*Ley hace gobierno

No puede existir un gobierno sin respetar y hacer cumplir la ley, planteamos el siguiente razonamiento: algunos pensadores políticos clásicos como Montesquieu, señalan que todos los seres tienen leyes, sean divinas o naturales; por sus relaciones necesarias que tienen las conocen, más si viven en sociedad.

Por ello, es un error de gobernante decir “Hay un auténtico Estado de derecho, no es un Estado de chueco y no se finge, no es respetar la Constitución en la forma para violarla en el fondo”. Si deja libre a los delincuentes el gobierno viola la Constitución Política y el Artículo 150 del Código Penal Federal y otros ordenamientos jurídicos.

Ya que, señalan los grandes pensadores políticos “falta mucho para que el mundo inteligente esté bien gobernado como el físico”, ya que las leyes naturales están vinculadas a los sentimientos y las leyes positivas están relacionada en la inteligencia, en la razón; por lo mismo, el ser humano como un ser inteligente viola sin cesar las leyes divinas y las leyes positivas, por ser limitado y está sujeto a la ignorancia y al error.

Efectivamente, algunos gobernantes al dirigir un país vinculado a los sentimientos están a favor de la ley natural y no de leyes positivas, a pesar de que son violadas ambas por los seres humanos, esto provoca errores mortales a las sociedades demostrando ignorancia en la materia de gobierno y los convierte en asesinos por omisión.

Siguen reflexionando los pensadores políticos en el arte de gobernar: “A veces (los gobernantes) pierden los débiles conocimientos que tiene, por estar sujeto a mil pasiones”, al verse perdido puede olvidarse de sus semejantes; por ello, recobrar la senda o el camino correcto “de sus deberes con las leyes políticas y civiles”.

Por consiguiente, es un error del gobernante dejarse dominar por sus pasiones cuando señala: “En la decisión de retirarnos del inmueble ya controlado en el que se encontraba el presunto delincuente privó una razón que, de tan profunda, se convierte en razón de Estado: la salvaguarda de la vida e integridad física de aquellos que no figuraban entre los beligerantes. Ninguna organización delictiva, por más pertrechada que esté, es más poderosa que el Estado mexicano en términos bélicos”.

Entre gobernantes y gobernados no hay guerra, a menos que el gobierno le declare la guerra a la sociedad que busca vivir en paz, además la sociedad dirime sus conflictos con la ley natural o positiva. Pero, el gobierno por su inexperiencia no cumple con la ley natural ni con la ley positiva, solo provoca caos por los conflictos internos de la clase gobernante ante un líder que se le está diluyendo los controles del país.

Sabemos que el ser humano en estado de naturaleza está determinado por las leyes naturales, cuando vive en sociedad lo determina las leyes positivas. Otro error grave de un gobernante es cuando afirma contundente: “…estamos hablando de casi el inicio de una guerra que finaliza en cuatro o cinco horas”.

Veamos, los clásicos del pensamiento político señalan que la primera ley natural es la paz no la guerra; la segunda ley natural es su debilidad y temor, además de buscar sus alimentos; la tercera ley natural es la busca del placer, entre ellos el sexo; la cuarta ley natural es el conocimiento como un vínculo para vivir en sociedad.

Entonces, el ser humano busca la paz y no la guerra, es un error del gobernante vivir en guerra o provocar la guerra entre los ciudadanos, porque “la sociedad no podría subsistir sin gobierno”,  y, el mejor gobierno es el que adapta al pueblo, es el Derecho político, en consecuencia son fundamentales las leyes entre los seres humanos, donde “La relación que liga a todos los ciudadanos entre sí”, es el derecho civil, es la reunión de todas las voluntades, es la Ley General, es la razón humana de gobierno de cada pueblo.

Por ello, en “La república en donde el pueblo en cuerpo ejerce el poder soberano, es una democracia. Si el poder soberano está en manos de parte del pueblo, se tiene una aristocracia. El pueblo, en la democracia, es soberano en ciertos aspectos; en otros, súbdito”.

De aquí que, sea una mentira del gobierno afirmar:

“Esto no significa que vamos a incumplir con la ley, esto no significa que va a haber impunidad. No hay impunidad para delincuentes, ni para delincuentes de la llamada delincuencia organizada ni para delincuentes de cuello blanco”.

Por lo mismo, señala Montesquieu: “Unas veces con cien mil brazos todo lo trastorna; otras con cien mil pies no avanza más que los insectos”. Y esto provoca que “una autoridad exorbitante, concedida de pronto a un ciudadano en una república, da origen a una monarquía o a algo más que una monarquía”, y acumula poder dividendo a la sociedad y al Estado.

“Cuanto más se aproxima una aristocracia a la democracia, más perfecta es, siéndolo menos a medida que se acerca a la monarquía. La más imperfecta de todas es aquella en que la parte del pueblo que obedece es esclava civilmente de la que manda”. “Pero cuando en un gobierno, popular caen las leyes en, el olvido, como esto sólo puede provenir de la corrupción de la república, está ya, perdido el Estado”.

“En los Estados despóticos la naturaleza del gobierno exige obediencia absoluta: la voluntad del príncipe, una vez conocida, debe producir su efecto tan infaliblemente como una bola lanzada contra otra tiene que causar el suyo”.

De aquí que, es peligroso un gobernante cuando se justifica para no cumplir con sus funciones y fortalecer al Estado: “‘El que la hace la paga, la ley es la ley’, y todas esas baladronadas. No, este es otro asunto, esto es pacificar al país convenciendo, persuadiendo, sin violencia, ofreciendo bienestar, opciones, alternativas, mejorar las condiciones de vida, las condiciones de trabajo, fortalecer valores. Sigo insistiendo en eso: valores culturales, morales, espirituales”.

Es decir, vale más la ley natural que la ley positiva, a pesar de que ambas son violadas por los seres humanos. Esto determina la forma de gobierno, sí existe; o, es el desprecio a gobernar por el bien del pueblo y la fortaleza del Estado por medio de la ley.

*Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,

Universidad Nacional Autónoma de México.

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