Por Mirella Cordeiro
(dpl news) Cuando se piensa en Inteligencia Artificial (IA) en el futuro, es común imaginar robots que dominan el mundo o que aprenden a tener sentimientos, como en la película A.I. – Inteligencia Artificial. Pero, ¿adónde vamos en la vida real?
En entrevista con DPL News, Gianluca Misuraca*, fundador y vicepresidente de Inspiring Futures, responsable de diplomacia tecnológica y gobernanza digital, evalúa que la tecnología se puede utilizar para mejorar la calidad de vida de la población si se aprovechan los sistemas de “manera inteligente”. También sopesó los riesgos de la IA e hizo recomendaciones para que los países aprovechen las oportunidades de la tecnología.
Visión del futuro
“El sector público tiene que, por definición, servir a los ciudadanos y en particular los que están en condiciones de desventajas. El uso de esta tecnología debería aprovecharse, por ejemplo, para servicios sociales o para ayudar al empleo de los ciudadanos”.
Misuraca dice que los algoritmos se pueden usar para brindar un servicio proactivo y personalizado para saber qué trabajo sería mejor para cada persona y mejorar su empleabilidad, así como prevenir el fraude en los beneficios sociales.
Las ventajas en la industria se observan inicialmente en algunos sectores. En México, Audi analiza e identifica fallas en los autos a partir de la información proporcionada por los sistemas de producción, lo que ha permitido reducir las fallas en al menos un 15 por ciento.
El experto también estima que “una posible aplicación de la IA será realizar trabajos que el hombre hace porque está obligado, pero que no tiene gusto en hacerlo, o trabajos de rutina, muy pesados y peligrosos. Entonces el hombre puede estar allí para supervisar y controlar en caso de problemas”, comentó.
“Por otro lado, hay personas desempleadas y por eso hay que buscar nuevas modalidades de distribución de los recursos. Esto necesita un nuevo contrato social de la era digital, un nuevo sistema fiscal, una nueva capacidad para organizar el trabajo”, así como un sistema de seguridad social avanzado que permita esa flexibilidad del mundo del trabajo y un cambio en la forma en que funciona la sociedad.
Riesgos y recomendaciones
Un factor muy conocido en relación con los algoritmos es el riesgo de discriminación a las mujeres y los negros, por ejemplo. “Aunque el algoritmo sea muy bueno, también puede generar discriminación si los datos no son de buena calidad”, menciona Misuraca.
Cita el caso del Reino Unido, que utilizó un algoritmo para evaluar a los estudiantes que no pudieron rendir exámenes debido a la pandemia de Covid-19 en 2020. El modelo favoreció a los estudiantes de escuelas privadas y áreas más ricas y perjudicó a los estudiantes de alto rendimiento de las escuelas públicas, incluso impidiendo que esos jóvenes ingresaran a ciertas universidades.
Misuraca explica que es necesario asegurar la buena calidad de los datos, asegurar que se coloquen principios éticos en la construcción del algoritmo –Ethics by Design– y que cuente con supervisión humana siempre que sea posible, para que las decisiones no sean completamente automatizadas.
También recomienda que los países establezcan reglas ciertas y claras para enfrentar las desigualdades entre las ciudades con alto desarrollo tecnológico y las regiones menos desarrolladas. Además de asegurar que los sistemas no favorezcan a grupos extremistas o sistemas autoritarios.
“[En estas reglas] tienes que usar los principios básicos y aprender de los errores cometidos en algunos países”, dice Misuraca. Por ello, los foros de discusiones son elementos fundamentales para el desarrollo de la IA.
En cuanto a la regulación, defiende la visión human-centric (centrado en el ser humano) de la IA. Esto no quiere decir que sólo deba estar enfocada al hombre, “sino que también debe ayudar al ser humano, ser una tecnología más inclusiva, responsable y útil para el desarrollo humano y de la sociedad”.
Al mismo tiempo, es importante que las normas no frenen la innovación y el desarrollo económico. “Esto de la regulación es muy complicado porque tratan de analizar cuál sería el impacto de una ley para algo que no sabemos cómo va a evolucionar. Esto es complicado, sino imposible”.
Puede ser cuestión de 20 ó 30 años antes de que tengamos sistemas efectivamente inteligentes, cree Misuraca. Y queda mucho camino por recorrer: “Necesitamos competencia, voluntad política, liderazgo, formación para entender y aprovechar la complejidad que hay en esto. También necesitamos decisiones innovadoras que cambien radicalmente las organizaciones y el sector público, que utilizan sistemas muy antiguos de decisión política y decisión pública”.