*¿El principio del fin?
Empezaremos diciendo que muchas cosas pueden haber ocurrido entre el momento en que estamos escribiendo este artículo (fines de enero) y el día en que habrá de ser publicado (primera semana de febrero).
Y es que los acontecimientos que se están dando en Venezuela se desarrollan quizás con mayor velocidad con que se precipita el torrente sobre las cataratas del Niágara.
Cada día una nueva noticia. Noticia que por su importancia le va quitando actualidad a la que apenas se dio pocas horas antes.
Desde luego que es pública y notoria la impopularidad del dictador venezolano Nicolás Madura quien, si para cuando se publiquen estas líneas, sigue aún viviendo en el Palacio de Miraflores, ello quizás se deba a uno de esos extraños fenómenos que no pueden explicarse científicamente.
El caso es que Maduro se encuentra tanto o más desesperado que un gato acorralado al que no le queda otra salida que atacar con sus zarpas a quienes le acosan.
Y lo peor para Maduro es que acaba de entrar en escena un nuevo personaje: Juan Guaidó, quien se ha proclamado presidente legítimo.
Y -como antes dijimos- nuevas noticias dejan obsoletas a las que se dieron hace algunas horas: Los Estados Unidos, después de romper con Maduro, han reconocido como único presidente a Guaidó.
Y, dentro de esta catarata de noticias, ya no solamente los Estados Unidos reconocen a Guaidó; también lo ha hecho Brasil, Argentina, Colombia, varios más y hasta es probable que también lo haga la Unión Europea si Maduro no convoca a elecciones.
Y, por si lo anterior no bastase, los dólares del gobierno venezolano que se encuentran en los Estados Unidos han sido puestos a disposición del autoproclamado Guaidó.
Complicada la situación, muy complicada, especialmente si tomamos en cuenta que, aparentemente, Maduro cuenta con el respaldo de las fuerzas armadas.
Eso sin contar los más de veinte mil cubanos que se encuentran en Venezuela y que pudieran ayudar a Maduro a reprimir sangrientamente cualquier tipo de manifestación en su contra.
Como antes dijimos, un gato acorralado es capaz de cualquier cosa. Tal es el caso de Maduro.
Un Nicolás Maduro lleno de soberbia que ha hundido a su pueblo en la miseria y la desesperación por haber aplicado una serie de medidas económicas de corte populista que solamente producen inflación, carestía, hambre y desempleo.
Ignoramos que habrá ocurrido entre el día de hoy y el día en que nuestros amigos lectores posen sus ojos sobre estas líneas.
Lo más sensato sería que Nicolás Madura le entregase el poder a Juan Guaidó quien, después de convocar elecciones, marcaría el principio del fin de un gobierno autoritario, inepto y represivo.
Consideramos que es difícil que -a menos que los militares lo presionen- Maduro adopte dicha postura pues él sabe mejor que nadie que, una vez que deje la Presidencia, ya no podrá vivir tranquilo en ningún país del mundo.
Y es que son muchas las cuentas que tiene pendientes con la Justicia y muchos más los que están dispuestos a cobrárselas.
Esa es la razón por la cual, antes que ir a la cárcel, Maduro está dispuesto a todo. Es ahí donde se encuentra su peligrosidad.
Sin embargo, dado que la situación es incierta debido a la cascada de noticias que nos abruma, consideramos que ya nada podría sorprendernos.
Y es que, si Maduro no cayese ahora que todo lo tiene en contra, ya los venezolanos pueden irse resignando puesto que ya nada en el futuro podrá librarlos de la peor dictadura que han tenido en toda su historia. Es ahora o nunca…
Ahora bien, si Maduro cayese (lo cual deseamos de todo corazón para bien de tan querido pueblo hermano) entonces podrían darse otros cambios dentro de la geopolítica de la región.
Cambios que podrían afectar tanto a la Nicaragua de Daniel Ortega como a la Bolivia de Evo Morales.
En fin, poco vivirá quien no lo vea…