Por Samuel Schmidt

Trump enturbió las aguas del río en buena parte al convertir en agenda política lo más profundo de sus prejuicios, a favor de los valores y símbolos de un Estados Unidos esclavista y racista.

Los comentarios políticos se llenan de verdades de Perogrullo. Escuché en la TV que Estados Unidos en 2020 es distinto al de 2016. Si no lo dice, seguro que no nos damos cuenta.

El mismo río dos veces.

Esta forma de ver la realidad fue abordada por Heráclito unos cinco siglos antes de nuestra era, cuando sostuvo que: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.” Igual no hay razón para que la experta haya leído a Heráclito, aunque sería bueno nos explicara cómo cambió el país en ese plazo.

Son muchas las circunstancias que transforman la realidad, porque cotidianamente interactúan fuerzas internas y externas cuyo peso no es equitativo y que se mueven en direcciones esperadas y esperables, algunas que llegan a ser inconcebibles, especialmente por la activación de factores cuyo comportamiento es incierto, como ciertas conductas presidenciales.

La política es un factor de cambio importante, porque su acción influye en todos los ámbitos humanos (otra verdad de Perogrullo). Aunque lo haga de forma diferenciada generando reacciones disparejas que llegan a chocar entre sí. Veamos el caso de Trump que ante los llamados a las protestas pacíficas (el vandalismo duró un día) moviliza a las fuerzas “del orden” para utilizar una violencia extrema (gases, balas de goma y detenciones) en contra de los protestantes.

Sabiendo que ha perdido el apoyo y voto de los pacifistas, Trump busca congraciarse con una base social proclive a la solución violenta de las controversias.

La inercia presidencial

En política no hay vacíos. Cada presidente confronta las condiciones en las que recibió el país y actúa de acuerdo con sus principios ideológicos y en algunos, de acuerdo con lo que prometió en campaña. Otros responden a las demandas y presiones de grupos dominantes.

El nuevo gobierno se beneficia o perjudica de lo que podemos llamar inercia presidencial, o sea el efecto que permanece como resultado de la acción de la administración que termina. Obama tuvo que corregir el desastre construido por Bush y Trump se benefició por la gran recuperación con Obama; la inercia aporta condiciones y líneas de acción que tal vez no estaban planteadas en la campaña.

En Estados Unidos se registraba crecimiento económico y creación de empleo, pero de muy bajo salario, con lo cual la pobreza no cedía; Trump presumía de haber bajado el desempleo mientras que la gente seguía requiriendo de apoyos del Estado de bienestar como los suplementos alimentarios (conocidos como food stamps).

Impresión de crecimiento

La percepción también juega un rol importante para tomar ciertas decisiones. ¿Acaso la impresión de crecimiento de empleo y crecimiento económico convenció a Trump de que tenía una economía robusta como para utilizar masivamente las sanciones económicas como materia de política internacional? Actualmente Estados Unidos ejerce sanciones contra 30 países entre los que se encuentran: China, Irán, Rusia, Cuba, Corea del Norte, Siria, Sudán, Venezuela y hasta imposición de aranceles contra México y Canadá.

Hay argumentos sobre las sanciones: parten del principio que generan sufrimiento en la gente que la estimula para presionar y movilizarse hasta poder tirar al gobierno. En contra está que no se pueden garantizar las sanciones porque siempre habrá alguien interesado en evadirlas para beneficiarse. A éstos se debe aplicar sanciones, lo que amplía el conflicto.

El tercer elemento, es que los otros responden con la misma moneda y la economía doméstica termina por verse afectada. En la guerra comercial con China los productores estadounidenses de soya se vieron severamente afectados.

Cambió el país

Y por supuesto que los países cambian, dada la combinación de su tendencia histórica con la irrupción de nuevos eventos.

Trump introdujo tensiones que cambiaron al país y lo llevaron a vivir varias crisis simultáneas y no parece estar manejando bien ninguna de ellas.

La de salud, ante la cual esta enredado en una narrativa que trata de negar la verdadera dimensión de ser Estados Unidos el país más contagiado del mundo y con más muertos, mientras se pelea con los científicos.

La racial, ante la cual ha demostrado enorme insensibilidad y ha preferido la agresión contra los que protestan. Lo hizo en Washington y Portland y acusa a los afro-americanos de racistas.

Esclavista y racista

La económica, porque la economía finalmente no resistió las múltiples presiones y va de caída en gran medida por el encierro forzado por el COVID-19 y el freno republicano para los programas de rescate orientados a la sociedad. La corrupción del primer paquete benefició a los amigos y apoyadores de Trump neutralizando parte de su impacto buscado.

La social. Con Trump se abrió el dique que contenía al racismo y las fuerzas de ultraderecha se sintieron legitimadas. Se han registrado ahorcamientos, linchamientos y el asesinato de personas por la policía. Trump optó por ponerse del lado de los supremacistas blancos que están detrás de las balaceras y agresiones sociales, enfocando sus baterías en contra de las nuevas y viejas víctimas.

Trump enturbió las aguas del río en buena parte al convertir en agenda política lo más profundo de sus prejuicios. Si previamente se había destapado como misógino, ahora lo vemos prejuiciado a favor de los valores y símbolos de un Estados Unidos esclavista y racista.

Mala señal para el país, peor para la inercia que recibirá el triunfador en las elecciones de noviembre.

Save
Cookies user preferences
We use cookies to ensure you to get the best experience on our website. If you decline the use of cookies, this website may not function as expected.
Accept all
Decline all
Analytics
Tools used to analyze the data to measure the effectiveness of a website and to understand how it works.
Google Analytics
Accept
Decline
Unknown
Unknown
Accept
Decline