El consumo de alimentos ricos en grasas y carbohidratos se incrementó durante la pandemia; incluso, un número considerable de personas opta por pedir alimentos a domicilio, principalmente la llamada “comida rápida”.

Aunado a ello, disminuyó la actividad física, factores que provocaron incremento en el peso de la población y esto traerá, a futuro, complicaciones importantes en la salud, advirtió Ramón Lozano Calderón, coordinador de Ciencias Biomédicas de la carrera de Médico Cirujano en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza.

Refirió también que las personas se realizan pruebas para medirse el colesterol y si los resultados son de 200 unidades por decilitro en sangre o menos, adquieren confianza excesiva al pensar que su organismo está normal.

“Y sí, pero solo si hablamos del colesterol libre, el que corre en el torrente sanguíneo. Pero hay otro que no hay manera de cuantificar: el que ya está pegado en las arterias”.

Ese es el peligroso porque si en algún momento se desprende forma trombos que pueden impactar cerebro y corazón, con accidentes cerebrovasculares o infartos. Por eso es tan importante tener un estilo de vida saludable, una dieta balanceada, hacer ejercicio y, en especial, tener un peso acorde a la talla; éste último es un indicador al que debemos estar atentos, recomendó Lozano.

¿Qué es el colesterol?

Explicó que el colesterol son lípidos o grasas que se obtienen de la dieta diaria. Su función es relevante: permitir que la membrana de las células se repare; formar hormonas, sobre todo de índole sexual; y participar en el metabolismo de la vitamina C y del calcio.

Los lípidos de baja densidad, denominados LDL, se encargan de llevar al colesterol hacia las células y tejidos, saturándolos en determinado momento; es el que la gente llama “colesterol malo”. Los de alta densidad, o HDL, tienen la función contraria: sacarlo y llevarlo al hígado para que este órgano lo “recicle”, produciendo un efecto benéfico.

Para realizar sus funciones de reparación celular o de “elaboración” de hormonas sexuales, una persona requiere una ingesta diaria de 250 a 300 unidades de colesterol; no obstante, un sólo huevo de gallina llega a tener 300 o 320.

Hay otros tipos de alimentos ricos en colesterol, especialmente las vísceras: riñón, sesos, hígado, por ejemplo. “Si desayunamos chilaquiles con dos huevos, excedemos el requerimiento diario en más del doble; 100 gramos de sesos, que nos comemos en quesadillas, tienen dos mil 200 unidades”. En contraste, hay alimentos como la avena o el nopal, que contribuyen a inhibir la absorción de esas grasas.

Al abundar, Lozano Calderón dijo que el colesterol se puede ir depositando alrededor de la luz (pared interna) de las arterias y reducir el flujo sanguíneo, por lo que el riesgo de padecer problemas de hipertensión arterial se incrementa junto con el peligro de que se formen trombos.

Dañina combinación

El académico enfatizó que existe una asociación directa entre diabetes, hipertensión y niveles altos de colesterol. “Esto es indudable, porque el metabolismo en los diabéticos está completamente modificado”.

En esos pacientes los lípidos LDL se incrementan y, por lo tanto, la saturación de grasa en los tejidos; en tanto, los HDL disminuyen y no pueden “sacar” el colesterol excedente para enviarlo al hígado y que se vuelva a metabolizar. “Este proceso se afecta y por eso están más propensos a presentar problemas de tipo cardiovascular”, precisó.

A partir del año 2000, la diabetes mellitus en México es la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda entre los hombres, según datos del Instituto Nacional de Salud Pública. Además de colesterol alto, ese padecimiento viene acompañado de otros como insuficiencia renal o alteraciones metabólicas.

Aunque todos los diabéticos tienen alteraciones del colesterol, continuó, si tienen un buen régimen de alimentos y control con base en medicamentos y estilos de vida saludables, el riesgo de complicaciones será menor. Se necesita control de la enfermedad para que, de manera secundaria, el colesterol se vaya normalizando.

Para el especialista médico, debido a la forma de vida que hoy prevalece por la emergencia sanitaria por la COVID-19 “más que nunca debemos tener en cuenta el consumo de alimentos ricos en fibra, especialmente los vegetales, e incorporar todo tipo de verduras a nuestra dieta, pero no lo estamos haciendo”.

Además, Ramón Lozano Calderón sugirió reducir la ingesta de carbohidratos (panes, harinas) y azúcares (bebidas endulzadas, por ejemplo). También es importante incrementar la actividad física, “algún tipo de ejercicio de manera cotidiana nos viene muy bien”.

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