El autismo es una condición del desarrollo con la que nacen algunas personas; no es una enfermedad, forma parte de los trastornos del neurodesarrollo y su diagnóstico no debe ser un estigma, afirma la académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, Ana Shizue Aoki Morantte.
Es parte de la diversidad humana, de una forma diferente de percibir y responder ante el mundo, al igual que unos seres humanos son de estatura menor y otros lacios.
Por ello, es necesario abrirnos a las diferencias, estar conscientes de que hay formas de hacer las cosas y caminos distintos para interactuar, y entre todos impulsar un cambio social y cultural en la forma en que entendemos la salud mental, añade.
En entrevista con motivo del Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo, que se conmemora el 2 de abril, la experta refiere que es más prevalente de lo que antes se estimaba, ya que en la actualidad hablamos de un espectro de síntomas.
De acuerdo con “las últimas proyecciones del censo del 2020, casi 400 mil niños y niñas presentan un cuadro de autismo” en México. Se dice que aproximadamente uno por ciento de ese sector de la población puede tenerlo, precisa.
Este trastorno incluye una gama de manifestaciones, y no todas tienen un cuadro “profundo”, el más discapacitante. También hay casos que son altamente funcionales y adaptados a sus entornos sociales, escolares o laborales; por eso se habla del espectro.
Como no es una enfermedad, se carece de una cura, razón por la cual solo hay tratamientos para atender algunos síntomas, aclara Aoki Morantte.
Las causas
Los nuevos manuales diagnósticos de los trastornos mentales establecen dos ejes rectores en las características que muestran las personas autistas: aspectos comunicativos e interactivos, es decir, tienen dificultad para relacionarse con otros seres humanos o para comunicarse en diferentes grados, desde aquellos que no lo pueden efectuar, hasta quienes tienen características del lenguaje particulares.
Y patrones restrictivos, que incluyen conductas estereotipadas, como aleteo, balanceo del tronco o hacer siempre una misma rutina.
Hay varias hipótesis de las causas de esta condición; una se refiere a alteraciones del sistema nervioso central en el desarrollo temprano, aspectos genéticos; o bien, a las llamadas mutaciones genéticas de novo, es decir, las que surgen de forma espontánea, cuando no hay antecedentes que puedan ser heredables. En tanto, la crianza y factores externos de niñas y niños han sido desechados como causa, subraya la experta.
A medida que una persona crece, adquiere habilidades. El desarrollo inadecuado del habla es uno de los primeros síntomas que los padres o personas cercanas notan. Si a los tres años y medio carece de habla y no se detecta algún otro trastorno específico del lenguaje o algún problema auditivo, es necesario acudir con un especialista para descartar la presencia de uno dentro del espectro autista.
Los casos con los cuadros más sutiles no se diagnostican tan fácil. Personas adultas que han sido completamente funcionales, adaptadas, de pronto se dan cuenta de que no ven el mundo como su pareja; o bien, acuden por un diagnóstico porque observan en su hijo ciertos síntomas similares.
Un aspecto importante, menciona, es que hay fármacos para tratar algunas de las manifestaciones, por ejemplo para reducir las reacciones emocionales disruptivas o mejorar sus mecanismos de atención. Pero no son tratamientos que todos deben recibir.
Para Aoki Morantte los retos que enfrentan son múltiples, uno de los principales es la inserción social. “Es difícil que las personas en un espacio público vean con apertura a un joven de 30 años que está brincando todo el tiempo”.
Aunque hay instituciones que los apoyan, aún falta un sistema que detecte tempranamente y ofrezca atención médica, neurológica, pedagógica y psicológica.
En algunos casos, al tener recurrentes dificultades en la socialización e interacción se pueden generan cuadros de depresión o ansiedad al no conseguir un trabajo que se adapte a su forma estructurada de ver el mundo, o tampoco encontrar pareja, alerta.
Además, reconoce la académica de la FP, aunque cada vez es menos frecuente, en los ámbitos de la enseñanza, salud o el servicio público hay quienes no están sensibilizados, a pesar de la existencia de la Ley General para la Atención y Protección a Personas con la Condición del Espectro Autista.
Aoki Morantte señala que ese trastorno puede impactar de manera importante en las familias, porque la aceptación del diagnóstico suele ser difícil para los padres y su gente cercana, lo que conlleva cambios en su dinámica y expectativas; además, no descuidar a los hermanos y dar cabida a sus historias.
La académica universitaria recomienda a sus progenitores informarse para entender y asimilar el diagnóstico. “Si algo no avanza en el desarrollo del niño, es mejor ir a consulta con un psicólogo, psiquiatra, neurólogo o cualquier otro profesional de la salud mental especializado para recibir orientación”. El tratamiento temprano siempre será en beneficio de la persona autista.
Cabe recordar que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas designó, a partir de 2008, el 2 de abril como Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo, de acuerdo con la resolución aprobada el 18 de diciembre de 2007.