El clima de la Ciudad de México y la Zona Metropolitana se ha incrementado, principalmente por el cambio en el uso del suelo y el crecimiento desordenado del territorio y número de pobladores, lo que propicia que se registre aumento de temperatura, entre otros fenómenos, señalaron expertas de la UNAM.
Estudios científicos han mostrado que la urbe tiene una temperatura más alta que la registrada en las afueras, con diferencias que pueden ser de alrededor de 10 grados centígrados. “El centro de la ciudad, al no contar con áreas verdes ni cuerpos de agua -que son sumideros de calor-, se comporta como una zona desértica; tenemos una superficie urbanizada que se calienta mucho durante el día”, señaló Elda Luyando López, investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA).
Al participar en el ciclo México 500 años, presentado por Telma Castro Romero, directora de esta entidad universitaria, señaló que a esa diferencia urbano-rural, entre la zona más caliente de la urbe y la más fresca en el campo, se le llama isla de calor, fenómeno emblemático del clima de la capital del país que muestra que habitamos sobre una superficie impermeable, caliente y dura, y que “debe servir de ejemplo para que otras ciudades no cometan los mismos errores”.
De acuerdo con mediciones realizadas durante el periodo de 1920 a 2014 en el observatorio de Tacubaya, la temperatura mínima anual promedio se incrementó aproximadamente cuatro grados centígrados al pasar de 8 a 12, y la máxima anual promedio aproximadamente dos grados (de 23 a 25). “La isla de calor es mucho más clara en las temperaturas mínimas, durante las primeras horas de la mañana; antes de que salga el Sol es cuando se marca más la diferencia entre lo urbano y lo rural”.
Además, los periodos cálidos, es decir, tres días o más con temperaturas mayores a 30 grados, también han ido en aumento. En la década de 1877 a 1887 sólo en dos ocasiones ocurrió ese fenómeno; de 1961 a 1970, ocho; y de 2001 a 2010, 18. Ha crecido significativamente y los habitantes de la ciudad lo hemos podido constatar, abundó la experta.
De igual modo, ha cambiado la precipitación, la cual también aumenta. “No alcanzo a comprender por qué ocurre así, si tenemos menos áreas verdes, pero debe existir una influencia a mayor escala”, explicó Elda Luyando.
La frecuencia de aguaceros se duplicó, de menos de 10 a principios del siglo XX a 25 en el actual, como señalan las mediciones en Tacubaya. Paradójicamente Iztapalapa, a pesar de que es una de las alcaldías donde menos llueve, es la que más se inunda, lo cual se debe, una vez más, al crecimiento desordenado de la ciudad.
También se presentan eventos extremos de precipitación; lluvias de gran intensidad y corta duración, en áreas reducidas. La especialista consideró que la mayor parte del problema de las inundaciones se debe a que el agua no puede infiltrarse y recargar el manto freático; se supera la capacidad del drenaje y las coladeras se tapan con basura.
La mejor alternativa para mitigar las islas de calor (que en los meses de marzo a mayo pueden significar molestia para la población) es pintar de colores claros las construcciones; los techos verdes no son opción porque se necesitan estructuras que soporten ese peso. “La ciudad no deja de crecer, ni se dejan de cortar árboles; tampoco se arboriza, y a eso se suma el cambio climático global, con lo cual podemos esperar que la ciudad sufra cada vez más esos efectos”.
Recordó que en esta parte del país se presentaron fenómenos como la gran sequía “Uno Conejo” de 1454 que produjo hambruna, enfermedades y migración, entre otras afectaciones; o la “Sequía de la Revolución”, entre 1909 y 1910, así como inundaciones severas las cuales propiciaron que se drenaran los lagos sobre los que se fundó la metrópoli y de los cuales hoy sólo quedan vestigios, como en Xochimilco.
En el siglo XIX el naturalista y explorador Alexander von Humboldt observó un problema de “deforestación y mal manejo del agua”. Lo que fue en alguna ocasión la región más transparente, con el paso del tiempo se contaminó, dijo Luyando López en la conferencia “Modificación del clima de la Ciudad de México por efecto de la urbanización”, como parte de las actividades del programa México 500.
El crecimiento de la ciudad se hizo sobre los lagos desecados; el proceso de drenado tardó tiempo, incluso a inicios del siglo XX había canales y acequias. Hoy todo está entubado y sobre las planicies lacustres se asienta la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, que incluye las alcaldías de la capital y municipios del Estado de México e Hidalgo, en una región que alberga a más de 20 millones de personas.
Grandes generadoras de contaminantes
En tanto, Telma Castro Romero sostuvo que se ha encontrado evidencia de que la atmósfera de la Tierra presenta niveles altos de contaminantes producidos, principalmente, por la quema de combustibles fósiles “y no es de extrañar, porque se consumen millones de toneladas de petróleo y se producen millones de toneladas de dióxido de carbono -que además de contaminar la atmósfera, la calientan-, así como otros gases y partículas”.
En general, las grandes áreas urbanas del mundo continúan su crecimiento en extensión, población, consumo de energía y, con ello, en producción de contaminantes atmosféricos, los cuales pueden ocasionar cambios en el clima regional y global, concluyó.