*¿La debacle del PAN?
Acción Nacional pasó de terapia intensiva a terapia media, pero le falta una autocrítica severa, elegir una nueva dirigencia que no obedezca a los grupos que se lo disputan, y volver a ser el partido de sólidos principios humanistas y democráticos y no pisotear sus estatutos.
Ricardo Anaya pasó sobre éstos al imponer su candidatura, que quiso reforzar al unirse a un PRD muy deteriorado y a Movimiento Ciudadano, de postulados y valores diferentes; frente que no cuajó ni lo apuntaló, y les entregó candidaturas que arrebató a los panistas, que no le perdonan.
Miembros de esos partidos y muchos panistas le negaron el voto a Anaya, por no sentirlo suyo y porque el PAN se escindió pues buen número de albiazules siguieron a Margarita Zavala en su aventura de candidata independiente.
Desde luego atrás de Margarita está su esposo, el expresidente de la República y del PAN Felipe Calderón, quien desde Los Pinos guió al partido como los presidentes priistas al suyo: le impuso líderes y candidatos.
Como Presidente del país, llegó sorpresivamente a una sesión del Consejo Nacional, mandó distribuir una lista y conminó a los consejeros a aprobarla, porque incluía a los panistas que él deseaba integraran dicho Consejo.
Los presentes se miraban entre sí estupefactos, pero nadie hablaba; hasta que Esteban Zamora dijo a Calderón que le extrañaba su proceder, porque el PAN no es el PRI, al que desde Palacio Nacional le designan dirigentes y candidatos.
El partido creado por Gómez Morín es de hombres libres que eligen democráticamente a sus dirigentes.
Ahí terminó aquella sesión.
No fue la única vez que el mandatario Felipe intervino en la vida interna del PAN: le impuso de líderes nacionales a Germán Martínez y a César Nava, sus pupilos michoacanos, que hicieron pésimo papel, y Fernando Gómez Monta le renunció como Secretario de Gobernación, porque se opuso a las alianzas del PAN con el PRD para lanzar candidatos a gobernadores estatales.
Es falso que Anaya haya recibido aplauso unánime en la última sesión del Consejo Nacional; al llegar saludó a los panistas que encontró, y ocupó un lugar entre los consejeros en la sesión. De las 38 intervenciones del primer día, cuatro fueron complacientes y aun zalameras, pero tuvo que soportar a quienes lo culparon del fiasco electoral más serio sufrido en los últimos 25 años por el PAN.
Damián Zepeda, a quien Anaya cedió el liderato nacional para irse de candidato, en un remedo de autocrítica se dedicó a destacar y agradecer el esfuerzo de Ricardo candidato presidencial; habló de traiciones de panistas y de que los del PRD y MC no le cumplieron con sufragar por él.
No aludió al grupo de gobernadores panistas que apoyaron a Meade, ni a que de los 12 que tiene el PAN en el país sólo asistió al consejo Javier Corral, de Chihuahua, prueba clara de que no comulgan con el grupo anayista y menos respaldarán de intento de dejar de jefe nacional a Marko Cortés para seguir sirviéndose del partido para sus propios intereses.
Pero no llegó el PAN a la catarsis, a liberarse de los malos sentimientos y recuerdos. Ojalá lo haga de aquí a octubre, cuando elegirá a su nuevo Comité Ejecutivo Nacional y líder, que debe surgir de la militancia, no de acuerdos cupulares de facciones, mafias, clanes y pandillas.
El partido debe regresar a la institucionalidad y regirse por los estatutos, dijo Ernesto Ruffo, el primer gobernador que tuvo el PAN en el ya lejano 1989 y primer opositor del PRI en 60 años.
Esa es responsabilidad de la Comisión Organizadora de la Elección del CEN, nombrada por el Consejo (que preside Cecilia Romero Castillo, exjefa nacional y varias veces legisladora) de cuyos 7 miembros, 3 están chapados de anayistas.
Estos, por cierto, promueven a Marko Cortés para líder nacional; pero es muy claro su fierro ricardista, aunque quiera ocultarlo, carece además de personalidad, preparación y liderazgo para dirigir el partido forjado por Gómez Morín y González Luna y es antidemocrático, como testifica su proceder.
Entre los 11 aspirantes al puesto hay valiosos: los senadores Ruffo, Juan Carlos Romero Hicks y Héctor Larios Córdova. Jorge Luis Preciado no tiene liderato e integridad; a Roberto Gil Shuartz, preparado y fogueado, no lo abandona su cariz calderonista, y en la pasada elección respaldó a Meade y le sirvió de “sparring” en el ensayo del primer debate en el Palacio de Minería.
Carlos Medina Plascencia, exgobernador de Guanajuato, exalcalde de León y exsenador es buena carta; no así Rafael Moreno Valle, exmandatario poblano, que ni panista es y se valió del PAN para crear un cacicazgo e imponer de candidata a gobernadora a su esposa Martha Erika Alonso.
El 21 de octubre el PAN elegirá a sus nuevos dirigentes con un padrón de 280 mil militantes, que debe ser validado antes por la comisión de elecciones, y es oportunidad de oro para convertirse --mediante sus 83 senadores y 23 diputados federales-- en la única oposición seria y sólida de López Obrador, cuyo mandato básico de los electores es combatir corrupción e impunidad, pero no parece dar pasos firmas hacia allá.
“Perdimos en las urnas y también nuestra dignidad, nuestra tradición democrática, espacios de deliberación, capacidad de sumar e incluir….Perdimos nuestra capacidad de diferenciarnos de otras opciones políticas y, sobre todo, los valores democráticos”, asentaron en documento que circuló en las redes sociales 54 panistas distinguidos, como Abel Vicencio Álvarez, Alejandro Zapata Perogordo, Manuel Minjares, Héctor Larios, Juan Manuel Alcántara Soria, Miguel Ángel Toscano, Salvador Abascal, Manuel Gómez Morín Martínez del Río.
Como dijo César, al lanzarse a pasar el Rubicón: La suerte está echada… O debacle o triunfo.
@chavafloresll