*Los Yunes y la Reforma Judicial: Entre la traición y la manipulación
En el turbulento panorama político mexicano, la Reforma Judicial impulsada por Morena y el actuar de los Yunes, padre e hijo, reflejan un complejo entramado de traición, corrupción y manipulación.
Esta reforma, lejos de ser una genuina búsqueda de justicia, parece ser un nuevo campo de juego donde se dirimen viejos rencores y se consolidan los intereses personales de los nuevos y viejos actores políticos.
Miguel Ángel Yunes Linares y su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez han sido figuras emblemáticas de la corrupción y el tráfico de influencias. Su ascenso al poder no fue casual; fue facilitado por alianzas estratégicas, como el apoyo de Marko Cortés y el Partido Acción Nacional (PAN), que decidieron respaldar a estos políticos a pesar de sus turbios antecedentes. Esta decisión subraya cómo las lealtades en la política mexicana se basan más en intereses que en principios.
En el contexto de la Reforma Judicial, el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha utilizado esta iniciativa como una herramienta para ajustar cuentas y consolidar su poder. En lugar de una auténtica búsqueda de justicia, la reforma parece estar diseñada para eliminar a antiguos adversarios y reemplazarlos por nuevos aliados que se alineen con su agenda. Esto refleja una dinámica donde la justicia es manipulada para servir a intereses políticos más que a la equidad y la legalidad.
Durante décadas, la impartición de justicia en México ha sido un laberinto de vericuetos y dilaciones. El sistema judicial ha demostrado ser un terreno fértil para la corrupción, donde no se juzga a quien tiene razón, sino a quien puede permitirse influir en el fallo mediante dinero y conexiones.
Los procedimientos legales se han convertido en una extensión del poder económico y político, perpetuando un ciclo de impunidad que favorece a los más poderosos.
En este entramado, es revelador cómo los Yunes han estado arropados por Acción Nacional. En 2016, Miguel Ángel Yunes Linares, quien también se postuló como candidato de la coalición PAN-PRD para la gubernatura de Veracruz, se alió con Jorge Romero Herrera con el propósito de implicar, al entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, en uno de los lucrativos proyectos inmobiliarios de su hijo Omar Yunes Márquez.
De acuerdo con conversaciones grabadas, Yunes Linares solicitó la ayuda de Romero, quien en ese momento era el coordinador de los diputados locales del PAN y ex delegado de Benito Juárez, para anular la clausura que la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) había impuesto a una construcción en Polanco, propiedad de Omar Yunes, donde se proyectaba edificar departamentos de lujo.
Este episodio demuestra cómo las alianzas políticas se han utilizado para proteger intereses personales y consolidar el poder, en lugar de servir al bien común. Y para colmo, ahora Jorge Romero quiere postularse para la presidencia del PAN, resultó cínico y sinvergüenza el muchachito.
Los líderes del PAN y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en el pasado fueron aliados de los Yunes, también están inmersos en esta dinámica. Su principal motivación ha sido asegurar su espacio en el Senado, no para defender la soberanía nacional o el interés público, sino para proteger su propio fuero y evitar ser juzgados. La política se ha convertido en un juego de supervivencia donde el objetivo principal es mantener el poder y la protección personal, en lugar de servir al bienestar colectivo.
La reforma también ha desatado una ola de inconformidad entre jueces, magistrados y ministros. Varios de estos actores no basan su oposición en una verdadera preocupación por la justicia, sino en la pérdida de privilegios y la reducción de su capacidad para colocar a familiares y aliados en puestos clave dentro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura.
La posibilidad de mantener redes de influencia y asegurar puestos estratégicos está en riesgo, y esto es lo que realmente motiva sus quejas.
Además, el papel de los medios de comunicación y los periodistas en este entramado no puede ser subestimado. Durante años, estos actores han jugado un papel crucial en la perpetuación del sistema corrupto al alabar a presidentes y figuras políticas a cambio de favores y privilegios.
Ahora, al perder estos beneficios bajo el actual gobierno, buscan reposicionar sus intereses criticando (a veces justificadamente) a López Obrador, no por sus políticas, sino por los beneficios que ya no disfrutan. Esta dinámica evidencia cómo los conflictos de interés y la búsqueda de beneficios personales dominan el panorama político y mediático.
En este contexto, es crucial preguntarse si la Reforma Judicial representa realmente un avance hacia la justicia o si, por el contrario, es una herramienta más para la consolidación del poder y la impunidad.
La traición y la corrupción siguen siendo las fuerzas dominantes en la política mexicana, y la transformación prometida por el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) parece estar más orientada a garantizar la impunidad de los nuevos actores que a ofrecer una verdadera reforma.
La lucha por el poder y la seguridad personal continúa siendo la verdadera motivación detrás de las políticas y reformas, en un ciclo interminable de manipulación y corrupción.
A medida que el país avanza hacia un nuevo ciclo de reformas y ajustes de poder, la necesidad de una verdadera transformación en el sistema judicial y político es más urgente que nunca. La capacidad del sistema para ofrecer justicia imparcial y servir al interés público debe ser restaurada, y esto solo será posible si se rompen los viejos ciclos de corrupción y manipulación que han definido la política mexicana durante tanto tiempo.
La verdadera reforma no puede ser un simple cambio de actores, sino una transformación profunda que ponga fin a la impunidad y garantice un sistema judicial que realmente sirva a la justicia. Lo cierto es que la mentada Reforma está rodeada de traidores.
Hasta la próxima.