En 2021, 107 mil 622 personas fallecieron por una sobredosis de drogas en Estados Unidos, lo cual representó un incremento de 15 por ciento respecto a 2020; los decesos por consumo de fentanilo, metanfetaminas y cocaína aumentaron.

Esta epidemia, de implicaciones políticas, económicas y sociales, no tiene precedentes en la historia reciente, afirmó Enrique Cifuentes García, del Hospital Monte Sinaí, de Nueva York.

Al participar en el Seminario 4 20, Epidemia de fentanilo y violencia en México, organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el experto señaló: se calcula que han muerto más de un millón doscientos mil personas en EUA a causa de esas sustancias; se trata de una cifra acumulada, pero que hemos visto crecer en tiempo real.

“Para 2030, si no se hace algo, habrá dos millones de muertos; la cifra se va a duplicar”, alertó el médico egresado de la UNAM y doctor en salud pública por The London School of Hygiene & Tropical Medicine.

Esta situación se ubica en la “esquina” donde convergen la política en salud y las epidemias de abuso de sustancias, enfermedades mentales, violencia en todas sus manifestaciones y otras expresiones de la sociedad.

Este problema de salud pública en buena parte se debe a políticas equivocadas. “Haciendo ‘excavaciones’ de la epidemia por opioides, uno llega hasta mediados de los años 90, pero hizo explosión en los últimos años, en particular durante los peores meses de la pandemia por COVID, cuando la gente estaba encerrada y los adictos a analgésicos salieron a la calle a buscar heroína barata, muchas veces mezclada con otras sustancias”. Ahí comenzó el tsunami, consideró.

Aunque el fenómeno de abuso de sustancias que presenciamos es típicamente estadounidense, ahora también se registra en Canadá. La herencia de la prohibición ha dejado una huella profunda en la manera de pensar de los encargados de hacer la política, explicó.

Cifuentes García detalló que el fentanilo hace estragos; tiene un efecto rápido y en pocos minutos llega a la sangre; es intenso y por eso es tan adictivo.

En el cuadro de este problema de salud hay determinantes sociales, como pobreza, racismo y violencia institucionalizada, que se expresa en escuelas, barrios, cárceles y hasta en hospitales. “Esa agresión genera un medio propicio para que este problema prolifere. Afuera de la biblioteca, en el metro, por todos lados veo gente afectada por la adicción a esas sustancias”.

Enrique Cifuentes detalló que en el momento que se dieron cuenta que venía un “monstruo” de frente, se restringieron las recetas de oxicodona y la gente, desesperada, salió a la calle a buscar heroína.

Recordó que dueños de farmacéuticas han promovido el uso de analgésicos y medicamentos de ese tipo, cuyas consecuencias se observan más allá de las fronteras del vecino país del norte.

Ahora, hasta el gobierno de EUA habla de una epidemia por opiáceos. Las compañías enfrentan juicios billonarios para compensar el daño que han creado; el sistema de justicia está llamando a cuentas a los responsables, quienes aportan dinero a las universidades, museos y  a campañas políticas, relató.

De manera tardía se trata de responder, se hace poco; el problema se salió de las fronteras y del mercado legal. Sin embargo, las políticas relacionadas se repiten y no van a cambiar tan fácilmente.

La prevención tampoco resulta fácil cuando tenemos al “elefante” de frente. “Se calcula que hay más de 15 millones de adictos en la Unión Americana” en fila rumbo a la ‘guillotina’, enganchados a esas sustancias y que, a menos que algo suceda, morirán de una sobredosis o presentarán enfermedades mentales, con los consecuentes estragos en sus familias. Esto tiene efectos colaterales, finalizó.

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