En un delicado equilibrio cerebral entre las funciones del sistema límbico, donde ocurren los impulsos, y la corteza cerebral, que controla la actividad racional, radica la vulnerabilidad a las adicciones.

En el caso de la dependencia a la comida, en esa zona funciona un grupo de marcadores epigenéticos (aquellos capaces de modificar los genes) llamados microARNs, los cuales son pequeñas moléculas de ARN que regulan la expresión de los genes de manera compleja.

Un equipo de científicos españoles, encabezado por Rafael Maldonado López, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España, identificó esos marcadores, primero en un modelo de ratones y luego en humanos, los cuales participan en la compulsividad, motivación y resistencia al castigo, conductas asociadas a la adicción a los alimentos.

Maldonado ofreció una conferencia a distancia en el Seminario sobre Neurociencias y Adicciones del Laboratorio de Cannabinoides de la Facultad de Medicina de la UNAM, cuya presentación estuvo a cargo del profesor de esa entidad académica, Óscar Prospero García.

“Se define el criterio de adicción a la comida basado en los criterios de adicción a drogas, en esa alteración del comportamiento. Consiste en persistencia a la respuesta, la insistencia en la búsqueda de comida, con una motivación enorme y consumo a pesar de sus consecuencias negativas”, planteó Maldonado López.

Explicó que en el estudio compararon dos poblaciones de ratones, una adicta a la comida y otra no, y encontraron microARNs con mayor expresión en los roedores adictos. Al replicar el estudio en humanos, identificaron que los mismos microARNs afectados en esos animales también estaban alterados en las personas.

“Las similitudes entre los resultados en ratones y humanos aportan gran importancia al estudio, pues el papel de la epigenética en la vulnerabilidad a la adicción a la comida abre la puerta para poder identificar biomarcadores de diagnóstico precoz, y para poder desarrollar terapias futuras mediante la modificación de la expresión de los microARNs”, señaló.

Los tres marcadores identificados son: miR 29C, miR 137 y miR 665, y se demostró que la expresión de estas moléculas está asociada en ambos grupos (ratones y humanos) con la adicción a la comida.

En la primera parte de la investigación, los científicos españoles detectaron los mecanismos neurobiológicos que permiten el desarrollo de un comportamiento de adicción a la comida. Concretamente, determinadas áreas corticales en el cerebro que participan en la pérdida del control de la ingesta.

Los expertos se plantearon por qué hay individuos que son resilientes, mientras que otros son adictos. La respuesta la encontraron en los factores epigenéticos, es decir, aquellos externos del ambiente que modifican la expresión de los genes.

En un estudio actualmente en proceso, Maldonado y sus colaboradores estudian la microbiota intestinal, en específico la función de algunas bacterias presentes en nuestro cuerpo que se relacionan con la adicción a la comida.

Hasta ahora, han encontrado que existe una relación entre el intestino y el cerebro, y que la microbiota podría contribuir en algunas funciones cerebrales concretas.

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