*¿Y El Combate al Hambre?
La semana pasada en estas Hebdomadarias documentamos los gastos de varios programas sociales del actual régimen, mismos que totalizaron casi 450 mil millones de pesos en 2020, los cuales independientemente de su munífica intención, lejos de mejorar la condición alimentaria o económica del “pueblo sabio”, dolorosamente, para millones de mexicanos la pobreza, enfermedades y desnutrición siguen en aumento.
Por supuesto que un tema tan delicado no puede quedarse en la mera repartición de efectivo a millones y millones de personas con un criterio estrictamente político o de bondad descomunal, sin dedicarle la estructura institucional, profesional y especializada que ese fenómeno conlleva.
Como mero botón de muestra le diré que en nuestro país según el Consejo Mexicano de Geriatría. A.C., hasta el día de hoy existen en todo el país 742 médicos geriatras certificados, mientras que en 2020, la población de adultos de 60 años y más era superior a los 15 millones, de las cuales 1.7 millones vivían solas, y de ellos sólo el 41.4% son económicamente activos, y 69.4% presentan algún tipo de discapacidad, de acuerdo con la última encuesta especial del Inegi.
Según esos datos, por cada geriatra hay 20 mil 754 adultos, lo que pinta de cuerpo entero la escasez de personal médico especializado a nivel nacional a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad y ni con los $3.100 pesos que reciben bimestralmente les alcanza para los aspectos más necesarios para la sobrevivencia.
En La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2018 del Inegi, se reportó que el número de personas de 60 años o más que residía en México era de 15.4 millones, cifra que representaba 12.3% de la población total.
La mayoría de ellos (47.9%) vive en hogares nucleares (formado por un solo núcleo familiar: puede incluir a una pareja con o sin hija(o), solteros o un jefe o jefa con hija(o)s solteros). Casi cuatro de cada 10 (39.8%) residen en hogares ampliados (un solo núcleo familiar o más, y otras personas emparentadas con él o ellos) y 11.4% (1 millón 746,125) conforman hogares unipersonales, es decir, viven solos.
Según la misma fuente, los gastos destinados por las personas mayores de 60 años que viven solas para alimentarse son, en promedio, de 5,209 pesos trimestrales. Esto creo que describe muy nítidamente las condiciones de pobreza que caracteriza ese sector del que tanto se ha hablado con motivo de su vulnerabilidad por la pandemia.
Ahora bien, según nos refirió Mario Luis Fuentes (Excélsior/12/07/2021), “de acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, en México hay únicamente 8,500 alojamientos de asistencia social o beneficencia pública y privada. De esa cantidad, para la atención y cuidado de niñas y niños hay únicamente mil, de los cuales 662 son asociaciones civiles, 102 son instituciones de asistencia privada; 4 tienen la figura de sociedades civiles; 13 son asociaciones religiosas y solamente 133 son instituciones públicas, además de 86 que no responden a ninguna de las anteriores categorías.
Como puede intuirse, se trata de una red insuficiente de servicios asistenciales para la magnitud y necesidades de nuestro país; pero también no es difícil imaginar el estado de precariedad con el que operan y la enorme carencia de recursos tanto físicos como financieros y de equipamiento, además de la necesaria modernización y adecuación de los modelos de atención a la perspectiva de los derechos humanos y la urgente capacitación de su personal, el cual, en su mayoría, es personal voluntario.
En efecto, de acuerdo con los datos censales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de las 61,612 personas que trabajan en los establecimientos de asistencia social, 51,840 son personas que lo hacen de manera voluntaria; de ellas, 27,228 son hombres y 24,612 son mujeres.
Esto significa que, en promedio, para cada centro asistencial habría 7.24 personas que presten sus servicios en ellas; de las cuales, en promedio, seis prestan sus servicios de forma voluntaria y 1.2 por cada centro lo haría de manera remunerada”.
Así pues, mientras los señores políticos ya están muy nerviositos por la carrera presidencial del 2024, y el organizador de tan “magno evento” es el propio Jefe del Ejecutivo, en medio de una violencia desatada en varios estados del país donde se ha hecho evidente que la violencia de las bandas del crimen son las que han impuesto su ley, los avances en el proceso de vacunación sigue rezagado, la escasez de medicamentos continúa, la reactivación económica también ha sido muy lenta, y pese a los esfuerzos de médicos y autoridades sanitarias las muertes por Covid-19 siguen incrementándose ahora en la población menor de 40 años.
Uno entiende que cada quien busca lograr que sus proyectos y metas se realicen, ¿pero a costa de quiénes? y sin un verdadero proyecto de asistencia social que atienda a esos sectores vulnerables que como hemos visto sirven de manera sensacional para ofrecer discursos, pero muy pocos recursos y casi nulos proyectos.