La resistencia de las bacterias a los antibióticos es uno de los grandes problemas médicos del siglo XXI y podría significar un revés en la esperanza de vida humana en el futuro próximo, advirtió Pablo Vinuesa, investigador del Centro de Ciencias Genómicas (CCG) de la UNAM, campus Morelos.

La progresión de estos patógenos oportunistas es analizada sobre todo en aislados clínicos, pero la evolución de sus atributos ocurre en ambientes naturales, y mucho antes de que existieran los humanos, subrayó.

Por ello, Vinuesa estudia los mecanismos básicos y evolutivos de un grupo de bacterias altamente resistentes a los fármacos. Para entender esos procesos, integra microbiología, genómica y bioinformática.

En 2014, la Organización Mundial de la Salud publicó un reporte sobre el problema global de la resistencia de estos microorganismos a los antibióticos y concluyó que estamos en la era posantibióticos. “No es una fantasía apocalíptica el hecho de no contar ya con la eficacia de esas drogas, esenciales para contender con infecciones, operaciones, trasplantes, terapias contra cáncer y otros problemas de salud”, resaltó.

Bacterias resistentes

El experto y su equipo investigan cómo emergen estas bacterias de poblaciones en el ambiente, como sedimentos o columnas de agua de ríos; de esos entornos han obtenido algunas muy resistentes y de las más preocupantes.

Una vez colectadas, las muestras se aíslan en laboratorio, se cultivan y hacen análisis genéticos para identificar a qué género pertenecen; luego se determina su resistencia al enfrentarlas a distintos tipos de antibióticos.

El objetivo es entender cómo han evolucionado en ambientes naturales. Por ejemplo, deben sobrevivir a la predación por amebas, que son eucariontes unicelulares que comen bacterias, explicó.

“Las amebas pueden fagocitar, es decir, envuelven a la bacteria y la internalizan en una vesículas digestivas con proteínas que las degradan. La manera en que las bacterias resisten ese proceso no es clara, quizá de ahí emergen elementos sustanciales para su virulencia, que han ido refinando y forma parte de su desarrollo evolutivo”.

Si Vinuesa y su grupo descubren ese mecanismo, podría ser una diana para desarrollar una nueva generación de antibióticos; por ahora, trabajan aspectos mucho más básicos porque aún se sabe muy poco de estos organismos, reconoció.

Los científicos universitarios buscan géneros determinados de bacterias, sobre todo Gammaproteobacterias, que incluyen diversas especies de importancia médica, ecológica y científica.

El interés en este grupo es su capacidad innata de interaccionar con más bacterias y con células eucarióticas, desde unicelulares hasta plantas o humanos, no sólo como patógenos, sino también como simbiontes.

“Nos enfocamos en el género Stenotrophomonas, que en las últimas décadas han subido posiciones en el ranking de los patógenos oportunistas más peligrosos”.

Estas bacterias no son particularmente virulentas, pero en los hospitales las personas inmunosuprimidas (después de una operación, que tienen que estar con catéteres o están en cuidados intensivos) son susceptibles de ser colonizadas por microorganismos oportunistas.

“Es delicado infectarse después de un trasplante o algún otro proceso médico que implica el uso intensivo de antibióticos, pues muchas bacterias son panresistentes, es decir, resistentes a toda clase de antibióticos. Entonces pueden causar infecciones sistémicas, potencialmente mortales”, concluyó.

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