*Corte de caja
Desde cualquier ángulo que se analice el período presidencial de Enrique Peña Nieto, llevará sin remedio a un resultado negativo. No se cumplieron las expectativas. Su legado, las reformas estructurales sufrirán severas modificaciones en el siguiente gobierno. No pudo retener el poder debido a su baja popularidad. Los sueños faraónicos sucumbieron ante los escándalos de corrupción: la Casa Blanca fue el emblema de una opulencia que ofende; los exgobernadores Javier Duarte de Ochoa de Veracruz, César Duarte Jáquez de Chihuahua, entre otros, saquearon sus respectivas entidades.
En el reglón de los derechos humanos se vivió un desastre, los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos el 26 septiembre del 2014, terminaron con la paciencia de la sociedad civil, aunado a un desprestigio a nivel global.
En materia de seguridad, la situación está peor que cuando inició su administración. Las bandas delictivas terminaron de consolidarse y diversificaron sus negocios; con la complicidad de las autoridades. En los hechos, se convirtieron en un Estado paralelo.
El ejército y la marina encabezaron una guerra que les ha permitido demostrar dos cosas: Su ineptitud, y una vocación permanente para violar los derechos humanos de la población que dicen defender. Irónicamente se quedarán otros seis años en las calles. El problema, está lejos de resolverse. La propuesta del próximo gobierno de que los narcotraficantes se conviertan en empresarios ha provocado mucha polémica.
En lo que se refiere a lo económico hubo un estancamiento, los ciudadanos se refugiaron en el comercio informal para amortiguar el desempleo. Al mandatario, le queda como consuelo haber logrado la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sacrificó sus últimas fichas sobre el tablero, el resultado no fue el más óptimo para los intereses de nuestro país, ya que lo impusieron desde Washington. El sector automotriz quedó comprometido, el 30 por ciento de los vehículos que se exportan de México al vecino del norte con las nuevas reglas del acuerdo comercial, por lo que deberán pagar el 2.5 por ciento. Además, continúa latente la posibilidad de que el gobierno de Donald Trump imponga aranceles del 25 por ciento a los automóviles pick up mexicanos. En este contexto, no se explica la euforia que mostró Peña Nieto, ni tampoco que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se sumara al ambiente festivo. La actitud de ambos refleja el nivel de dependencia que mantiene la economía mexicana con respecto a la estadounidense.
Sin duda podemos calificar de desastrosa la política exterior. La poca credibilidad que teníamos en América Latina se ha ido perdiendo. La cancillería mexicana hizo el ridículo cuando intentó presionar al presidente venezolano Nicolás Maduro para que dejara el poder que ganó legítimamente en las urnas. Se enfrascaron en una serie de descalificaciones que no benefició a ninguna de las dos partes.
En la reciente crisis en Nicaragua, nuestro país se quedó impávido. No obstante, el peor error del mandatario saliente fue haberse involucrado en la elección presidencial de los Estados Unidos, cuando recibió al candidato republicano, Donald Trump. En agradecimiento, el empresario neoyorquino no se ha cansando de humillar a Peña Nieto con el tema de que México pagará el muro fronterizo.
A pesar de lo evidente, el Presidente de la República niega que la caída del PRI al tercer lugar electoral se deba a su mala gestión, alegó en varias entrevistas que el triunfo de López Obrador es porque en el mundo existe una tendencia que favorece a los políticos antisistema.
¿A quién quiere engañar el mexiquense? El telón está a punto de caer y entonces, la historia no tendrá piedad con él.