La falta de sueño disminuye nuestra capacidad inmunológica, afecta el metabolismo y, de manera grave, nuestras capacidades de aprender, de memoria y atención. Dormir bien, alimentarse de manera adecuada, ejercitarse y mantener activo el cerebro son algunos hábitos que podrían contribuir a retardar la presencia de alguna alteración demencial.

Irma Yolanda del Río Portilla, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, explicó que existe una interacción entre sueño y emociones: “son menos las alteraciones conductuales cuando se establecen patrones saludables del sueño”, por lo que es necesario tener hábitos desde pequeños y mantenerlos durante toda nuestra vida.

De acuerdo con el neurocientífico británico Matthew Walker, “el sueño restaura los circuitos emocionales y con ello nos prepara para los retos y las interacciones sociales del día a día. Por el contrario, el insomnio rompe los mecanismos que nos protegen de las enfermedades mentales”, refirió la universitaria.

Al privar del sueño a una persona, la amígdala cerebral (el resorte que mantiene las emociones bajo control) se vuelve hasta 60 por ciento más reactiva, y al no tener un sueño reparador, los individuos se vuelven irritables y hacer cosas de manera impulsiva, enfatizó.

El sueño es cíclico, como la alimentación; la vigilia y el sueño completan un ritmo circadiano, igual que el día y la noche. Durante este proceso se desarrolla actividad eléctrica cerebral.

Cada ciclo del sueño tiene tres etapas y el sueño de movimientos oculares rápidos (REM) o paradójico, “fase en la que soñamos las cosas vívidas, cosas locas, como volar, pero si éstas las tenemos en una etapa de vigilia, estarían relacionadas con una patología: la esquizofrenia”.

Relación del sueño con las emociones

Emociones como la depresión, tristeza, alegría o enojo son reacciones subjetivas a un suceso sobresaliente, caracterizado por complejos cambios de orden fisiológico, que hacen que estemos alerta, tengamos respuestas reflejas, movimientos en forma inmediata, o lo que se conoce como parálisis, es decir, podemos quedarnos congelados.

Las emociones hacen que una persona pueda ser funcional o no, porque las podemos controlar, y los lóbulos frontales son una de las herramientas más importantes para ello, explicó.

Se sabe que los cambios emocionales están dados por un incremento de sustancias como cortisol, testosterona, adrenalina, noradrenalina, hormonas de crecimiento, y que todo puede estar pasando en segundos.

De acuerdo con estudios realizados en personas normales, cuando son inducidas al insomnio presentan ansiedad. Los insomnes pueden tener características secundarias como depresión, ansiedad, y es más común en mujeres por cuestiones hormonales.

El sueño desempeña un papel en la regulación emocional. “Algunas investigaciones han demostrado que durante la privación total del sueño se da un impacto negativo en el estado de ánimo y el procesamiento emocional”.

Por otra parte, los estímulos que recibe el cerebro al utilizar celulares, computadoras y televisión por largos periodos antes de dormir, afectan el sueño, “nuestro organismo necesita rutinas, hábitos, e irnos a un lugar oscuro a dormir”.

Finalmente, Del Río Portilla indicó que cada ciclo del sueño tiene una duración de 90 minutos, entonces, si una persona desea hacer una siesta, debe ser de 20 o 90 minutos, pero si se tuvo insomnio durante la noche anterior, no es recomendable para tener un sueño reparador.

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