*La política es el único instrumento para evitar la guerra

Hoy, cuando celebramos con orgullo nuestra Independencia nacional, deseo dar a conocer la propuesta que en días próximos Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México, presentará, con el respeto y el protocolo indispensable, en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Se trata de buscar con urgencia un acuerdo para detener la guerra en Ucrania y lograr hacia adelante una tregua de cuanto menos cinco años en favor de la paz entre todas las naciones, para dedicar todo ese tiempo a enfrentar los grandes y graves problemas económicos y sociales que aquejan y atormentan a los pueblos del mundo.

La política es el único instrumento que tenemos para evitar la guerra; sin embargo, grupos de interés, situados en posiciones de poder gubernamental o económico, se esmeran en conducir la política hacia el conflicto armado.

Y una vez cometido este error, en lugar de enmendarlo, optan por profundizarlo sin que les importe el sufrimiento que infringen a la humanidad ni el daño que causan a la estabilidad de las naciones y al bienestar de las sociedades.

De esa manera originaron la guerra de Rusia en Ucrania, las posteriores sanciones adoptadas y el masivo envío de armas al país invadido, acciones que aportaron a la confrontación en curso una dosis adicional de irracionalidad.

Habría que empezar por preguntarnos si no se pudo evitar la guerra y si la ONU y los políticos de las principales potencias no fallaron en la responsabilidad de promover el diálogo entre las partes para resolver pacíficamente la controversia. Lo cierto es que nada o muy poco se ha hecho en ese sentido: la ONU permanece inactiva y como borrada, presa de un formalismo y una ineficacia política que la deja en un papel meramente ornamental.

Más reprobable aún es el proceder de las grandes potencias que, de manera explícita o silenciosa, se posicionan ante el conflicto sólo para servir a sus intereses hegemónicos. Por eso, no puede evitarse la sospecha de que, aunque parezca perverso e increíble, esta guerra, como muchas otras, está siendo azuzada por los intereses de la industria bélica. La invasión de Rusia a Ucrania es, sin duda, reprobable.

Aprovecho para refrendar que los mexicanos no aceptamos ninguna intervención extranjera porque hemos sido víctimas de cinco de esas grandes calamidades: una, con varios intentos de reconquista de España; dos de Francia y dos de Estados Unidos de América. Esas invasiones nos han costado sangre, martirio y territorio.

Pero no por eso podemos dejar de preguntarnos cómo fue que los gobiernos integrantes de la OTAN le niegan a Ucrania su ingreso a la organización en momentos cruciales por un lado, mientras que, por el otro, le ofrecen armas y sanciones económicas o comerciales contra Rusia, medidas que únicamente han servido para agravar el conflicto, producir más sufrimiento de víctimas, de sus familiares y de refugiados, para agravar el desabasto de medicamentos y de energía, y para impulsar la inflación mundial; fenómenos, todos, que perjudican a la gran mayoría de los pueblos del mundo.

Sin embargo, nunca es tarde para enmendar un error, máxime si se ha convertido en un atentado a los derechos humanos, sociales y económicos de todo el orbe.

Es por eso que el Gobierno de México propone que, en lugar de que siga alimentando esta dolorosa y absurda guerra, se constituya de inmediato un Comité para el Diálogo y la Paz, el cual estaría integrado, si se acepta y hay voluntad de participar de los posibles mediadores, por los jefes de Estado de la India y del Vaticano, así como por el secretario general de la ONU. Me refiero al primer ministro Modi, de la India; al papa Francisco y al secretario general de la ONU, António Guterres.

La misión pacificadora debe buscar de inmediato el cese de hostilidades en Ucrania y el inicio de pláticas directas con el presidente Zelenski, de Ucrania, y con el presidente Putin, de Rusia.

Adicionalmente, este comité, de acuerdo a nuestra propuesta, debería conseguir también un acuerdo multinacional para pactar una tregua de cuando menos cinco años, aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU, y que implique la suspensión inmediata de acciones y provocaciones militares, así como pruebas nucleares y de mísiles.

El acuerdo establecería el compromiso de todos los Estados de evitar enfrentamientos y de no intervenir en conflictos internos.

Pensamos que, de este modo, se puede crear un ambiente de paz y tranquilidad que permita dedicar todo el esfuerzo de los gobiernos a atender los lacerantes problemas de pobreza, salud y violencia que se padecen en todos los continentes y hacer frente al fenómeno migratorio de una forma humanitaria y fraterna.

Sin paz no habrá ni crecimiento económico ni mucho menos justicia. Gobernar no debe ser un ejercicio de hegemonía o de dominio, sino ante todo, la búsqueda de bienestar para los pueblos. El poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.

Ojalá y tengamos éxito con esta iniciativa, pero, aunque suceda lo que suceda, nunca será en vano luchar por la justicia y por la paz.

16/09/2022

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