Para qué quiero a un médico que habla y habla, pero no me diagnostica la enfermedad y no me ayuda a recuperar la salud. Para qué necesito a un sastre que en lugar de confeccionar el traje que requiero se suelta hablando y hablando de anécdotas y me presume su ideología sin realizar su trabajo.
Qué utilidad me representa un plomero que en lugar de eliminar la fuga de agua, en lugar de reparar la tubería rota, me habla de historia y me construye mitos de mafias que operaron en el pasado. De qué me sirve una cocinera que deja los alimentos en la tarja, no los lava, no los pica, no los mezcla, no prepara ningún platillo, pero eso si, me habla y habla sin cesar de lo bien que cocina y de lo maravillosa y nutritiva que es su gastronomía.
En qué dimensión vive el vendedor de la mueblería que en lugar de mostrarme los sillones que necesito para mi casa, se dedica a sermonearme y a indicarme su superioridad moral porque pertenece a tal o cual asociación. En qué mundo vive el chofer del autobús de transporte que mal me subo al vehículo apaga el motor y me suelta un discurso de tres horas hablando de las bondades de la patria provocando que pierda la mañana y no llegue nunca a mi destino.
En qué cabeza cabe que un ingeniero en lugar de manejar con precisión las medidas, los pesos, los tiempos, en lugar de ensamblar con precisión las piezas, deja que todo se acomode de manera aleatoria argumentando que el no es corrupto como los anteriores ingenieros y que no importa si no hay precisión siempre y cuando haya “honradez”.
¿Qué locura se ha apoderado del país que tolera a un merolico que simula gobernar desde el púlpito diciendo estupideces que fascinan a cuando menos la mitad de la población que no se da cuenta que dejar la embarcación al dictado de las ocurrencias puede provocar el más doloroso de los naufragios?
¿Cómo es posible que un taimado encantador de serpientes sepulte con palabras a una República, sumamente injusta, corrupta e imperfecta, pero República, transformando a sus tibios ciudadanos en obedientes y dóciles súbditos que con la promesa de recuperar el paraíso perdido se dejan llevar alegres rumbo al matadero?
Siempre me pregunté cómo fue posible que la gente buena apoyara a Hitler y encima con entusiasmo. Nunca pensé que recibiría, en mi propio país, una lección en vivo y en tiempo real. Esta pesadilla nos va a salir muy cara. Por lo pronto, los sueños han sido secuestrados y los anhelos, falsificados. No se si logremos despertar a tiempo, las tinieblas oscurecen el entendimiento.