*La trampa de las ciclovías en la Ciudad de México: ¿Un avance o una ilusión?
La Ciudad de México, con su vasto y congestionado sistema de transporte y sus ineficientes servidores públicos encargados de imponer sus ocurrencias en cuestiones de movilidad, ha experimentado en los últimos años un esfuerzo por modernizarse y promover opciones de movilidad, según ellos, más sostenibles.
En este contexto, insisten en presentar a las ciclovías como una alternativa para fomentar el uso de la bicicleta, para disque aliviar el tránsito vehicular y reducir la contaminación.
Sin embargo, la implementación de estas infraestructuras, en su mayoría, ha sido, es y seguirá siendo un fracaso. Las ciclovías existentes están marcadas por múltiples deficiencias que van desde su diseño inadecuado hasta la falta de obligatoriedad en su uso, gracias a un anacrónico Reglamento de Tránsito, lo que provoca que muchas de ellas no se utilicen correctamente o se abandonen en el olvido.
Lo más alarmante es que, pese a los múltiples fracasos, el gobierno local sigue empeñado en expandir una red de ciclovías que, hasta la fecha, no logra resolver las deficiencias de movilidad de la ciudad.
Uno de los principales problemas que enfrentan las ciclovías en la Ciudad de México es su carácter opcional. Aunque la “autoridad” dice que se han diseñado con la intención de ofrecer un espacio seguro y exclusivo para los ciclistas, su uso no es obligatorio, ¿por qué?
Esto ha dado lugar a una paradoja, ya que muchos ciclistas prefieren pedalear fuera de las ciclovías, a menudo sobre las banquetas o en las propias vías vehiculares, esto último sería correcto cuando no exista infraestructura para moverse en bicicleta.
Esto ocurre principalmente por la ineficiencia de muchas de estas ciclovías mal diseñadas, interrumpidas o mal ubicadas, lo que hace que no se conecten de manera eficiente con otras rutas ciclistas o puntos clave de la ciudad.
Los ciclistas, al no ver una opción segura y continua, optan por arriesgarse a circular fuera de ellas, lo que genera una mayor exposición a los peligros del tráfico vehicular, la irresponsabilidad de infinidad de conductores de automotores (incluidos los motociclistas), el incumplimiento de las normas de tránsito y la poca o nula educación vial de la gente.
La ubicación y el diseño de las ciclovías han sido cuestionados. En muchos casos, estas infraestructuras fueron implementadas sin un proceso adecuado de consulta pública ni una evaluación exhaustiva de la viabilidad de su uso.
Las decisiones fueron tomadas sin considerar adecuadamente las necesidades de los usuarios reales de la bicicleta, y muchas veces, los planos de expansión de las ciclovías respondieron a intereses de grupos de ciclistas específicos que abogaban por mayor visibilidad para el transporte en bicicleta, pero sin tener una estrategia clara y sustentada en las demandas de la mayoría de los ciudadanos.
Como resultado, las ciclovías no se han integrado adecuadamente al flujo normal del transporte urbano, lo que genera descoordinación y uso ineficaz de los recursos destinados a ellas.
A menudo, las ciclovías están obstruidas por diversos obstáculos, como vehículos estacionados de forma ilegal, camiones, basura acumulada o incluso escombros, lo que dificulta su utilización por parte de los ciclistas.
Su falta de mantenimiento contribuye a la percepción de que estas infraestructuras son innecesarias y peligrosas. Además, muchas ciclovías se cortan de manera abrupta sin continuidad, lo que obliga a los ciclistas a desviarse hacia las calles o las banquetas, aumentando el riesgo de accidentes.
Esto no solo desincentiva su uso, sino que también crea un círculo vicioso en el que los ciclistas prefieren evitar las rutas diseñadas para ellos y, en cambio, circulan por lugares más peligrosos, como las avenidas con tráfico intenso o las aceras donde los despistados deben sortear obstáculos y peatones, o en el peor de los casos estos últimos deben de estar atentos para no ser arrollado por una bicicleta.
Otro aspecto relevante es el comportamiento de ciertos ciclistas que, lejos de ser parte de la solución, contribuyen a la confrontación con los automovilistas y la desorganización del tráfico.
En muchos casos, los ciclistas no respetan las normas de tránsito (cualquiera diría que están adoptando las conductas de muchos automovilistas), se suben a las banquetas, circulan en sentido contrario o se pasan los altos (con cuidadito diría el Reglamento de Tránsito), generando fricciones innecesarias con los conductores de vehículos.
Esta actitud hace que los ciclistas sean percibidos, en ocasiones, como un factor de caos en el tránsito urbano. A pesar de que las ciclovías deben ofrecer un espacio seguro para los ciclistas, el incumplimiento de las reglas de tránsito por parte de algunos usuarios también contribuye a que estos espacios no sean aprovechados adecuadamente.
Pero el problema no termina con la infraestructura deficiente y el comportamiento irregular de algunos ciclistas. La calidad de los servicios relacionados con la movilidad en bicicleta también deja mucho que desear.
Un claro ejemplo de ello es el sistema de bicicletas públicas, Ecobici, que si bien se presenta como una solución para fomentar la bicicleta como medio de transporte, en la práctica se enfrenta a múltiples inconvenientes.
Las bicicletas que componen la flota de Ecobici a menudo están en mal estado, sucias o con fallas mecánicas, lo que hace que los usuarios se desmotiven a utilizar este servicio. La falta de mantenimiento adecuado de las bicicletas y la escasa disponibilidad de estaciones en ciertas áreas de la ciudad son problemas recurrentes que evidencian la falta de inversión en una infraestructura realmente funcional para la movilidad ciclista.
A pesar de este panorama desolador, el actual gobierno de la Ciudad de México promueve la expansión de las ciclovías, con un proyecto de aumentar la red en 300 kilómetros. Esta medida, lejos de ser una solución efectiva a los problemas de movilidad de la ciudad, podría terminar empeorando la situación si no se abordan primero los problemas fundamentales de las ciclovías existentes.
¿Cómo puede justificarse la expansión de una infraestructura que no demuestra ser efectiva? ¿Por qué insistir en la construcción de más ciclovías cuando las actuales están desactualizadas, mal diseñadas y, en muchos casos, en estado de abandono?
La falta de visión integral en las políticas de movilidad ha resultado en un fracaso rotundo, y los responsables de estas decisiones, sin una verdadera comprensión de los principios de movilidad urbana, están condenando a la ciudad a perpetuar un ciclo de ineficiencia.
El verdadero desafío de la movilidad ciclista en la Ciudad de México no radica únicamente en la construcción de nuevas ciclovías, sino en repensar la movilidad urbana de manera integral. Es necesario abordar la conectividad entre ciclovías, la seguridad de los ciclistas, el respeto mutuo entre automovilistas y ciclistas, así como la creación de políticas públicas que fomenten el uso responsable de la bicicleta.
Solo a través de una planificación adecuada, una mejor gestión de los recursos y un enfoque centrado en las necesidades de los usuarios se podrá transformar la bicicleta en una opción viable y segura para la movilidad urbana.
Mientras tanto, el incremento de ciclovías es una medida superficial que no soluciona los problemas estructurales que enfrenta la Ciudad de México en términos de transporte y movilidad. La expansión de la red debe ir acompañada de un enfoque integral que considere no solo la infraestructura física, sino también la educación vial, el mantenimiento constante y la integración de todas las formas de transporte.
Sin estas reformas profundas, la ciudad seguirá atrapada en un ciclo de soluciones parciales que no resuelven las causas subyacentes de la congestión, la inseguridad vial y la ineficiencia del sistema de movilidad.
Solo con una visión a largo plazo, con la participación de los ciudadanos y un compromiso real por parte de las autoridades, se podrá convertir a la bicicleta en una opción confiable y segura para todos los habitantes.
¡Urge que la autoridad responsable deje de “maicear” ciclistas y que mejor se ponga a trabajar con personal calificado y experto en la materia, y no con improvisados que llegan a una Dirección de Movilidad gracias al dedazo de la gobernante en turno.
¡Hasta la próxima!