tristemente frase de “abrazos, no balazos”…
Bueno, pues ahora, cuando han transcurrido 54 meses de estar sentado en la silla del poder que adaptó en Palacio Nacional, y cuando solo faltan 15 meses para entregar la estafeta que tanto acaricia, han ocurrido tantas y verdaderas calamidades, que sería muy larga la reseña, pero baste con lo siguiente que publicó apenas el domingo pasado el periódico Reforma en su primera plana…
“Chilpancingo. Los cuerpos de siete personas –cinco hombres y dos mujeres- reportados como desaparecidos desde hace 14 días, fueron hallados ayer esparcidos en una avenida de esta ciudad. Las piernas, brazos y el dorso de las víctimas estaban regados sobre la vía 16 de septiembre. Dos de sus cabezas fueron colocadas en la cajuela y cinco en el cofre de una camioneta con placas de la Ciudad de México”…
Así las cosas, la pregunta es ¿no es esto desgarrador, sobre todo en un régimen de gobierno que se dice de izquierda y que prometió cosas tan ocurrentes como las descritas arriba?...
Que quede para la reflexión, porque son tiempos de revoltosos políticos y ansias de poder…