*Con el metro que midas…
Hace apenas unos meses, las autoridades capitalinas estaban raudas y veloces desatornillando las placas monumentales que daban testimonio de la inauguración por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, y del Regente capitalino Alfonso Corona del Rosal, del Sistema de Transporte Colectivo de la Ciudad de México, el Metro, para que en la espuria fecha del pasado 13 de mayo se celebrara con la defenestrada ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la supuesta fundación, inauguración o primera piedra de la Gran Tenochtitlán.
Pero 10 días antes, en ese mismo sistema de transporte tuvo verificativo uno de los peores accidentes viales que haya habido en esta ciudad y que desgraciadamente han aumentado de forma inexplicable. La catástrofe dejó un saldo trágico 28 muertos y más de 80 heridos. Los deudos ni siquiera merecieron un pésame presidencial o la visita de la Jefa de Gobierno a los heridos y sus familiares.
El desplante de insensibilidad fue mayúsculo: “eso ya también al carajo, ese estilo, esa hipocresía". El “razonamiento” (o maquinación mental… la que haya sido), no pudo ser peor: "No es mi estilo, no gusta la hipocresía, estoy pendiente, solidarizándome con familiares de las víctimas, pero esto no es de irse a tomar fotos, eso ya también al carajo, ese estilo, esa hipocresía".
¿Desde cuándo en el país con el mayor y más acendrado culto a la muerte y al recuerdo de los difuntos, dar un pésame es hipócrita? ¿Qué opinarían de esta irracionalidad el maestro José Guadalupe Posada, Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz y los pobladores originales de la gran Tenochtitlán?
Pero recordemos que lo que alguna vez se consideró un proyecto o una misión imposible, dada la naturaleza lacustre y fangosa de la ciudad de México, aunado con los constantes movimientos sísmicos, que por su misma condición (no rocosa), se incrementan de manera sustancial como lo hemos sufrido a lo largo de las desgracias de 1957, 1985 y 2017, por recordar las más críticas.
Pese a todos esos inconvenientes y recomendaciones en contra, los expertos de la UNAM, el conjunto de ingenieros encabezados por Bernardo Quintana y el equipo de especialistas franceses que formaron uno de los grupos expertos más reconocidos en el mundo, dio como fruto una de las obras de ingeniería con mayor reconocimiento internacional a nuestro país.
El Metro fue inaugurado el 4 de septiembre de 1969 y su primera línea tenía una extensión de 12.6 kilómetros. Desde entonces había sido uno de los sistemas de transporte más eficientes y reconocidos a nivel mundial, y en esos 51 años, los únicos accidentes que llegó a tener fueron por alcances de trenes, por fallas de mantenimiento o humanas, pero nunca, nunca por daños estructurales o de construcción. Tuvo que ser la mal llamada línea Dorada, la que desde su inauguración e inmediata clausura por más de nueve meses para reconstrucción, revisión y corrección, la que presentara la falla estructural y de construcción más evidente que tengamos noticia, pues digan lo que digan los técnicos y los políticos, una construcción elevada no se desploma por más que” muevan a las ballenas” o que las vibraciones hagan perder el equilibrio de la construcción.
Para darnos una idea de las ingentes cifras con las que hay que considerar en una obra de estas magnitudes, le diré como botón de muestra que un vagón vacío del Metro pesa en promedio 28.9 toneladas y ya con carga alrededor de 40.8 toneladas. A lo anterior hay que agregar que la velocidad promedio del Metro es de 36 a 40 Km/hr, y puede llegar a una velocidad máxima de 80.
Pero no todo es construcción, rodamientos, trabes, ballenas, rieles o vagones. La seguridad en cualquier sistema de transporte es un elemento fundamental para su buen desempeño y tanto esto es así que en ciudades como Nueva York, actualmente (con todo y pandemia), se ha decidido incrementar a 250 oficiales de policía, para la seguridad de los pasajeros, mismos que se sumarán a los 3 mil ya existentes, eso sin contar los 80 oficiales auxiliares, voluntarios desarmados pero capacitados profesionalmente.
Mientras tanto en México como bien sabemos desde hace dos años y fracción la prioridad es ahorrar, ahorrar y seguir ahorrando, por lo que los delitos graves como asesinato, violación, robo, asalto y hurto mayor, así como agresiones a pasajeros y entre pasajeros, son cosas del diario vivir sin que haya reportes oficiales o estadísticas confiables, salvo por los que dada la gravedad de los delitos o de las desgracias llegan a los medios de comunicación o las redes sociales.
Recordemos también que el STC, nació con un enemigo natural que lo freno en la década de los 70 durante más de seis años: el pulpo camionero, que por aquellos entonces tenía influencias en los más altos niveles de la administración pública. Pero la misma dinámica poblacional y urbana de la ciudad rebasó por mucho los alcances que hubiese podido tener aún el mejor sistema de autobuses o multimodal.
Si existe algo lamentable en los funcionarios públicos es su falta de capacidad o de honestidad para reconocer cuando alguna responsabilidad los sobrepasa de manera evidente y lejos de renunciar o asesorarse de los expertos, utilizan su influencia y poder para hacer gala de soberbia y seguir destruyendo lo que a la sociedad le tomó décadas construir, mantener, conservar y mejorar.
Las autoridades sean las que sean tienen una duración limitada, pero las torpezas, desatinos y destrozos que le generan a la sociedad y más a los millones de ciudadanos que no teniendo de otra tienen que recurrir para su traslado al Metro o al Metro, porque el costo de los camiones, los taxis y los colectivos además de su inseguridad, los precios se vuelven prohibitivos, ya que un trabajador que vive en el estado de México y se desplaza hacia la capital, destina más de un 20% de su ingreso regular para transporte.
Como hemos podido revisar, hablar del Metro es hablar de uno de los sistemas fundamentales para el adecuado funcionamiento de esta ciudad, por lo que resulta ruin, bajuno y perverso que dos de los principales aspirantes a la Presidencia de la República, sean los principales sospechosos responsables, si no es que culpables de esas muertes y del terrible daño que le han provocado a cientos de miles de usuarios de ese sistema de transporte, que resentirán las incómodas y terribles consecuencias durante meses o años de la irresponsabilidad y negligencia de ambos.
Pero según San Lucas, Jesucristo sentenció “con la vara que midas serás medido”. Y podríamos agregar con el Metro que destruyas...