En México, con más de 16 millones de mujeres trabajando en precariedad, con contratos por outsourcing, honorarios, temporales y sin ningún tipo de prestaciones, es poco probable salir adelante en un mundo donde cada vez hay más madres solteras o titulares de familia, expuso María Luisa González Marín, integrante del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.
La también coordinadora del Segundo Seminario Recesión Latinoamericana. “Gasto público y mercado laboral femenino”, indicó que estas modalidades de empleo, que se ofrecen en empresas privadas, entidades públicas e incluso universidades, limitan el futuro de los jóvenes. “La precariedad ahora no sólo implica carecer de los ingresos o recursos suficientes, además es un problema que afecta principalmente a las mujeres”.
La universitaria recordó que antes la gente conseguía empleo y su situación era estable, pero “hoy sólo se ofrece un contrato por uno o dos meses, con descansos de 15 días; esto ha derivado en una situación difícil: una vida de miseria, en la que una persona no podrá ahorrar lo suficiente para vivir bien durante la vejez. A esto se aúna la pérdida del derecho a la seguridad social, al reparto de utilidades y a una pensión”.
Al inaugurar el encuentro, Armando Sánchez Vargas, director del IIEc, comentó que esta situación la viven las trabajadoras en casi todas las naciones de América Latina.
Mario Torrico, profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) México, habló del crecimiento económico de los países de la región, que representan el seis por ciento de la economía global.
Al hacer un comparativo de su desarrollo durante el periodo 2000-2016, según su producto interno bruto (PIB) per cápita y su avance, México es el que menos ha crecido. Panamá lo hizo 4.53 por ciento, Perú 3.91, y México sólo 0.74 por ciento. Además, Uruguay, Argentina y Chile tienen los niveles de pobreza más bajos. Pero, aclaró, “esto no significa que hayan reducido su desigualdad social”.
Este avance, prosiguió, se debe al crecimiento económico, por lo que se trata de logros que pudieran revertirse, dependiendo del entorno internacional y de los precios de las materias primas.
En cuanto a la situación de las mujeres, Torrico señaló que “indicadores salariales muestran que a igual grado de instrucción, jornada laboral o trabajo, ellas siempre ganan menos; esto permiten visibilizar las desigualdades y que la estructura de la economía tiene un sesgo muy marcado”.
Ana Fiol, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), resaltó que “en América Latina ser mujer, pobre, indígena o afrodescendiente es la ecuación neoliberal para sufrir: por cada 100 hombres pobres, hay 118 mujeres en hogares en esa condición. Según la CEPAL, 130 millones de afrodescendientes y 48 millones de indígenas viven en pobreza extremadamente alta.
En 2017, el Instituto de Investigación Crediticia de Suiza reveló que sólo uno por ciento de la población es dueña del 50.1 por ciento de la riqueza total del planeta, lo que implica la prevalencia de la desigualdad, la pobreza y desempleo, con un constante incremento del crimen y la paramilitarización ante la inacción y complicidades estatales, factores que a su vez se asocian a la violencia hacia las mujeres, dijo la periodista argentina.
“Instituciones de las Naciones Unidas y estadísticas de distintos países dan cuenta del aumento, sobre todo de América Latina, principalmente en México y Brasil, del feminicidio y de las formas sexualizadas y brutalizadas en las que ocurre”, concluyó.