*La amenaza del fanatismo político

La frecuente aparición de notas periodísticas en donde políticos, líderes empresariales, abogados, periodistas y hasta sacerdotes anuncian el inminente enfrentamiento entre diferentes sectores de la sociedad como única salida a la intolerancia, el endurecimiento del lenguaje y la tozudez del gobierno. 

Esto parece ir cobrando visos de realidad, si no se recurre a la argumentación, al razonamiento y la exposición de ideas en lugar de dicterios, descalificaciones y desafíos.

Afortunadamente, en muchas ocasiones la inquietud y el trabajo de los intelectuales se convierten en trabajos que permiten descubrir o recuperar argumentos, métodos y procedimientos de razón, que eviten las confrontaciones estériles que lejos de ayudarnos a encontrar soluciones a los problemas, solo los complican o agravan. Tal es el caso del artículo “La invención indómita”, de Alberto Ruy Sánchez (El Cultural. No 294), en donde al analizar el ensayo como género literario que permite al individuo poder manifestar libremente sus ideas, vivencias, experiencias y proyectos, sin necesidad de recurrir a los cánones eruditos, o ajustarse a las exigencias metodológicas de los Tractacts o Tractatus, que estaban reservados a los maestros o a los grandes iniciados.

Desde el principio Ruy Sánchez, refiere que desde la antigüedad y hasta nuestros días, sigue siendo asombroso que “personas libres decidan someterse a un tirano”.

“Ningún argumento lo explica totalmente. Es uno de esos fenómenos que, como el suicidio, es producto de una confluencia plural de razones. De hecho, comienza como un suicidio de la razón”.

“La declaración de los verdugos genocidas del nazismo: “yo sólo obedecía órdenes”, fue claramente señalada por Hannah Arendt, como una claudicación de la facultad humana de razonar. Y llamó a esa claudicación “la banalidad del mal”

Lo anterior nos pone de relieve la enorme responsabilidad que todo ser humano se debe a sí mismo, y al entorno donde interactúa, recurrir a la justificación de que los “ideales”; la “causa”; la “patria” la “misión” puede exculpar al individuo de su abierta y descarada crueldad y perversidad es una mentira fantástica.

EL HOMBRE MASA SÍ EXISTE

Cuando se explica la “banalidad del mal”, Arendt, es lapidaria: “consiste en someterse a ese ideal, creerlo, aunque haya evidencias de que es falso, y someterse al autócrata que lo encarna subordinando a él la facultad de razonar con autonomía, con libertad. Es curioso que se vea como algo positivo ejecutar o pensar ciegamente lo que diga un partido, que hará ciegamente lo que el autócrata decida que es necesario. Y ese nuevo ideal justificará robar, matar, extorsionar, linchar, violar las leyes y abusar de las personas. Todo en nombre de un ideal”

A lo largo de su trabajo Ruy Sánchez, nos da un recorrido por las ideas de pensadores que usaron el ensayo para sus obras que abarcan desde el Siglo I con las Cartas a Lucilio de Séneca, a Étienne de la Boétie (autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria), hasta llegar a Gustave Le Bon, Roland Barthes, Elías Caneti y varios más.

Como uno de los elementos fundamentales de la “invención indómita”, es recordarnos que a pesar de los innegables avances en materia económica, tecnológica, de comunicaciones y de acceso a la educación y otras formas de instrucción, actualmente estemos enfrentando en nuestra sociedad características inequívocas de la servidumbre voluntaria a la que se refería de La Boétie y que Gustave Le Bon identifico así:

1.- El individuo hecho masa adquiere la sensación de multiplicar sus poderes, lo que lo vuelve capaz de una violencia que no cometería solo.

2.- El contagio de ideas y actitudes lo pueden hacer actuar contra sí mismo. “El ímpetu de la masa puede ser suicida, sacrificial”.

3.- Por último “una especie de hipnosis colectiva multiplica el poder del hipnotizador, del caudillo, haciendo de la masa un ente de obediencia. La vida consciente de los cerebros individuales queda paralizada, afirma Le Bon. Y el individuo se vuelve un esclavo de todas sus actividades inconscientes”.

Si algo caracterizó al Siglo XX, fueron las guerras, y aunque las más recordadas o publicitadas fueron las guerras mundiales y de los grandes países, las guerras independentistas y las guerras civiles fueron las que más víctimas cobraron a todo lo largo de la centuria en todos los continentes.

 México tuvo una revolución que según los recuentos actuales “no dejó satisfecho a nadie”, pero recordemos que entre los enfrentamientos armados, la hambruna, las enfermedades, el fanatismo religioso y la corrupción mantuvieron a este país durante décadas en la desigualdad más abyecta que se tenga memoria.

Ojalá recordar que el fanatismo político es contagioso y mortal, nos evite otra epidemia que nadie queremos.

Ya con los muertos por la enfermedad, el crimen y la incapacidad de las fuerzas de seguridad, creo que ya tenemos bastante.

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