*Del comercio a la dignidad
"¡Porque ya suena el himno unánime; la generación real lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!", así abrazaba Martí, en 1891, el sueño latinoamericano.
Antes y después de él, mentes brillantes soñaron con ansiedad la posibilidad de construir una patria grande, forjada con los mismos dolores y abriendo los ojos a una misma esperanza.
Pero México, la más norteña nación de la Patria Grande, puso sus ojos más mucho más al norte, seducida por los sueños de la razón neoliberal y arrebatada por el dolor de enviar a sus hijos allende el Bravo, ante la indolencia de un gobierno incapaz de dar felicidad a los suyos en sus propias tierras.
En efecto, durante la era de la ortodoxia económica, nuestro país privilegió el comercio en sus relaciones internacionales, tanto con los países de su continente, como con las naciones de otras latitudes.
La raza de bronce se reveló, sin embargo, y deshizo el yugo que le oprimía para mandar a un gobierno al frente de una nueva era, un nuevo momento en el que sus dirigentes tienen en clara la decisión fundamental de una mayoría que se volcó a las urnas conociendo bien a bien por lo que estaba votando.
López Obrador no engañó a nadie, en su campaña ofreció una política exterior apegada a los principios constitucionales, mismos que datan de la tercera transformación y de una tradición histórica de intervencionismo y de lucha contra el asedio constante de las potencias.
Dos de los emblemas de la 4T, y que ofrecía como ejemplo en su narrativa durante la campaña electoral, eran Juárez y Cárdenas, próceres que sortearon estás dificultades.
No hay sorpresas y en pocos días de agolparon tres sucesos: la visita del recientemente electo presidente de Argentina, el viaje a México de Rafael Correa, ex presidente de Ecuador y el asilo al presidente en exilio de Bolivia, Evo Morales. Tres hombres militantes de izquierda que representan progreso y logros para sus pueblos.
México lanza un guiño al mundo y a la vez a sus orígenes, a sus raíces. Este pueblo generoso para arropar al extranjero en desgracia, para darle mano a quien no encuentra tierra, ni refugio; nuestra tierra de calor y de maíz vuelve a abrir sus brazos, ya no a mercancías, sino a hombres y mujeres, cargados de historias, de saberes, de paciencia, de experiencias, de talento.
Evo llegó. Con él viene toda la experiencia de inclusión de los pueblos originarios, todo el saber del cuidado de la naturaleza y de darle a la tierra los derechos que le hemos negado. Evo sabe cómo demostrar éxito a los neoliberales y callar bocas. Vaya momento para recibirle y decir que México piensa en el futuro y ya no sólo en negocios para pocos, que México piensa en dignidad y ya no sólo en comercio.
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