En México cada año mueren cerca de 100 mil personas a causa de algún tipo de cáncer, por ello en la UNAM se analizan terapias alternativas a la quimioterapia o cirugía, como lo es la inmunoterapia.
Con el propósito de enfrentar este problema de salud pública diversos protocolos de investigación se encaminan a conocer la biología de la enfermedad.
De esta manera, en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, Alberto Monroy García, integrante de la Unidad de Investigación en Diferenciación Celular y Cáncer, con su equipo de colaboradores, desarrolla las llamadas partículas quiméricas similares a virus con la meta de generar una especie de vacuna que active la respuesta inmune ante la presencia de células tumorales.
El experto mencionó que, en específico, trabajan para combatir el cáncer de mama y el cervicouterino, cuya incidencia es alrededor de 30 mil y 10 mil casos nuevos al año, respectivamente. La mortalidad por estos padecimientos es la más alta entre mujeres, la cual es cercana a siete mil y cinco mil fallecimientos anuales, respectivamente.
El académico universitario explicó que las células cancerígenas tienen mecanismos –producto de mutaciones en su genoma– que les permiten sobrevivir en condiciones adversas de nutrimentos, oxigenación, entre otros, e inhibir al sistema inmunológico. Además, poseen otros para evitar que las reconozca y las ataque.
“De hecho, producen diferentes moléculas que inhiben la respuesta inmunológica, y de esa manera sobreviven y se favorece su crecimiento y su migración, produciendo metástasis, uno de los mayores problemas en los pacientes con cáncer avanzado”.
Por eso, conocer la biología de la enfermedad permite contrarrestar esos mecanismos y convertirlos en “blancos” terapéuticos.
El científico universitario analiza cómo las células tumorales disminuyen la expresión de las moléculas “de reconocimiento”, de modo que el sistema inmunológico no es capaz de detectarlas. “Se está viendo que hay mutaciones en los genes que codifican para tales moléculas; por eso no se da una expresión normal y eso permite que puedan evadir al sistema”.
El equipo también investiga que las células malignas están provistas de enzimas, a través de las cuales generan productos tóxicos que, a su vez, afectan a las células del sistema inmunológico, ya sea inhibiendo su función o produciendo su muerte.
De ahí que la meta sea revertir esos mecanismos y favorecer que la respuesta inmune sea más eficiente al reconocer y eliminar las tumorales, abundó Monroy García.
En la actualidad existe una vacuna comercial contra el virus del papiloma humano (VPH), que produce el cáncer cervicouterino. Está basada en partículas que simulan la estructura del virus, y son utilizadas para generar inmunidad y proteger contra una posible infección.
Nosotros producimos esas partículas, pero quiméricas; es decir, híbridas, donde además añadimos otras secuencias de tipo viral, explicó el investigador de la Unidad de Investigación Médica en Enfermedades Oncológicas del Hospital de Oncología del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS.
Precisó que existen 40 tipos de papiloma que infectan el tracto genitourinario (se refiere a los órganos urinarios y genitales), y dentro de esos los principales son el 16 y 18.
Para crear esas estructuras semejantes al virus, Monroy colabora con Miguel Ángel Gómez, del Cinvestav Irapuato. Utilizan vectores (o secuencias de ADN) que se incorporan en bacterias, como Agrobacterium tumefaciens, que luego infectan a plantas y de ese modo le transmiten la información genética.
Así, en el jitomate, Nicotiana benthamiana (de la familia del tabaco) o en hongos cultivados in vitro, se puede transferir la información y producir el antígeno tumoral o proteína de interés, en grandes cantidades. “Posteriormente hay un proceso de purificación muy detallado a partir de extractos de la planta, una eliminación de aquello que no sirve, para finalmente seleccionar el antígeno que uno quiere”.
Luego se hacen ensayos también in vitro, y posteriormente se inoculan animales, en este caso ratones de laboratorio, para observar si generan respuesta inmune. Los resultados han sido alentadores: se evitó que se generaran tumores.
La investigación, que ha obtenido reconocimientos como los premios Canifarma y Glaxo, continúa con el diseño de partículas tipo viral que incluyen secuencias de antígenos tumorales, o sea, proteínas que expresan el tumor y que son susceptibles de ser reconocidas por el sistema inmunológico.
De ese modo, “podemos hacer que el sistema inmune genere respuesta de reconocimiento hacia ese antígeno, es decir, podemos producir inmunidad, como una vacuna”. Sólo que, en lugar de utilizar virus atenuados como tradicionalmente se hace, usamos las partículas quiméricas que también producen una respuesta de “defensa”.
Los estudios se encuentran a nivel preclínico (en modelo animal). Además de dos especies de ratones, donde los resultados han sido exitosos, se requieren pruebas en dos especies más, como ratas y conejos, para obtener la aprobación de la eficacia del inmunógeno ante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, y pasar al nivel clínico, en humanos.
El especialista consideró necesario efectuar más investigación al respecto. Los resultados obtenidos hasta ahora merecieron su publicación en revistas internacionales como Virology Journal y Archives of Virology.
Se requiere, además, continuar con los trabajos en otros ámbitos como la producción excesiva de la sustancia llamada adenosina por parte de las células tumorales, que también inhibe la respuesta inmunológica, finalizó Alberto Monroy García.