En el mundo, una de cada tres personas que padece una enfermedad vascular cerebral (EVC) sufrirá como consecuencia algún grado de discapacidad. Para revertir los daños a la memoria de adultos mayores con esta afección y mejorar su funcionalidad, Laura Elisa Ramos Languren, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, realiza pruebas mediante un programa computarizado.
Las tareas del entrenamiento computarizado están diseñadas para trabajar la memoria de personas con una EVC, con la finalidad de que puedan mantener su atención en algo específico.
La EVC es una alteración en las neuronas provocada por la disminución del flujo sanguíneo al cerebro, y dependiendo del área afectada, las secuelas pueden ser dolor, picor, hormigueo o ardor; deficiencias motoras como parálisis en una o varias extremidades; alteraciones de la sensibilidad: temperatura, tacto y dolor; en el lenguaje, que implica dificultad para hablar o vocalizar; en la deglución de alimentos y bebidas; disminución del campo visual; incluso problemas para controlar las emociones.
Es considerada un problema de salud pública que se puede presentar después de los 45 años, con una prevalencia de 11 por ciento en personas de 55 a 65 años. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2017 la EVC fue la primera causa de discapacidad y la segunda causa de muerte y demencia en adultos. En México, cada año 118 personas por cada 100 mil padecen esta afección (IMSS, 2018), refirió la universitaria.
Envejecimiento cerebral
Acreedora a la Beca para Mujeres en la Ciencia L´Oréal-UNESCO-AMC 2018 por su trabajo “Entrenamiento computarizado de la memoria de trabajo en pacientes con EVC”, Ramos Languren y su equipo realizan un entrenamiento computarizado para evaluar la condición neuropsicológica de pacientes con secuelas.
El interés por estudiar el envejecimiento se debe al cambio de la pirámide poblacional, pues según proyecciones del Consejo Nacional de Población, para el 2030 habrá más de 20 millones de adultos mayores, por lo que el sistema de salud debe adecuarse para tener estrategias de prevención y tratamientos apropiados, indicó.
El cerebro termina de madurar a los 21 años aproximadamente, pero alrededor de los 27 años comienza un ligero declive, y hacia los 45 o 50 años la capacidad de memoria empieza a disminuir. Ese órgano se modifica con el paso del tiempo y algunos factores que contribuyen a la pérdida de memoria son de tipo orgánico, como cambios hormonales o trastornos cerebrales, que derivan en la disminución de neuronas, de sus conexiones (sinapsis) y de neurotransmisores.
También tienen que ver con su deterioro los cambios socioculturales, como la diminución de relaciones interpersonales; y psicológicos o de comportamiento, como el estrés o pensamientos negativos que empujan a no querer hacer cosas por la edad, dijo.
Programa universitario
Cuando un adulto mayor inicia con pérdida de la memoria, antes de una intervención cognitiva se recomienda atenderlos de manera individual, hacer con ellos tareas y materiales acordes a sus características clínicas, contar con una aproximación teórica del sistema cognitivo que se desee rehabilitar, iniciar tareas de baja dificultad para reducir la frustración y darle instrucciones claras y simples, puntualizó.
Para el entrenamiento computarizado, los expertos diseñaron un programa y concretaron los parámetros de evaluación en pacientes, para que realicen estudios electrofisiológicos y posteriormente concluyan con la parte bioquímica.
“Para que continúen en el proyecto, primero hacemos pruebas de tamizaje a los pacientes para saber si no tienen deterioro cognitivo o daño neurológico severo; después medimos ‘potenciales evocados’, que justamente se evocan a partir de un estímulo a través de una serie de imágenes que se presentan y en las que se debe identificar una que no es frecuente”.
Cuando este estímulo no ha sido frecuente, el cerebro da una respuesta de alrededor de 300 milisegundos, lo que indica que la persona mantiene su atención y trata de memorizar algo que se le pide en el momento. Pacientes con EVC tardan más milisegundos en hacerlo, por lo que los científicos buscan saber si con un entrenamiento cognitivo la memoria responde como lo hace en quienes no han tenido un evento de ese tipo.
“Hemos evaluado a 34 pacientes del Instituto Nacional de Rehabilitación, con edad promedio de entre 61 y 71 años, que han presentado un progreso con el entrenamiento cognitivo, pero falta realizar análisis electrofisiológicos para saber qué pasa con su bioquímica y sus enzimas de estrés oxidante, pues cuando hay un evento vascular cerebral este proceso se acelera mucho más. Quizá con esto podamos tener un referente de lo que ocurre y mejorar sus condiciones”, concluyó Ramos Languren.