Por Valerie Hickey

(Del Banco Mundial para Grilla en el Poder) Los bosques saludables apoyan las bases que permiten prosperar a los seres humanos, la vida silvestre y los ecosistemas.

Las inversiones en los bosques son inversiones que benefician a las personas, las economías y nuestro planeta. El sector forestal genera el 1 % de los empleos en todo el mundo, y en él trabajan más de 33 millones de personas.

Los paisajes forestales, además de ser una fuente de puestos de trabajo, producen madera, fibra, forraje y energía, productos que alimentan la economía en general. También son importantes para la seguridad alimentaria y proporcionan una red de protección social a las comunidades rurales.

Los bosques bien gestionados son una herramienta eficaz para ayudar a poner fin a la pobreza en un planeta habitable, especialmente si se tiene en cuenta que más del 90 % de las personas que viven en situación de pobreza extrema depende de los bosques para su subsistencia.

Los paisajes forestales también abarcan más del 80 % de la superficie ocupada por los pueblos indígenas, muchos de los cuales consideran a los bosques su fuente de sustento, producción de alimentos e identidad cultural. Sin embargo, los bosques siguen bajo amenaza.

En algunas partes del mundo donde los bosques siguen sin estar regulados y las estructuras de gestión son deficientes, se observan niveles devastadores de deforestación, a menudo a raíz de la expansión agrícola. Desde el año 2000 y como resultado de la deforestación, el mundo ha perdido una superficie del tamaño de Etiopía.

Esto debería ser un llamado de atención. Cuando se descuidan los bosques, básicamente se renuncia a una de nuestras herramientas más eficaces para combatir el cambio climático y la pérdida de naturaleza, y para mejorar las condiciones de vida y hacer crecer las economías.

Los paisajes forestales degradados también debilitan las medidas relacionadas con el cambio climático. Los bosques son el segundo mayor depósito natural de carbono del planeta, solo superados por el océano, y ayudan a mantener el equilibrio del carbono en la tierra y reducir los impactos del cambio climático.  Aproximadamente el 12 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se atribuyen a la deforestación y la degradación de los bosques.

Los efectos de la deforestación en la pobreza son igualmente preocupantes, ya que conducen a la pérdida de medios de subsistencia, inseguridad alimentaria y, con frecuencia, a conflictos y desplazamientos.

La deforestación y la invasión de áreas naturales aumentan el contacto entre los seres humanos, el ganado y la vida silvestre, lo que a su vez incrementa el riesgo de enfermedades infecciosas y pandemias, como el síndrome respiratorio agudo severo, el ébola y el VIH.

El camino por recorrer puede estar plagado de obstáculos institucionales y financieros. Pero, a continuación, presentamos cuatro consideraciones para trazar una ruta hacia un futuro donde la naturaleza es resiliente:

Una mejor planificación: los enfoques unisectoriales para el desarrollo no son suficiente. La planificación integrada del uso de la tierra puede ayudar: esto significa considerar tanto los sistemas naturales como los humanos que dependen de un paisaje para gestionar de manera sostenible diversos usos del suelo. Adoptamos este enfoque en nuestra labor en PROGREEN —una alianza mundial del Banco Mundial, Alemania y Suecia— que apoya a los países en la elaboración de este tipo de planes para paisajes de bosques, oasis y sabanas en todo el mundo.

 Una mejor gestión: esta comienza por sentar las bases regulatorias sobre las cuales los países pueden conservar y cultivar sus bosques y los servicios ecosistémicos que proporcionan, desde el aire limpio y el agua potable hasta el control de las inundaciones y la erosión.

Una mayor actividad empresarial: cuando los bosques se gestionan de manera sostenible, los sectores y las economías locales, incluido el turismo basado en la naturaleza, prosperan. Los niveles del turismo aumentan en el mundo: 8000 millones de personas visitan anualmente las zonas protegidas.

La agrosilvicultura es otra industria que permite a las comunidades locales comercializar de manera sostenible productos forestales, como forraje para ganado, productos alimenticios como frutas y nueces, y madera.

 Una mayor inclusión: los pueblos que dependen de los bosques, y que tienen una representación desproporcionada entre las personas que viven en situación de pobreza en el mundo, a menudo carecen de acceso a los mercados y los servicios públicos.

En medio de crisis climáticas y de la naturaleza cada vez más graves, los esfuerzos deliberados por ampliar la red de protección social para las personas que dependen de los bosques pueden ayudar a mantenerlas fuera de la pobreza, especialmente en el corto plazo.

Además, hay dos problemas subyacentes que podrían descarrilar los esfuerzos, y que se deben superar. En primer lugar, se necesitan datos de mejor calidad y de libre acceso a fin de defender las inversiones en los bosques como medio para lograr el crecimiento económico.

Dar prioridad a la contabilidad del capital natural —la medición, valoración y gestión sistemática de los recursos naturales y los servicios ecosistémicos de un país— puede proporcionar a los ministerios de Finanzas la información que necesitan.

Por ejemplo, con la próxima implementación del Reglamento de la Unión Europea sobre deforestación, las empresas y los Gobiernos tendrán que ser capaces de controlar, rastrear y notificar los datos que demuestren prácticas libres de deforestación asociadas con la exportación de productos básicos agrícolas y madera a la Unión Europea.

En segundo lugar, se requiere financiamiento adicional para invertir en paisajes forestales. Los actores públicos y privados deberán aumentar por lo menos en cuatro veces sus inversiones anuales en las próximas tres décadas para lograr las metas futuras relacionadas con el clima, la biodiversidad y la degradación de la tierra.

De aquí a 2050, las necesidades totales en materia de inversión ascenderán a USD 8,4 billones, de forma conjunta, y llegarán a más de USD 536 000 millones al año.

Este financiamiento puede provenir, en parte, de los recursos nacionales existentes, por ejemplo reasignando los subsidios perjudiciales para el medio ambiente, que actualmente representan el 8 % del PIB mundial. Pero esto depende de la creación de un entorno regulatorio que apoye a las pequeñas y medianas empresas sólidas que invierten en el sector forestal.

El Banco Mundial se ha comprometido a ayudar a los países a aprovechar el enorme potencial de sus bosques. Seguiremos trabajando en la primera línea de la crisis que afecta a la naturaleza con el fin de sustentar un planeta habitable para las próximas generaciones.

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