Cuando se habla de tradiciones indígenas, dice Miguel Olmos Aguilera, de El Colegio de la Frontera Norte, se piensa que la tarea del investigador es rescatar expresiones culturales como la danza o la música; sin embargo, el rescate es solo una consecuencia.

Lo que se busca en realidad, precisa el doctor en etnología, es “analizar el proceso musical y dancístico, así como dar cuenta de lo que pervive gracias a elementos que no varían y que están asociados a rituales como la Semana Santa”.

Olmos Aguilera, estudioso de la antropología de la frontera, sostiene que, si bien la música indígena del noroeste, estrechamente ligada a la danza, puede parecer austera, tiene un profundo significado espiritual, por lo que no se deben valorar estas expresiones artísticas con base en criterios de talento y/o de sonoridad.

Así, la música y la danza indígenas pueden ser estudiadas bajo criterios científicos para conocer cuál es la estética de creación, producción y difusión de estas manifestaciones culturales y cuál es la visión de estos grupos sobre su cultura, ya que poseen su propia mitología.

Con esto en mente, el investigador miembro de la Academia Mexicana de Ciencias se ha dedicado a estudiar desde hace 25 años la música y la danza de los grupos indígenas del noroeste de México: yumanos de Baja y Alta California, indígenas mayos del norte de Sinaloa, tarahumaras de la Sierra Madre Occidental, yaquis de Sonora y pápagos de Arizona, Estados Unidos.

Para el análisis de la mitología, del ritual y del sistema religioso indígena de esta parte del país, Miguel Olmos, cuya formación doctoral y posdoctoral la realizó en instituciones de estudios superiores y de investigación en Francia, ha recurrido a la interacción con las comunidades, ya que asegura que la convivencia permite entender cómo tocan y viven la música los diferentes grupos indígenas en los que se ha enfocado y que aprovecha, además, para realizar diferentes tipos de registro, entre ellos, el sonoro.

Música y danza del noroeste

México es un país diverso, se hablan 68 lenguas indígenas y cada región tiene sus particularidades culturales e históricas. La zona noroeste fue colonizada casi cien años después de haberlo sido el centro del país, las personas de esta región (recolectores-cazadores) eran diferentes a las que habitaban en Mesoamérica, y las misiones evangelizadoras tardaron más tiempo en llegar, en especial a Baja California, lo que hizo que la música fuera diferente.

La música del centro del país fue establecida por algunas misiones franciscanas, agustinas y dominicas, mientras que en el noroeste fueron sobre todo jesuitas, lo cual tuvo relación con la música que se desarrolló en estas comunidades indígenas. Es así como se puede distinguir entre la música ligada a los elementos prehispánicos y la que tiene componentes hispánicos, explica el investigador.

La música indígena del noroeste con elementos hispánicos se puede identificar por la incorporación del violín, el arpa y, eventualmente, la guitarra, este es el caso de la danza de los matachines, originaria de Europa, que sirvió como herramienta de colonización en México y de la cual se apropiaron lo indígenas.

En lo que se refiere a la música que mantiene aspectos prehispánicos, los instrumentos no tienen relación con los europeos, son raspadores, aerófonos, instrumentos de percusión y tambores de agua. Y aunque para el noroeste se pueden establecer dos vertientes de la música indígena, de raíz prehispánica y de origen mestizo, existe un instrumento característico: la sonaja.

Además, de acuerdo con el artículo del especialista Olmos Aguilera “La etnomusicología y el noroeste de México”, se puede establecer que casi todos los pueblos poseen cantos de creación, cuna, guerra, caza y ritos funerarios, y que uno de los símbolos generalizado es el venado.

“El venado es un ser que en muchas mitologías aparece como creador, es el símbolo del renacimiento de los ciclos temporales, rituales y agrícolas. El grupo emblemático de adoración y de identidad con el venado es el pueblo yaqui, para este grupo el danzante es el símbolo del regreso a un estado cosmogónico original ‘huya ania’, el cual se perdió con la llegada de los misioneros que colonizaron los espacios y los tiempos”, apunta.

Miguel Olmos Aguilera comenta que en vista de que las manifestaciones musicales y dancísticas están envueltas en un proceso de constante cambio, busca dar cuenta de los nuevos rumbos de la música indígena del noroeste, y para ello trabaja en identificar cuáles son las perspectivas de los cantantes de los grupos yumanos de Baja California (los cucapá, kiliwa, paipai, k´miai y tipai), que tienen un canto ceremonial al que llaman Kuri Kuri, por ejemplo, qué tanto están involucrados en la interpretación de otros géneros musicales.

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