*Lacerante realidad de agonía y dolor

Pasar los últimos días de vida con fuertes dolores y en agonía provocados por enfermedades terminales o la propia vejez, es una realidad que se ha agravado en los últimos meses, a consecuencia de la pandemia por COVID-19 y que no solo afecta a los pacientes sino también a familias completas.

Ante ello, es apremiante que la Cámara de Diputados apruebe la minuta enviada por el Senado de la República, en la que se reforma el artículo cuarto constitucional en materia de cuidados paliativos, donde se establece la obligatoriedad del Estado para brindar servicios de salud adecuados que eviten el dolor de pacientes en etapa terminal.

Durante la presentación del libro “Muerte Digna. Un derecho humano que nos involucra a todas y todos", elaborado conjuntamente con el Instituto Belisario Domínguez, senadores y expertos coincidimos en que garantizar este derecho se trata de respetar el momento natural de la muerte, ni prorrogarlo, ni adelantarlo.

Estando en el hospital, el paciente vive un estrés, una tensión psicológica brutal porque ya no quiere estar ahí, porque está sufriendo su estancia.

La familia vive también este estrés y quiere cumplir con su voluntad de que salga, y el llevar hacia un camino de muerte digna, no el tratamiento de la enfermedad, no todo el tratamiento que puede buscar su alivio sino atenuar esta presión psicológica y buscar, en un

momento dado, si tiene que llegar el momento del deceso, una muerte digna.

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