*El apagón de ideas
Tal y como ha quedado de manifiesto a lo largo de dos años, pero en particular esta semana, en México no cabe ya el asombro ante la torpeza, irresponsabilidad, ligereza y falta de seriedad ante los problemas del país que, en medio de la improvisación, el voluntarismo y la soberbia, lo mismo nos dejan sin medicamentos, sin vacunas, sin gasolina, sin aeropuertos, sin agua y ahora por la “nieve” en Texas estamos sin luz en 29 estados.
Lo que verdaderamente mueve a indignación es que sean exactamente los mismos individuos que desde hace años conocían la problemática nacional los mismos que ahora le echen la culpa de las desgracias nacionales a los regímenes anteriores, donde curiosamente ellos colaboraban y con el mismo denuedo que ahora acusan a los neoliberales, en su momento igual acusaron a los anteriores a ellos y para no ir más lejos el caso de Manuel Bartlett es el más representativo de todos ellos.
Manuel Bartlett fue secretario de Gobernación con Miguel De La Madrid (con quien según López Obrador inició el periodo neo-liberal), y a finales de ese sexenio el ingeniero Fernando Hiriart Balderrama fue quien le presentó al presidente un programa de apagones programados y escalonados en caso de que no se aprobaran las pruebas para el inicio de actividades de la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde (LV), misma que en su primera unidad representaba el 5 por ciento de la energía eléctrica nacional.
Las dudas del gobierno de De La Madrid ante la puesta en marcha de LV no podían ser peores cuando el 26 de abril de 1986 en Prípiat la actual Ucrania, había tenido lugar el accidente de Chernóbil y en México de la nada aparecieron grupos antinucleares que protestaban enérgicamente para impedir la puesta en operación de la central.
Bien vale recordar que el entonces secretario de Energía era el Alfredo Del Mazo González (padre del actual gobernador del Edo. Mex.), y uno de los “tapados” entre los que, por supuesto figuraba Manuel Bartlett, actual director de la CFE, así que no es muy difícil saber quién financiaba a los manifestantes.
Las opciones por las energías limpias o renovables (1970), aún se hallaban en etapas experimentales y sus costos eran inalcanzables por lo que ni siquiera fueron consideradas seriamente como fuentes alternativas para la generación de corriente eléctrica.
Desde el 29 de julio de 1990 inició operaciones el reactor número uno de Laguna Verde y el 10 de abril de 1995 el número dos.
A lo largo de más de dos décadas México siguió encadenado a la producción de energía ligada a combustibles fósiles hasta que la Reforma Energética incluida en El Pacto por México de Peña Nieto consiguió su aprobación para la participación abierta y franca de los inversionistas privados en el mercado energético, aunque desde Fox y Calderón ya se habían facilitado mediante órdenes ejecutivas y diversas modificaciones y adecuaciones jurídicas la autogeneración de energía de algunas industrias y empresas.
Hoy al igual que hace 20 o 30 años el gobierno ni ha querido o podido invertir en el sector de energía por lo caro y complejo que resulta reestructurar nuestro enorme y disperso sistema.
Desde que se presentaron los proyectos para la construcción de los oleoductos y gasoductos durante el sexenio pasado, las voces de advertencia sobre lo riesgoso de depender en demasía del gas, texano o no, fueron múltiples, primero porque en México no hay gas, segundo, porque lo que hoy es una ganga pasado mañana puede ser lo más caro o peligroso.
El caso de Europa y su dependencia del gas ruso es más que ilustrativo. Tercero, porque no se puede apostar a un solo esquema o proveedor de energía, de ahí la importancia de diversificar y ampliar la producción de energías renovables, ya que los ahorros en la huella de carbono repercutirán en beneficio del país.
¿De qué sirve ahorrar quemando carbón si se va a gastar tremendamente en la salud de las poblaciones y en la contaminación de las regiones?
Así que sería bueno que los mismos sujetos que nos tienen literalmente en las tinieblas heladas por el gélido invierno texano pudiesen salir de sus dudas eternas sobre lo trágico y contraproducente que ha resultado el seguir dependiendo de petróleo, carbón, gas, combustóleo y demás combustibles que envenenan el ambiente.
No se puede ni se debe olvidar que hace exactamente 25 años Andrés M. López Obrador, fue descalabrado en Guatacalca, Tabasco, por encabezar una manifestación de acarreados para impedir el paso de los camiones que transportaban petróleo y refinados en la zona de Nacajuca, y ahora tiene a un país a obscuras gracias a su pretendida reforma regresiva para continuar en el negocio del petróleo y carbón. Igual que hace un cuarto de siglo.
Resulta verdaderamente absurdo que a sabiendas que Pemex y la Comisión Federal de Electricidad están técnicamente quebradas, se tenga a un agrónomo y a un abogado al frente de esas instituciones y todavía pretendan enfrascarse en una madeja de juicios nacionales e internacionales para desconocer los términos de los contratos celebrados por ambas compañías.
Peor aún, México y sus dirigentes mantienen con su terquedad característica la pérdida de oportunidades para que el país de una buena vez por todas pueda ponerse a la vanguardia en materia energética si optara (otra vez), por la energía nuclear. Recientemente en una entrevista Bill Gates anunció que ya están fabricando los prototipos de los reactores de cuarta generación que tienen mucho menos riesgos que los anteriores con una amplia variedad de ventajas.
La demanda creciente de energéticos para satisfacer a un país de 126 millones de habitantes y a una compleja y creciente industria equivale a que para 2040, México deberá aumentar su capacidad de generación y distribución en más del 30 por ciento si es que no quiere seguir incurriendo en incapacidad de almacenamiento y reservas estratégicas, fallas sistémicas por apagones o interrupciones por descargas y desajustes.
Asimismo para cumplir con los compromisos internacionales en materia de reducción de emisiones de carbono a la atmósfera, que ya se encuentran algunas de nuestras leyes, el país deberá reajustar sus programas desde ahora, para evitar que volvamos a caer en incumplimientos tal y como ha sucedido con todas las obras de este y el anterior gobierno.
No hay trenes, no hay aeropuertos, no hay metro con mantenimiento ni remodelado después de 50 años, no hay carreteras nuevas ni reparadas, no hay medicamentos para el cáncer y para otras enfermedades, no hay banco del bienestar, no hay Instituto del Bienestar, no hay premios del avión sin avión, no hay vacunas…
En fín hay un apagón total, pero dice el presidente:
“YA TODO ESTÁ ARREGLADO NOMÁS POR FAVOR APAGUEN TODO Y NO SALGAN DE CASA”.