La Comisión de Ganadería analiza exhortar a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural por conducto del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, vigile que la engorda de ganado se realice de manera segura sin suministrar sustancias tóxicas, especialmente el clembuterol, a animales destinados para consumo humano.
También se plantea solicitar a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios redoblar esfuerzos para supervisar, mediante verificaciones frecuentes, y no sólo cuando haya brotes o denuncias ante la autoridad competente, para que tanto en rastros y ranchos del país, como en puntos de venta, la carne para consumo humano cumpla con las disposiciones sanitarias, y la ingesta sea segura y libre de clembuterol.
En un punto de acuerdo, la diputada María del Pilar Lozano Mac Donald expresó que los residuos de clembuterol en la carne puede afectar funciones pulmonares y del corazón en el ser humano, y su uso en dosis elevadas provoca nauseas, dolor muscular, nerviosismo, cefalea, incoordinación, incremento en la frecuencia cardiaca, aumento en la presión arterial y, en algunos casos, enfermedades de la tiroides y alergias.
Sin embargo, afirmó, su uso se encuentra ampliamente extendido entre los ganaderos, aunque se requiera de altas dosis en el proceso de engorda, y por tanto, “éstos residuos representan un peligro para los consumidores porque si no se sabe la dosis, ni se ingiere bajo prescripción médica, su ingesta podría resultar en una sobredosis con las consecuencias señaladas”.
A pesar de que en México el uso del esteroide está tipificado como delito en el artículo 173 de la Ley Federal de Sanidad Animal, quienes lo administran al ganado gozan de una casi absoluta impunidad, distribuyendo la carne contaminada por distintas vías comerciales y sin control.
Lozano Mac Donald puntualizó que en el país existen dos mil 16 rastros, de los cuales 122 cuentan con la certificación TIF, cuya carne es vendida principalmente en supermercados; el resto, sin certificación, proveniente de rastros municipales o casas de matanza, donde no hay control sanitario y se vende en carnicerías y tianguis; es decir, “es el que consume la mayoría de la población”.
El uso del clembuterol comenzó a popularizarse en los años noventa cuando engordadores de ganado se dieron cuenta que mezclándolo con el alimento lograban más kilos de carne que de manera normal. Una res alimentada debidamente tarda en promedio cinco meses en llegar a condiciones óptimas para el sacrificio, mientras que la tratada con anabolizante lo hace en tres.
Dentro de las atribuciones de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural están las de ejercer medidas de control, monitoreo, inspección y diagnóstico en el uso del clembuterol y otras sustancias dañinas para evitar casos de intoxicación en los consumidores y que se cumpla con las medidas sanitarias.
En tanto, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) debe vigilar que la engorda de ganado se realice de manera segura y sin el suministro de sustancias tóxicas a los animales destinados a sacrificio.
No obstante, “tales dependencias no cuentan con la capacidad técnica y operativa suficiente para llevar a cabo la inspección y vigilancia sistemática de rastros que llevan a cabo el uso de clembuterol; los datos arrojan que se realiza una visita de verificación cada 15 días”.
Por ello, afirmó la diputada de MC, se debe regular la utilización de otro tipo de sustancias de las que hasta el momento no se tienen indicios de toxicidad, propiciando una productividad sustentable, segura e inocua en aras de brindar la seguridad alimentaria a los consumidores, así como desarrollar programas de vigilancia epidemiológica para el control y erradicación del uso del clembuterol en la producción animal.