*“¿Has Comido hoy?”
En esta ocasión reproduciré una columna que escribí hace ya 18 años, el 2 de febrero de 2004 en Excélsior, y al final de la misma sólo le haré unas precisiones, y dice así:
¿Has comido hoy?: En 1968 seguía ocurriendo que cuando dos amigos chinos se encontraban no se preguntaban ¿cómo estás? , sino por antiquísima costumbre: ¿has comido hoy? Así nos relata en su último libro “La Tierra Explota”, Giovanni Sartori, las múltiples consecuencias que tiene y ha tenido el desgobernado crecimiento de la población, y que afortunadamente al menos en la China milenaria ya se saludan de manera menos cruel.
En efecto, a la humanidad le llevó prácticamente toda su historia alcanzar los mil millones de habitantes, y en tan sólo cien años hemos cuadruplicado el total de habitantes en el planeta, con las terribles consecuencias que padecemos desde hace algunas décadas, y que se han traducido en hambre, miseria, enfermedad, contaminación y muertes, desgraciadamente muchas más muertes de las que aún los medios de comunicación se niegan a informar. “Ya hoy más de 5 millones de personas mueren cada año, en las zonas más míseras, por beber agua contaminada…..y más de un quinto de la población mundial sufre escasez de agua potable. Para 2025 se prevé que dos mil millones de individuos no dispondrán de agua potable”.
Mientras Sartori y muchos otros intelectuales en el mundo se debaten sobre las consecuencias que tiene la sobrepoblación, en México seguimos escandalizándonos por el uso de un método anticonceptivo que desde la década pasada se utiliza libremente en Europa, sin que nadie (incluido el Vaticano), se hubiera atrevido a considerar a los franceses o italianos como “genocidas”, tal y como sucedió aquí. (Me refería a la píldora del día después).
Obviamente el problema de la sobrepoblación no es un tema extraño ni novedoso desde hace más de 30 años, cuando Aurelio Peccei y los miembros del llamado Club de Roma, solicitaron un estudio a investigadores del Massachusetts Institute of Techonolgy (MIT), para que explorasen los posibles futuros (escenarios) de la humanidad, basados en una serie de parámetros: desde la población a los consumos, la contaminación, los recursos. Y tal como señala Sartori: “en 1972 el informe del Club de Roma (al que siguieron otros, sobre temas de medio ambiente), fue como una pedrada en los cristales; al año siguiente la crisis petrolera dejó a todos con el trasero al aire. Una nueva prueba de que los recursos no son inagotables”.
Así pues, con datos duros y frases lapidarias, fácilmente comprobables en publicaciones especializadas, reportes de investigaciones, documentos oficiales y resultados de foros internacionales, Sartori vuelve a llamar la atención de la opinión pública mundial para que de una buena vez por todas se asuma con toda responsabilidad el compromiso de los gobiernos y los organismos internacionales para con las siguientes generaciones, a las que ya desde ahora se les está dejando un legado de problemas “mega complejos”, que debieron de empezarse a resolver desde hace varios años, y que los gobiernos, empezando por el de George Bush y terminando por el Vaticano, quieren seguir posponiendo bien por razones económicas, ideológicas o de doctrina.
Las manifestaciones de Seattle (entendidas como los antiglobalizadores), los complacientes informes de la FAO, los negros pronósticos de la Organización Mundial de la Salud, el recalentamiento de la Tierra, la escasez de agua, el empobrecimiento de la tierra, el aumento de la desertificación, la generación exagerada de basura, la descontrolada generación de contaminantes, la creciente sobrepoblación en los países más pobres, con el concomitante aumento del hambre, la enorme ola de migración hacia los países industrializados, son tan solo algunos de los múltiples factores que contribuyen a la supercomplejidad del problema, que pese a los enormes avances de la ciencia, tampoco será solo ésta la que lo resuelva.
Sartori señala que son innegables y evidentes los enormes beneficios y soluciones que ha aportado la ciencia y la técnica modernas, pero tampoco será su utilización la panacea o salvación de la humanidad, puesto que mientras más habitantes haya y más bocas haya que satisfacer, de igual manera la demanda de energía, de agua, de educación, de vivienda, salud y servicios, también se traducirá en un aumento en el desperdicio de recursos, generación de basuras, contaminación del medio ambiente, explotación desmedida de las tierras y robo de los pocos espacios vírgenes que nos quedan, recordemos que según los expertos dentro de 50 años seremos 9 mil millones, de los cuales mil millones estarán en occidente, que son los derrochadores, pero los microconsumidores ya serán 8 mil millones. “En ese momento, el colapso ambiental no será ya culpa de los occidentales, sino de la fecundidad”.
Hasta aquí la columna de hace 18 años, y solo quiero decirle que a la fecha ya son dos mil 200 millones de personas las que no disponen de agua bebible, y según la ONU, este 2022 alcanzaremos los 8 mil millones de habitantes en el planeta. Las enfermedades desconocidas desde el Sida hasta el Covid aparecen cada 4 o 5 años, y desgraciadamente cada día mueren 24 mil personas por hambre o sus causas relacionadas.
Y que conste que esto fue publicado hace 18 años y las cosas siguen igual o peor.