La eutanasia no se podrá legalizar en México mientras uno de cada dos habitantes viva en pobreza o pobreza extrema. Pensar en ella es una cuestión casi elitista, afirmó Arnoldo Kraus Weisman.

“Hasta no resolver ese problema, la eutanasia estará en el limbo. Los pobres no pueden pensar en ella porque se mueren antes por no tener para comer, o están en hospitales en donde no hay recursos”, dijo el académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.

Al dictar la conferencia magistral “Eutanasia: reflexión obligada”, en el auditorio Alfonso Caso, expuso que la idea de ‘morir con dignidad’ está presente entre quienes consideran que podrían entrar a terapia intensiva y cuentan con los recursos económicos para afrontar este tipo de tratamientos.

El también miembro del Colegio de Bioética indicó que antes de implementar estos procedimientos el sistema de salud nacional debe resolver aspectos básicos como que haya vacunas, alimentos y medicamentos en los hospitales.

Además, el tema no está en la agenda de los políticos, incluso tampoco en la mayoría de la población. Sin embargo, confió en que la sociedad civil sea quien promueva su debate, “aunque en otros países la discusión al respecto se ha iniciado a partir de casos de muerte desastrosos”.

En el marco del ciclo “Diálogos por la bioética”, del Programa Universitario de Bioética, el autor de libros como “Recordar a los difuntos” llamó a no criminalizar la eutanasia. “El ser humano es autónomo y la eutanasia bien llevada es una gran forma de despedirse de la vida”.

Hasta ahora este procedimiento es legal en cinco países: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Colombia y Canadá. En Oregón, Estados Unidos, está permitido el suicidio asistido, consistente en que un médico proporcione al enfermo los medicamentos para que él decida dónde, cuándo y cómo morir.

“El enfermo tiene a su lado un kit, una caja que puede utilizar para calmar sus dolores y precipitar su muerte. Muchas veces ya no lo usan porque mueren antes a causa de la enfermedad, pero se sienten protegidos al tener un botiquín para utilizarlo en caso necesario”.

Kraus Weisman explicó que en países como EU más de la mitad de las personas fallecen en hospitales, y en América Latina la mayoría fuera de ellos. Y lo que un moribundo busca en sus últimos días es que lo toquen, le hablen y le permitan despedirse.

El concepto de la muerte, concluyó, también ha cambiado. Antes la gente moría en casa, rodeada de la familia, lo que humanizaba un tanto el proceso, pero ahora cada vez más ocurre en hospitales.

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