*La bolsa y la vida
Las epidemias han cambiado frecuentemente el rumbo de la historia. La peste negra del siglo XIV aniquiló al 60% de la población de la Europa medieval; en México la viruela traída por los conquistadores devastó a más de la mitad de las comunidades indígenas; y la gripe española de 1918 mató entre 80 y 100 millones de personas en el mundo, más que todas las que fallecieron en la Segunda Guerra Mundial.
Si bien las ciencias de la salud y las capacidades hospitalarias son mucho más favorables al ser humano y podría aspirarse a un plazo epidemiológico más breve, el Covid-19 tiene el potencial de dañar dramáticamente la economía global, que de suyo está cayendo en una profunda recesión. Llovido sobre regado.
Frank Snowden, profesor de historia médica en la Universidad de Yale y asesor de la Casa Blanca para la crisis actual, ha subrayado que las epidemias tuvieron un enorme impacto en las religiones, el arte, la literatura, el urbanismo y los servicios públicos, pero sobre todo en la demografía y en la economía.
“De hecho, guerras, revoluciones y crisis económicas fueron en parte desencadenadas por epidemias; que habida cuenta del agotamiento de los recursos y de los seres humanos se multiplicaron enfermedades durante largo tiempo”. Generaron así nuevos ciclos históricos.
La prevención puede reducir considerablemente los estragos, como en los terremotos y las erupciones volcánicas. También la conciencia general sobre la gravedad de la crisis y la disciplina social para disminuirla.
En cambio, el ocultamiento o la banalización del desastre, lo agudizan irresponsablemente. Recordemos la heroica y oportuna reacción ante el bombardeo de Londres. Los túneles que se cavaron para la defensa sirvieron después de trenes suburbanos y la disposición para reconstruir se tornó en victoria económica. Japón estableció sus grandes armadoras en Hiroshima y Nagasaki. Las calamidades sirven también para que florezca el talento de los pueblos.
La debacle económica mundial en combinación con el Coronavirus afecta principalmente a la población en condición de pobreza -ignorancia y vulnerabilidad biológica-; aquellos que según la CEPAL caerán en “el desempleo, subempleo y la pobreza laboral”. La OIT considera que el Covid-19 reducirá el empleo mundial en casi 25 millones de personas.
Los pronósticos de los optimistas fallaron: el Banco Mundial ve en el horizonte una reducción del 2.9% al 1.3% del PIB global y advierte la posibilidad de una aguda recesión. La conversión del hoyanco en cráter.
Los economistas de norteamérica habían anunciado un impacto mínimo: una décima de punto porcentual en la disminución del crecimiento regional, pero ya Wall Street y por efecto arrastre la Bolsa Mexicana tuvieron esta semana su peor caída desde la crisis de 2008, y los principales índices bursátiles cayeron en más del 10%, lo que no ocurría desde fines del 2018 cuando se acentuó la guerra arancelaria con China, entrando en zona de corrección que obliga a la disminución de las tasas de interés y a la inyección de grandes sumas de capital.
A falta de éstas últimas, se calcula que nuestro país se reducirá el crecimiento de 1% a 0.75%: en camino hacia el inframundo.
Las cadenas productivas y de suministros globales están seriamente trastocadas y el brote está causando estragos al sector de servicios. Es particularmente grave en esta crisis la escasez en el abasto de medicinas. La propagación de casos confirmados en Europa, Asia y hoy en América en el último mes están afectando al crecimiento global que puede reducirse a menos del 1% en 2020.
Tanto la epidemia como la crisis económica inducen a una mayor intervención del Estado en diversos campos, pero propician igualmente la solidaridad social, que no el mercado. Este podría ser el saldo más positivo de esta emergencia.
Inclusive Donald Trump ofrece opciones para la prevención de la enfermedad infecciosa, como de las repercusiones económicas. Propone elevar a emergencia nacional la pandemia con cobertura total gratuita y decidió un plan de choque que contempla 700 mil millones de dólares en medidas de apoyo al salario y 300 mil millones en medidas fiscales que incentiven la inversión en infraestructura y detonen empleo.
Canadá y Francia, en las que se ha suspendido el pago de deudas personales y familiares. La dimensión de la crisis mexicana exige una respuesta seria y oportuna.