*De los medios de difusión a los miedos de difusión
Una vez terminada la euforia y ola de reacciones que causó en la opinión pública la 91 entrega del premio “Oscar”, resulta oportuno sacar una especie de corte de caja, y poder reflexionar sobre lo que un evento, como el mencionado, pone en evidencia con respecto a la sociedad de hoy en día, y principalmente la que participó a través de las llamadas “redes sociales”.
La idea importante, no consiste en comentar si se está o no de acuerdo con los resultados logrados en un certamen de cine que, por otro lado, muestra signos de franca decadencia tanto por su formato, así como por sus consecuencias que actualmente causan mucha polémica en la industria del cine.
La reflexión se enfoca, más bien, a resaltar y rescatar un claro fenómeno de la actual comunicación digital, que muestran aspectos palpables de nuestra sociedad cibernética. Rasgos notorios tanto en la manera de usar estos medios, como por su contenido y, desde luego, por sus consecuencias.
El punto de arranque lo dio el anuncio de las nominaciones de las películas participantes. Y en este caso, en concreto con las 10 nominaciones otorgadas a la película ROMA de Alfonso Cuarón. Todo perfilaba a que se viviría una celebración muy “mexicanizada”.
Surgieron, tanto en redes digitales como en los canales tradicionales, personalidades, que sin ser del medio cinematográfico, emitían críticas excedidas, y con el único objetivo de externar su apoyo hacia la realización mexicana. Influenciando y aumentando así, dichas perspectivas en la mente de un público supuestamente cinéfilo, pero en realidad desprovisto ya por tradición, de una desarrollada y más seria crítica cinematográfica.
A este caldo de cultivo, se sumó la nominación para el premio Oscar como mejor actriz de una intérprete debutante de esa misma película, y que causó muchas reacciones encontradas por parte de algunos actores, actrices profesionales de nuestro medio, que fueron atacados y vilipendiados por una multitud de los llamados “youtuber” y operadores de cuentas digitales dedicadas a divulgar “memes”.
Aquí es donde empieza un hecho que es digno de comentar. Esta es la enigmática y lamentable historia de afrentas y maltratos contra quien se atreva a externar su opinión, y que no vaya de acuerdo al sentir de una mayoría, pues se arriesga a ser víctima de ataques y atropellos sin medida, y por ende el desprestigio social y hasta la afectación laboral.
Tal pareciera que ha surgido, dentro de nuestra sociedad, una especie de “Conciencia Colectiva Digital” la cual tiene la facultad de aprobar o desaprobar de manera contundente y dirigir la forma de pensar de todos aquellos que convivimos en el espacio digital.
Se trata de un pensamiento, la mayor parte de las veces apoyado en falsos e hipócritas principios de libertad, equidad, nueva moral y que sus respuestas se nunca se sustentan con argumentos, sino con ofensas, humillaciones y desprecios. Una “conciencia” a la cual hay que ajustarse so pena de ser injuriado y envilecido sin la menor posibilidad de ninguna defensa. Una “conciencia” más cercana y parecida a dictaduras y acciones de tiranía que ejerce presión sobre el inalienable derecho de la libre expresión: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo” (Voltaire).
Resulta paradójico que en los tiempos de la nueva tecnología de la comunicación los principios elementales del diálogo e intercambio de ideas se vean atropellados por un sentir que tiene más de visceral, que de un franco y edificante encuentro de opiniones. Y todo esto debido a la ignorancia y el olvido.
En esto radica el verdadero riesgo que la comunicación digital enfrenta el día de hoy; ya que si llega a borrar de la memoria los principios fundamentales de la comunicación humana, corre el peligro de llegar a convertir a los “Medios de Difusión” en “Miedos de Difusión” como nueva versión de tribunales inquisidores, y todo provocado por aquello que: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles". (Umberto Eco al diario La Stampa.)