*Caer en el juego de Trump
El acuerdo firmado el viernes 7 de junio en la ciudad de Washington convirtió al presidente Andrés Manuel López Obrador en promotor de la reelección de Donald Trump.
Con dicho acuerdo, Trump cumple la promesa que hizo a los votantes de construir un “enorme muro” en la frontera sur de Estados Unidos a fin de parar la invasión de migrantes, y que lo pagara México.
En efecto, para evitar aranceles a exportaciones, López Obrador aceptó que policías de los tres niveles de gobierno, las fuerzas armadas y en especial la Guardia Nacional persigan, detengan y entreguen al Instituto Nacional de Migración (INM) para su deportación a migrantes sin papeles, incluyendo a niñas, niños y menores no acompañados. Los gastos que origine hacer del territorio nacional el muro prometido por Trump los pagará México.
El gobierno de López Obrador aceptó por igual que Washington certificará si México cumple con su tarea de migra, y de no hacerlo, recibir un severo castigo.
Peor aún. El profundo temor que mostró México a los aranceles confirmó a Trump que puede renovar la amenaza de imponerlos cuantas veces lo demande su campaña de reelección. Por ejemplo, podría exigir a México que detenga y extradite a los capos de los cárteles del narcotráfico, “responsables de la muerte anual de cien mil estadounidenses”, y lo haga en los términos y plazos que él fije, o de lo contrario…. Así mismo, que México olvide sus principios constitucionales de política exterior y tome un lugar de vanguardia en la ofensiva contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, porque de no hacerlo…
Por si algo faltara, habiendo sometido al Poder Ejecutivo, Trump emplazó ya al Poder Legislativo: firma el acuerdo o habrá aranceles. Y probablemente Trump se lanzará contra el Poder Judicial: que condene a cuanto acusado de narco y coyote llegue a los tribunales, o zumbarán los varazos a México.
De ganar la reelección, Trump -un presidente orgullosamente imperialista, pendenciero y xenófobo- continuaría con sus insultos y golpes a México, simplemente por el placer de humillar y mantener en la incertidumbre a un país que no quiere, que odia, y desde luego, para presumir al mundo cómo México, con simples amenazas de aranceles, terminó siendo su achichincle, migra, verdugo y sicario.
Las graves equivocaciones de un gobierno atemorizado.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador se equivocó al tener como objetivo de la negociación evitar que Washington aplicara aranceles, y además, al creer que es posible negociar con Trump.
El temor a los aranceles acabó siendo un talón de Aquiles, y la confianza en la palabra de Trump, una ingenuidad mayúscula.
El principio guía de la negociación debió haber sido cómo ganarle el juego al ocupante de la Casa Blanca utilizando la carta de su letal debilidad: restarle votos y apoyo económico a su reelección.
Del paso a la historia con mayúscula, al tóxico precedente.
El presidente López Obrador tuvo en charola de plata su pase a la historia grande como defensor de la dignidad y soberanía de México, y por igual, de leyes y normas que rigen el trato entre países, de las que regulan el comercio internacional, y de las establecidas en el propio Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLAN). Sucedió lo contrario. México sentó un precedente de incalculable potencial destructivo: que sean el insulto, las amenazas y la fuerza los que definan la relación comercial, o cualquier otra, entre las naciones.
López Obrador pudo, igualmente, enfrentar a Trump con aranceles espejo y ponerlo contra la pared: recular y perder credibilidad ante sus partidarios extremistas, o cumplir su amenaza de aranceles progresivos y echarse en contra a gobernantes, legisladores, empresarios y votantes del Partido Republicano indispensables para su reelección.
Una segunda y última oportunidad para México.
El objetivo principal de Trump hasta noviembre del año entrante es ganar simpatizantes y contribuciones para su reelección. Por ello seguirá amenazando a México con los aranceles, a menos que cumpla con lo que él ordene. Y justo ahí se presenta la otra oportunidad para enfrentar a Trump y hacerlo en cuádruple vía: el recurso a leyes y normas que rigen las relaciones internacionales y el trato comercial entre las naciones, así como a las establecidas en el propio TLCAN;
llevar a niveles sin precedente el intercambio comercial y la cooperación con la Unión Europea, América Latina y países como Rusia y China;
imponer a Estados Unidos, en defensa propia, aranceles espejo;
sacar la migración del ámbito de la seguridad nacional y darle el lugar que le corresponde como agente de enriquecimiento social, creación de empleos e impulso a la calidad de vida en los países receptores.
Con una ruta de acción como la señalada, México elevaría significativamente el costo electoral, político e internacional que Trump pagaría de iniciar la guerra de aranceles.
Esta segunda y última oportunidad de encarar a Trump no sería para AMLO, o solo para su gobierno. A fin de que el cambio de rumbo sea creíble y viable, tocaría al Estado en su conjunto –pueblo mexicano en el extranjero incluido- responder a Trump.
Enfrentar las amenazas del ocupante de la Casa Blanca con la dignidad y determinación que el caso amerita recibiría el apoyo que más cuenta: el de la mayoría de los gobernantes y legisladores Demócratas, organismos empresariales, medios de comunicación y votantes estadounidenses. Por otra parte, el gobernador, senadores, diputados y empresarios Republicanos de Texas han manifestado a Trump que la imposición de aranceles sería una política equivocada, contraproducente, que dañaría al país y a su estado, el cual tiene con México la relación más importante de intercambio comercial.
Si Trump pierde Texas en 2020, y por igual otros estados con gobernantes republicanos donde la guerra de aranceles provocaría serios descalabros, como Iowa y Arizona, que se olvide de su reelección.
Incluso, los líderes Republicanos del Senado podrían concluir que Trump representa una seria amenaza para el partido y su poder político, y en consecuencia, que es indispensable hacer alianza con los Demócratas para enjuiciarlo y destituirlo, como sucedió con Richard Nixon.
A su vez, los países que no ven con buenos ojos a Trump –casi todos-celebrarían el valor de México, agradecerían su responsabilidad global, y le ofrecerían apoyo para mitigar el costo a pagar debido a los aranceles y aprovechar las oportunidades que presentaría disminuir la dependencia de Estados Unidos.
Y lo que más importa. No obstante el daño que traería a México la guerra de aranceles, los beneficios de encarar a Trump serían mayores. Como lo fue para Gran Bretaña enfrentar con sangre, sudor y lágrimas, y a la vez con admirable valentía y determinación, a Hitler y la amenaza que representaba para la humanidad entera.
Primitivo Rodríguez Oceguera
*Candidato a doctor en historia por la Universidad de Chicago