El supremacismo, corriente ligada a las extremas derechas, busca minimizar o contener los logros sustantivos de las luchas que pretenden democratizar a la sociedad; en el caso de Estados Unidos, se prevén pocas esperanzas de que el actual gobierno de Joe Biden modifique las políticas imperialistas e incluso podrían reforzarse, advirtieron académicos de la UNAM.

En la conferencia de prensa virtual Supremacismo y discursos de odio, Haydée García Bravo, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), refirió: es un fenómeno sociohistórico ligado a posiciones conservadoras que se registra en la Unión Americana y en otros países como Alemania o Francia.

“El supremacismo blanco tiene que ver con pensar que la raza, que no existe biológicamente, sino que es un constructo social, está relacionada con la jerarquía social”, precisó.

Al interior de Estados Unidos podría tratarse sólo del intento de “lavar la cara rijosa que dejó Trump”, sin alcanzar la profundización de los derechos de todos los ciudadanos.

En lo que vimos a inicios del año, en el Capitolio de Estados Unidos, hubo una representación, sobre todo de hombres, antiinmigrantes, antifeministas, homófobos y, ahora en el contexto de la pandemia, antivacunas, que creen que son superiores a los demás.

La distinción de trato a la población que hacen las instituciones, como la policía, la administración y la gestión política, atraviesa también el aspecto económico, señaló la experta. “El supremacismo se basa en pensar que ellos tienen una posición por nacimiento, por el color de su piel y los valores que supuestamente abanderan”.

Por ello se requiere desactivar esas ideas que se basan, sobre todo, en el miedo y desconocimiento del otro, en la incomprensión que producen discursos de odio los cuales buscan exterminar a quien es diferente. “Hay que quitar a esa alteridad la noción de inferioridad, tanto para la cuestión racial como de género, porque hasta ahora la diferencia ha sido sinónimo de desigualdad y explotación”.

Por el contrario, acotó García Bravo, se requiere que la diferencia sea vista con una perspectiva de enriquecimiento, porque los migrantes, las mujeres o la diversidad sexual contribuyen a la cultura, no le quitan el lugar a nadie ni los desplazan, como creen los supremacistas.

El racismo, abundó, así como el supremacismo blanco y los discursos de odio se combaten con el conocimiento de los otros, apertura y educación, además del diálogo permanente para estar en igualdad de condiciones, a fin de establecer acuerdos mínimos tendentes a la convivencia social.

José Gandarilla Salgado, también del CEIICH, refirió que EU se considera como la nación que juzga y reparte la democracia en el mundo. “La supremacía no sólo se presenta al interior de su Estado nación, sino sobre las otras naciones”.

Los sucesos vistos recientemente se relacionan con una articulación identitaria: ser blanco, anglosajón y protestante, autoidentificación de gente que se considera superior a los demás. Así, la noción de jerarquía e inferiorización ya no es sólo sobre los territorios y pueblos que destruyeron, sino que también está entre su población.

Al exterior, prosiguió el investigador, Estados Unidos no tiene aliados, sólo intereses. En ese sentido, sin importar cuál partido gobierne, puede tolerar situaciones al interior de otras naciones, mientras no se ataquen los de sus compañías multinacionales o de ese Estado global que las impulsa. En cuanto a Latinoamérica, por ejemplo, “le ha ido mal con demócratas y republicanos”.

No hay igualdad de oportunidades y justicia para todos, porque la base del capitalismo y el imperialismo norteamericano lo impide de manera interna, así como en otros lugares del mundo, consideró.

En cuanto a la situación de México, Gandarilla Salgado expuso que existen racismo y expresiones altamente discriminatorias, elementos sintomáticos de una nación que se niega a reconocer una estructura social altamente polarizada, y con una desigualdad económica considerable. Aquí, el proceso de discriminación atraviesa el orden institucional.

Debemos atender esa situación no sólo en la palabra, sino en los hechos y en el cambio de la estructura de la dotación material para la mayoría de las familias, con buenos salarios y derechos plenos, que sirvan de base para la eliminación de la discriminación histórica, el racismo persistente y el colonialismo interno, aseveró.

Marcos Agustín Cueva Perus, del Instituto de Investigaciones Sociales, recordó que el supremacismo no es exclusivo de EU; se presenta en otras naciones. Pero quienes lo solapan son quienes dicen que la Unión Americana es la “nación indispensable” o “una nación excepcional”. “Detrás de ello está la idea de que nuestro vecino del norte está colocado por encima de los demás y está llamado a liderar”.

La política estadounidense demócrata, más allá de las políticas de apariencia inclusiva, al mismo tiempo solapa, por ejemplo, el supremacismo de ciertos sectores ucranianos antisemitas, anticomunistas y antirusos. El gobierno de Barack Obama, además, tiene el récord de deportación de inmigrantes, por encima de Trump. Ahora, con Biden la política imperial, y en ese sentido supremacista, se reforzará; en el plano interno podría haber una peligrosa tentativa de acallar la disidencia.

Al referirse a nuestro país consideró que se requiere dar el lugar que les corresponde a los pueblos originarios. La xenofobia y el malinchismo también se alternan, por ejemplo, con el rechazo a los migrantes centroamericanos, mientras que existen sectores que se asumen como parte de Estados Unidos, finalizó.

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